Si el jefe del Pentágono, James Mattis estuvo tratando de asegurarle al mundo el auto control de Estados Unidos en torno a la crisis con Corea del Norte – torpemente consiguió lo contrario. El Secretario de la Defensa norteamericano alternó, luego de intensas discusiones con el presidente Trump y otros altos oficiales militares en la Sala Situacional de la Casa Blanca, luego del sexto ensayo nuclear llevado a cabo por Corea del Norte el domingo pasado.
Mattis salió de la reunión para declarar que cualquier amenaza de parte de Corea del Norte contra Estados Unidos y sus aliados sería enfrentada con una "abrumadora respuesta militar". Luego agregó –con un extraño y presumido tonito ético, "que Estados Unidos no estaba buscando la total aniquilación de Corea del Norte".
Eso se dijo para hacer creer que los militares de Estados Unidos ejercerían el auto control para no aniquilar un país con una población de 25 millones de personas. Bueno, creo que debemos estar agradecidos. ¡¡ Eso es tan cabronamente generoso de los norteamericanos ¡¡
Qué tranquilizante resulta saber que Estados Unidos, que cuenta con un arsenal de cinco mil cabezales nucleares, debió expresar una aparente reticencia hacia la aniquilación. De tal modo, los gobernantes fanfarronean con golpear a Corea del Norte con abrumador poderío militar, pero al mismo tiempo, Washington espera que se le conceda el beneficio moral por declarar que no está buscando la aniquilación de todo un país.
La implícita lógica aquí articulada por Mattis demuestra cuán depravada es la dirección política norteamericana.
En todo caso, las palabras de parte del jefe del Pentágono para "reasegurar" hacen muy poco para calmar los temores que Estados Unidos en realidad y de manera incesante, incita hacia la guerra contra Corea del Norte comprometiendo armamento de destrucción masiva.
Trump, Mattis y otros altos funcionarios de la Casa Blanca, en repetidas ocasiones durante los dos últimos meses, han amenazado con llevar a cabo un ataque preventivo contra Corea del Norte, incluyendo el despliegue de armamento nuclear.
Recuerdo el mes pasado la manera casual con que Trump –durante un almuerzo en su retiro privado de golf –advirtió que él desataría "el fuego y la furia sobre Corea del Norte como nunca antes el mundo lo ha visto". Y esas amenazas fueron proferidas durante el 72do aniversario del holocausto atómico norteamericano sobre Hiroshima y Nagasaki.
El domingo pasado, siguiendo informes de prensa en el sentido que Corea del Norte había realizado un sexto ensayo nuclear subterráneo, se informó que Trump "reafirmó el compromiso de Estados Unidos de defender nuestro país, sus territorios y sus aliados empleando toda la gama de capacidades, diplomáticas, convencionales y nucleares que están a nuestra disposición". En otras palabras, una vez más, la opción nuclear está siempre presente en la mesa norteamericana como si fuera algo tan mundano como un frasco de salsa de tomate.
Trump también señaló que "las palabras de Corea del Norte y sus acciones continúan siendo muy hostiles y peligrosas para Estados Unidos".
Lo que es intensamente preocupante es que los dirigentes norteamericanos ahora han establecido un umbral subjetivo altamente peligroso de cómo "percibir una amenaza" de parte de Corea del Norte como criterio para desatar la fuerza militar. Además, tal como lo hemos escuchado repetidas veces, esa fuerza norteamericana indudablemente incluiría el empleo de armamento nuclear.
Trump y sus generales parecieran haber perdido todo contacto cognitivo razonable con el mundo.
Notamos con amplia evidencia esta desconexión respecto de la rápida descomposición de las relaciones bilaterales con Rusia. Las autoridades norteamericanas continúan expandiendo los límites de las provocaciones hacia Rusia con sanciones y además el embargo sin precedentes de sus propiedades diplomáticas –todo sobre la base de la espuria pretensión de la interferencia rusa en las elecciones o supuestas amenazas rusas contra sus aliados de la OTAN.
Eso es apenas un síntoma de cuan divorciada de la realidad ha devenido la dirección política de Estados Unidos. Pareciera que se ha convertido en víctima de su propio sensacionalismo y desquiciada propaganda.
Con respecto a Corea del Norte, similar a Rusia, los norteamericanos parecieran estar inmersos en una mentalidad demonizadora. Pareciera que leen a todos los demás y sobre todas y cada una de las situaciones en degradados términos de prejuicios raciales, amenazas existenciales y paranoia. De este modo, Putin es el supuesto "nuevo Hitler" dispuesto a conquistar Europa. El líder norcoreano Kim Jong-un es percibido como un "chiflado" que "nos quiere bombardear".
El gobierno de Trump cuenta también con la volatilidad adicional de una política incoherente.
La semana pasada cuando Corea del Norte probó un proyectil balístico sobre territorio japonés, Trump espetó amenazadoramente que "el diálogo no es la respuesta". Eso podría haberse tomado como queriendo aludir una inminente acción militar. Luego el Secretario de la Defensa de Trump James Mattis se movió para suavizar la retórica diciendo que "todavía había espacio para la diplomacia".
Trump ha declarado que él no dará aviso de acción militar. Eso pone la situación al mínimo toque. ¿Qué podría pensar Corea del Norte cuando Estados Unidos y su aliado Corea del Sur llevan a cabo masivos ejercicios militares cerca de la Península de Corea supuestamente para asestar un ataque decapitante contra Kim Jong-un?
No solo es Corea del Norte la que está repensando a Washington. El reciente regaño de Trump a Corea del Sur por tratar de "apaciguar" a Corea del Norte ha perturbado al gobierno del presidente Moon Jae-in quien teme que Estados Unidos podría estar dispuesto sacrificar a su supuesto aliado iniciando una guerra preventiva. Anteriormente Moon había declarado que recibió seguridades de parte del gobierno de Trump en el sentido que no tomaría ninguna acción militar sin antes consultar con Seúl. El gobierno de Trump no ha confirmado públicamente tal aseveración. Corea del Sur teme que los norteamericanos sacrificarían grandes cantidades de su población en su insensato intento por destruir a Corea del Norte.
La psicopática mentalidad de Washington fue resumida por el jefe del Pentágono cuando dijo que su país "no está buscando aniquilar a Corea del Norte". El solo mencionar tal barbaridad como una posibilidad indica cuan degenerado está el pensamiento oficial norteamericano. Sin embargo, semejante pensamiento psicopático es completamente consecuente con el hecho de cómo el poderío militar norteamericano durante décadas ha estado devastando a incontables países y a sus poblaciones civiles, desde Hiroshima hasta Raqqa, Siria en la actualidad. Después de todo, el general de marines, James Mattis, se ganó su apodo de "Perro Loco" al supervisar la destrucción de la ciudad iraquí de Faluya el año 2004 mediante el empleo de bombas incendiarias de fósforo blanco.
El nivel más alto de la locura criminal norteamericana radica en su insistencia en que la crisis de Corea del Norte debe ser tratada mediante una guerra económica empleando sanciones asfixiantes contra el país, congelando y hambreando a su pueblo o mediante una abrumadora fuerza militar.
Los norteamericanos se refieren de manera grotesca a un mundo unido contra Corea del Norte. Más sobre lo mismo, el mundo debe mantenerse unido e insistir en que Washington asuma la única opción moralmente viable y plantee una diplomacia para una resolución pacífica.
Tanto Rusia como China han insistido en que Estados Unidos debe conversar con Corea del Norte sin pre condiciones. Dado el hecho de décadas de militarismo norteamericano sobre la Península de Corea y las amenazas de aniquilación nuclear, Corea del Norte tiene legítimas preocupaciones en torno a su seguridad. Corea del Norte necesita y merece garantías para su seguridad y cooperación económica y no profundizar su aislamiento. Su programa armamentístico es su única ventaja.
Caracterizar a Corea del Norte como una amenaza irracional a la paz mundial equivale a sucumbir ante la propaganda demonizadora norteamericana.
El mundo debe explorar la opción diplomática, legal y civilizada. Debe rechazar de manera total el dictado norteamericano sobre el conflicto.
Existe una manera viable y pacífica para resolver la crisis coreana. Pero esta requiere que todas las partes se atengan a la diplomacia y al derecho internacional. La auto proclamada prerrogativa norteamericana de lanzar una guerra y destruir otras naciones es el centro del problema y debe ser repudiada por la comunidad internacional.
Pero, lo profundamente perturbador, es que aparentemente no existe nadie en la dirección política norteamericana que sea capaz –aunque sea vagamente—de concebir el deber de comprometerse con la paz, la diplomacia y la urbanidad.
El mundo está siendo arrastrado por una violenta tiranía –y no es Pyongyang el que lo arrastra, es Washington.
Original en inglés, traducido por Sergio R. Anacona
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