Viejos, a luchar mientras la juventud se debate entre una filosofía de vida que le impone la muerte y un futuro lejano llamado socialismo

Muchas de las aseveraciones actuales en referencia del papel que ha jugado la juventud venezolana en las luchas populares, en sus diversos estratos sociales y en las distintas épocas históricas, aparecen marcadas en el campo del deseo romántico o imaginario, quizá oportunista que se apoya en algunos casos de elementos de naturaleza biológica o superficial, dando demagógicamente por cumplida la tarea de redención hacia el devenir de los siglos. Consignas como “juventud sinónimo de rebeldía”, “…divino tesoro”, “el presente es de lucha y el futuro nos pertenece” o tal vez una de las más contundentes: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” contenida en la sentencia de Salvador Allende, prácticamente aumiendo que no hay razones de preocupación futura, pues, al final los y las jóvenes nuevamente habrán de sacrificarse y enderezar los entuertos de hoy y conducirnos felizmente al socialismo.

Sería un grave pecado quedarse estático creyendo que los enemigos de esa histórica redención que habrá de venir al  paso de la revolución bolivariana, esperen tranquilos que “el destino los alcance”; por el contrario, como nos lo muestran constantemente, estos no escatiman ni escatimarán esfuerzos ni recursos para evitar que el socialismo, entendido este como la victoria sobre la explotación capitalista, tenga viabilidad aquí o en ninguna otra parte del mundo. Siendo Venezuela el escenario donde con más referencia se presenta la disputa entre el socialismo y el capitalismo, al menos en los discursos de ambos bandos, vemos como los enemigos de los pueblos han diseñado toda una estrategia mediática, económica, cultural y criminal que tiene como objetivo central desdibujar el papel que en definitiva ha de jugar fundamentalmente la juventud, en el proceso bolivariano que tejemos bajo el legado de Hugo Chávez y ahora con la conducción del presidente Nicolás Maduro.

Ahora bien, haciendo un balance concienzudo de los alcances en torno al papel de la juventud y los estudiantes hoy, a mí entender no es el más concertante si lo medimos por el tiempo transcurrido en los últimos 8 años de revolución y las luchas ante la guerra no convencional que viene afrontando el pueblo llano. Veamos: tomemos algunos aspectos indispensables en toda revolución que se jacte de ser verdadera, la educación y la cultura.

Muy a pesar de los programas y proyectos gubernamentales donde están bien definidos y con toda claridad los aspectos, criterios y doctrinas que resaltan valores esenciales de la patria y su gente, tales como solidaridad, el amor sincero por el y la otro/a, amistad, fraternidad, lo colectivo, el bien común, la independencia, la soberanía, que cualquier sociedad en su sano juicio asumiría como indispensables para su existencia, encontramos resultados que no son los más favorables. Una parte importantísima de la muchachada se encuentra indiferente ante las reivindicaciones propias y/o lejos del acompañamiento de las luchas populares, de otros tiempos, actuando en altísima grandilocuencia y en circunstancias bien adversas. Por otro lado, se percibe que en buena proporción lo/as estudiantes y jóvenes venezolano/as se ha incubado un peligroso desinterés y apatía por, entre otros temas, el estudio de la historia y la política, coadyuvados por la presencia de fallas, vicios y/o errores, recaídos principalmente en quienes tuvieron y/o tienen en el grado correspondiente, responsabilidad en materia de política educativa dentro del gobierno, pues, los resultados están a la vista y bien alejados de las intenciones concebidas en los mismos programas y proyectos educativos.

La primera razón en las fallas, sin que todavía se haya presentado el me a culpa o contrición alguna, se mantiene gracias a la coexistencia del populismo y la complacencia del oportunismo político con afirmaciones malentendidas y peor practicada, como “en esta revolución cabemos todos” digo yo “sirios y troyanos o contrarrevolucionaria/os” quienes,  mejor y bien definidos se meten o se ligan al proceso mostrando hasta la saciedad, que lo que buscan es cómo nos desvían la revolución. La segunda y no menos importante es el imperdonable burocratismo que carcome el espíritu y la disposición del más pinta‘o, cuando se evidencia entre otras importantes fallas, que reposos médicos u otros privilegios, devienen de una inconsistencia política que se cambia por una lealtad infundada hacia una jefatura desmerecida, teniendo como contraprestación cero reclamo, supervisión, ni seguimiento ante tanta desidia académica y administrativa en la escuela.

Esta situación se asienta con mayores resultados negativos con la impartición de clases despolitizadas a nivel medio y universitario, mientras a los jóvenes se les bombardea con un cortoplacismo alienante para un “progreso y goce” del disfrute inmediato “cómo y contra quién sea” adornados con un “ya porque el mañana es tarde”, concibiéndose en la práctica en una filosofía de vida que realmente empuja a la muerte, pues, esta filosofía no es más que una herramienta para matar el futuro de una juventud históricamente luchadora.

De la misma forma la rebeldía juvenil es dirigida a un devorador consumismo que la aleja hasta de su propia ascendencia generacional, haciéndola ver como enemiga insalvable de todo lo que simbolice retraso improductivo a su “merecido progreso”; veamos varios hechos prácticos donde lo/as jóvenes interactúan bajo esta premisa: los bachaqueros, cuales peones de tablero, son las piezas que caminan a ciegas tras la muerte del contrario (el consumidor final) sin saber que su vida también será sacrificada para abrirle paso a la sombra de un rey ciego de victoria; motorizados y demás transportistas, jóvenes en su gran mayoría, que andan peleando contra un tiempo que se esconde tras los muros de la vía, mientras, a cada vuelta de las ruedas les monta una celada para llevarlos a la muerte; los malandros tras las presas fáciles de un quieto inmediato a cambio de un riesgo que les constará la libertad, la salud o la vida o los  muchachos montados en negocios redondos sin darse cuenta que a la larga se les hacen rectangulares y del perfecto tamaño de un ataúd; camioneteros mayoritariamente jóvenes que obstaculizan la entrada a lo/as de la Tercera Edad, usuario/as de transporte “público” para evitarles disfrutar la exoneración del pasaje, obtenido en buena lid como premio por haber vencido a la muerte. Por otro lado tenemos una estimable parte de jóvenes que salen del país “con abandono voluntario” despotricando de la infortuna de madre/padre/abuelo/as y demás seres que les quieren, pero que en la silenciosa e involuntaria complicidad, les lloran la partida hacia un exilio sin memoria, por supuesto, estimulado desde donde se proclaman, ignorados o aceptados, los contravalores del capitalismo, donde se destaca la exaltación de la esclavitud como derecho de la supremacía.

Qué une a esto/as jóvenes? Además de la maligna e interesada enajenación que los hace víctima de ello/as misma/os, se creen con derechos a tener para sentir que son´, aunque sea en el anhelo o la ilusión de vivir, así no les vengan nunca, los bienes lanzados como certeros anzuelos en las vidrieras, páginas, redes, videos, cine, TV y demás medios del “primer mundo o de los países desarrollados” que por casi un milenio expoliaron y saquean las riquezas naturales y humanas de nuestras tierras.

Que nos toca a los hombres y mujeres de la tercera edad en la Venezuela Bolivariana? Pues, luchar sin descanso a pesar de las adversidades de conductas impropias y extrañas en el mismo proceso chavista. Ante la ausencia mayoritaria de la rebeldía juvenil, estamos obligados a hacerle saber a la muchachada que nosotros también empuñamos lápiz para escribir la historia y seguimos dispuesto, la misma que se enfrentó a la cuarta república y respaldó por convicción la llegada y permanencia del Comandante Hugo Chávez; no nos queda otra



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Gustavo C Vásquez


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