Se ha puesto de moda el deslindarse del madurismo por medio de modalidades diversas de “chavismos”. Con este mecanismo se mete gato por liebre a cada rato y se pueden observar varias “tipologías”. Una de las más burdas la constituyen quienes se integraron a la derecha en su versión remodelada de “Frente Amplio”, y conviven como “chavismo crítico” junto a los mil veces derrotados partidos de la derecha más rancia, como Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Nuevo Tiempo.
En este sector que se ha abrazado con la derecha usando el nombre de Chávez se ubica el pequeño movimiento de Miguel Rodríguez Torres y el movimiento de Nicmer Evans. Creo que es legítimo pasarse a la derecha (aunque siempre se respeta más al que defiende los mismos principios de lucha a lo largo de toda su vida), de hecho esta gente es más honesta que muchos pretendidos “leales a Chávez” que desde el gobierno de Maduro impulsan y apoyan una encubierta política de derecha a nombre del “socialismo”. Pero es un malabarismo bastante grande el pretender conciliar el legado de Chávez con el Frente Amplio, integrado por las mismas fuerzas que integraban la MUD y que sólo se diferencia de ésta por llevar encima las enormes derrotas políticas que la derecha tradicional pitiyanki sufrió en el último año.
Ha surgido también un movimiento que se denomina “chavismo originario”, encabezado por Juan Barreto y que por declaraciones del mismo gordo pareciera estar también Elias Jaua. A partir de algunas críticas a la gestión de Maduro, este grupo se fue hasta la OEA a solicitar que los convoquen a participar en un eventual diálogo entre gobierno y oposición. Somos críticos ante el discurso de la “guerra económica” como explicativo de todos los males que sufre Venezuela, aunque desde siempre hemos reconocido que el capitalismo occidental en cuya órbita hemos estado por 500 años, hará todo lo posible por impedir que cualquiera de sus países periféricos asuma su soberanía económica y política.
Con el cuento de la guerra económica se oculta el carácter burgués del propio gobierno de Maduro, como lo hemos caracterizado en numerosos escritos de los últimos años. Pero nada justifica que entonces te pases al enemigo imperial y te unas a las políticas intervencionistas que los yanquis y sus países aliados en la OEA han tratado de implementar contra Venezuela en años recientes. Esa política de buscar a la OEA para que resuelva la crisis en Venezuela tampoco tiene nada de “originaria” con relación al legado de Chávez. Es más, el comandante se debe haber revuelto en la tumba cuando vio al gordo Barreto pedirle al lacayo del imperio Almagro que por favor lo tenga en cuenta para las “negociaciones” frente a la crisis.
Otra tendencia chavista se autodenomina “chavismo bravío”, aunque luego de revisar sus postulados fundamentales hemos concluido que de bravío no tienen nada, y representan en contrario una tendencia progobierno que cuestiona toda la política neoliberal que Maduro ejecuta, pero que al final ingenuamente llama al presidente a “rectificar”, como si fueran equivocaciones las repetidas medidas económicas a favor del gran capital extranjero (chino, ruso, gringo y europeo) que ha ejecutado el gobierno en estos seis años.
Por último están por supuesto los sabrosos de la película, los autodenominados “hijos de Chávez”, es decir, Maduro y su élite de burócratas nuevos ricos. Hijos de Chávez que por cierto cada vez son menos, porque se han ido purgando sin prisa pero sin pausa. Aquí subyace la mayor de las traiciones al legado de Hugo Chávez, como también se ha caracterizado en numerosos escritos nuestros, de Marea Socialista y de la Plataforma en Defensa de la Constitución. Estos hijos de Chávez que controlan el poder son lo peor en términos históricos del legado del comandante. Lo mínimo que se puede decir al respecto es el tremendo error cometido al dejarles el poder a estos saqueadores organizados del erario público.
Por ahí regados quedan una buena cantidad de franquicias políticas que medran a la sombra de las migajas que les lanza el estado bolivariano y que constituyen un fulano “Polo Patriótico”, que para el mismo gobierno no representan nada y cuyo único papel es avalar y aplaudir todo lo que haga Maduro. Todos estas franquicias se “cuadran firme” ante el supuesto legado de Chávez representado en Maduro, y aunque tras bastidores hablan pestes del gobierno, en términos “oficiales” son consecuentes aliados cuya lealtad al madurismo está fuera de toda duda. Y cuando el gobierno les pone en duda esa lealtad, asistimos con vergüenza a la prosternación decadente de los “administradores” de dichas franquicias que se postran ante los “hijos de Chávez” para garantizar su “burusita” del poder que despreciativamente les lanza Maduro.
Al final, parece que es mejor dejar a Chávez tranquilo en la historia de Venezuela, de la cual escribió un importante capítulo, y trabajar por fortalecer los programas políticos que hoy enarbola el movimiento obrero venezolano, programas que alguien en estos días dijo que se asemejan a los planes de lucha que el pueblo insubordinado enarboló desde fines de los 80 y toda la década del 90. El mismo Chávez no hizo otra cosa que cabalgar sobre la corriente histórico-social que desde la época colonial se manifiesta en nuestro país y que ha desencadenado reiteradas revoluciones políticas de amplio protagonismo popular. Si existe el chavismo como corriente, no es en los actuales grupos que reclaman esa herencia del comandante, sino en las luchas espontáneas del pueblo que comienzan a abrirse paso en las calles de todo el país construyendo el nuevo futuro del pueblo de Bolívar.
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