LA VERTICALIDAD DEL PODER, CONTRARIO A LA HORIZONTALIDAD DEL MISMO, ES UNA FORMA DE CONCEBIR EL MUNDO QUE TIENE SU LÓGICA EN EL DOMINIO DE LOS DE ARRIBA, FRENTE A LOS QUE ESTÁN ABAJO. ASÍ SE ORDENO EL MUNDO EN ESAS RELACIONES HUMANAS QUE OPERA Y ESTABLECE CON OBLIGATORIEDAD LA JERARQUIZACIÓN DE LA HUMANIDAD. SEMEJANTE ATROCIDAD HEREDADA DEL COLONIALISMO, SE APLICA DE MANERA INCONDICIONAL EN NUESTRAS NACIONES.
A veces, los seres humanos y más cuando se ve envuelto en crisis como en la que estamos viviendo en América Latina y porque no decirlo en el mundo y particularmente en Venezuela, se hace necesaria la reflexión, la deliberación, la búsqueda de cuál es el origen de que el mundo marche como marcha y cuál sería una salida que pueda ayudarnos a buscar un camino propio de verdadera redención social para el bienestar colectivo de la humanidad.
Los modelos de sociedad que conocemos y que se han dado en el planeta tierra, nos han conducido a un rotundo fracaso, nos han llevado a existir y a vivir en condiciones infrahumanas, sometidos a una pobreza ya incalificable, que se traduce en estar condenados a una muerte lenta y segura, donde los que poseen el poder del gran capital y gobiernan el mundo, esas muertes son simples estadísticas producto de un proceso natural, por aquello de que así como se nace se muere.
Hay quienes creemos, que desde la verticalidad del poder y me refiero al poder que hasta hoy conocemos en los países llamados socialistas o capitalistas, quienes lo ejercen, siempre buscan acreditarlo, avalarlo y ratificarlo en una relación patológica y retorcida, donde incluso se llega a tener placer en ese trato inhumano entre dominante/dominado. Ese poder se manifiesta en una manera de ser, de pensar y apreciar la realidad fuera del contexto de lo que representa la justicia social, mezclando el orden de cosas dentro de eso que llaman Estado, donde el que tiene el poder cree que la sociedad es una estructura jurídica/política donde quienes gobiernan, tienen que estar arriba llenos de privilegios y las inmensas mayorías tienen que estar abajo padeciendo de las necesidades que todo ser humano debe tener para llevar una vida con dignidad.
En otros términos, la verticalidad del poder, es una forma de concebir el mundo que tiene su lógica en el dominio de los que están o se encuentran arriba, frente a los que están abajo, para ellos así se ordeno el mundo en esas "relaciones humanas" que opera y establece con obligatoriedad, la jerarquización de la humanidad que manda a que ese invento llamado Estado, solo puede producir dentro de su seno instituciones de carácter vertical, donde unos mandan y otros obedecen.
UN PODER QUE PERVIERTE Y CORROMPE
De esto podemos deducir, que el que tiene y ejerce el poder, trata a los demás –es decir a los de abajo- no como seres humanos, puesto que los ve, en el marco de la ideología como falsa conciencia, como una cosa, para ellos ese ser no es un sujeto histórico. En esta interpretación la vida humana y las relaciones sociales se orientan, se direccionan, se convierten en una búsqueda justificada para establecer una especie de ordenamiento de obediencia y superioridad, en un proceso cuyo objetivo es el ejercicio del dominio y del poder.
En América Latina, las clases políticas, sean de izquierda o derecha, buscan el poder que conocemos, tanto en los países capitalistas como socialistas, para disfrutar del mismo, pues saben perfectamente que ese poder no ha servido para la creación de una sociedad justa y libre, al contrario, ha llenado a los pueblos de hambre y miseria, como ha quedado demostrado históricamente en las estadísticas que conocemos y que son la expresión de la injusticia social.
Quienes aspiran a llegar a ese poder, cuando lo tienen y lo poseen llegan a perder su propio yo, se enajenan creyéndose dioses que lo pueden todo, asumen una conducta que no es su conducta originaria, natural, pero el poder que conocemos es tan dañino, tan corrompido que penetra en todas sus manifestaciones conductuales, convirtiéndose esos factores en su propio patrono. De éste cuadro descrito se derivan espantosos resultados ya que ese poder lo inutiliza como ser humano y llega a convertirse en un individuo donde su conducta se exterioriza y se manifiesta en una especie de títere o actor que interpreta y acoge un guion escrito por los que poseen el poder real –es decir- los que lo llevaron a obtenerlo y lo peor, el que lo obtiene lo llenan de antivalores y lucha por permanecer en él, no importándole su condición de vasallo frente a los que lo transportaron a ese poder, con tal de que siga situándose por encima de los demás.
Esta evidencia acerca del poder que conocemos, es una realidad demostrada y el que lo niega, simplemente es parte del mismo y se ha corrompido, pues ese poder alcanzado como dispositivo pervierte y daña extremadamente el espíritu humano, ya lo decía Bakunin: "Nada es tan peligroso para la moral privada del hombre como el hábito del mando. El hombre mejor, el más inteligente, el más desinteresado, el más generoso, el más puro, se echa a perder infaliblemente y siempre en ese oficio. Dos sentimientos inherentes al poder producen siempre esa desmoralización: el desprecio de las masas populares y la exageración del propio mérito." (BAKUNIN, M. (1977): Federalismo, socialismo y antiteologismo. Aguilera, Madrid, p. 140.).
En sociedades piramidales y verticales como las nuestras, tienen que ser por sus condiciones ideológicas y políticas opresoras, en la que el individuo o ciudadano se encuentra sin rumbo, desorientado, perdido y enajenado, convertido en objeto con una angustia y una sensación de falta de independencia, autonomía y sobre todo de libertad, sacrificado de su verdadero y natural papel social, subordinado a una método o modelo social ajeno a su propia naturaleza y a su propia nación.
El mundo globalizado que impulsa el Estado vertical/piramidal a lo largo de su terrorífica política de dominio no es justamente un lugar de diálogo y progreso del proceso ontocreador del ser humano, sino que presume, al contrario, una insondable pérdida del espíritu creador. Estamos en presencia de un poder vertical/ piramidal que no valora ni a la sociedad ni al ser humano, es un modelo opresor.
Hay algo que poco se dice e incluso se reconoce, me atrevo a señalarlo no para justificar la acción de quien ejerce el poder, sino al contrario, por su ambición de poseer ese poder es capaz y vende el alma al diablo, me refiero que la opresión de ese poder no solamente domestica y oprime al de abajo, sino también al que esta o se encuentra arriba, pues en el descansa una responsabilidad de una sociedad, donde tiene que aplicar políticas represivas en todos los órdenes dictaminadas por su amo –el que lo llevo al poder- situación que lo distancia del seno del pueblo, lo repudia y cada vez que pueden lo maldicen, pues su relación con la gente en la lógica del dominio y la opresión, lo ponen a vivir por arrastrado e incondicional un atroz encierro que por su patológica y sicópata ambición enajena su accionar, su personalidad y su vida.
HACIA LA HORIZONTALIDAD DEL PODER
Si algo requiere, con gran urgencia las llamadas democracias latinoamericanas, es la necesidad de cambiar de paradigmas y la misma está dada de pasar de esas estructuras verticales perversas que se dan dentro del llamado estado democrático a la horizontalidad de un nuevo poder en democracia, que sea profundamente nacionalista, patriótico y cuya soberanía en nuestras naciones sea incólume, que descanse realmente en el poder del pueblo, tal y como lo define etimológicamente y conceptualmente su significado: dḗmos, que se traduce como «pueblo» y κράτος krátos, que se traduce como «gobierno». Gobierno del pueblo.
Esa horizontalidad está dada en gobiernos que entiendan, comprendan el mandato del pueblo, la necesidad de vernos todos en igualdad de condiciones, donde sus gobernantes no tengan privilegios que los pueda colocar por encima de los demás. Que se entienda esa horizontalidad del poder como una situación moral, psíquica/mental, espiritual dentro de nuestras sociedades y donde se respete la relación humana que ha de haber entre unos y otros, de manera que todos podamos manifestarnos en las grandes y pequeñas decisiones que han de tomar los gobiernos en busca del bien colectivo, sin que el llamado Estado/gobierno, constituya un obstáculo, porque tiene intereses de otra índole divorciada de los haberes de los pueblos.
En la horizontalidad, el tipo de relación entre los ciudadanos y el Estado/gobierno está dado en la asistencia, ayuda y servicio mutuo, lejos de toda relación de dependencia y dominio. Es la aparición en la conciencia del ser humano, que sin la solidaridad, la cooperación, la asistencia del otro no se puede avanzar, triunfar y prosperar en la búsqueda de la perfectibilidad de la sociedad, en esa búsqueda que dejo Bolívar en todos nosotros en lograr la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de bienestar social y la mayor suma de estabilidad política. En esta cosmogonía, es posible materializar la propuesta dejada en todos nosotros, por quienes dieron la vida por lograr la independencia de nuestras naciones, porque el ser humano es un sujeto histórico, que por naturaleza es ontocreador y por ontocreador somos una recreación permanente y continua, donde podemos acertar, descubrir, encontrar una salida, aun temiendo a equivocarnos, posición que tenia bien claro nuestro Simón Rodríguez: "Inventamos o erramos".