Revolución política, revolución social, revolución económica,
revolución moral, primero que nada; porque la moral es la fuerza
que mueve a los pueblos (…) me estoy refiriendo a la revolución
moral, espiritual, que tiene que recorrer las venas abiertas de
América Latina.
Hugo Chávez Frías.
Universidad de Pernambuco
Recife, Brasil
2 de septiembre de 2000.
1.- MORAL REVOLUCIONARIA.
Me es muy pertinente comenzar con la inmortal frase célebre que dijo Simón Bolívar en el Congreso de Angostura en 1819: «Moral y Luces son los polos de una República, Moral y Luces son nuestras primeras necesidades»
La Moral es la pieza primordial de la igualdad y la justicia. La moral es la columna vertebral de cualquier sociedad y por supuesto de cualquier gobierno, pero las acciones humanas inclinadas hacia el mal han sido un dilatado devenir que ha aquejado a la sociedad en su conjunto. Y la sociedad crece con un concepto tergiversado de la moral.
Cuando Simón Bolívar hablaba de Luces, no se refiere a la luz que procede de un líder o de los poderes públicos, sino de la luz que poseemos cada uno de nosotros para fragmentar las barricadas de la oscuridad propia y favorecer la claridad social. La luz es un llamado a la participación de todos en la búsqueda incansable de la verdad, de la transparencia, de la justicia, del bien soberano, de la sublevación a lo deshonesto y corrompido. Si buscamos la verdad y la transparencia mantendremos la moral de toda la vida.
Y otros pensadores como Aristóteles establecen que «la moral forma parte de la política». Ante todo, debemos preguntarnos ¿qué es la política? ¿cómo la moral forma parte de ella? y ¿cómo se relaciona con ella? ¿Cómo nace la moral en el ser humano? y ¿Cómo se adquiere?
Para estudiar la moral es preciso saber cómo se adquiere y sobretodo saber de dónde procede y como puede producirse.
Según el diccionario de La Real Academia Española define a la moral «como un conjunto de acciones de las personas desde el punto de vista de su obrar, en relación con el bien o con el mal y en función de su vida individual y sobre todo colectiva». Veamos.
La moral es un conjunto de normas, costumbres y valoraciones que forman parte integrante de la tradición histórica y cultural de una sociedad. Sirve para distinguir el bien y el mal, es decir, las buenas acciones de las malas acciones. A menudo se maneja como sinónimo de la ética, aunque dependiendo del punto de vista no sean exactamente lo mismo.
La existencia de la moral es un rasgo único de las sociedades humanas, dado que el libre albedrío y la conciencia nos hacen susceptibles de juzgar el modo en que vivimos, y de distinguir entre las que contribuyen a la estabilidad y la armonía social de las que no. Es decir, que permite el surgimiento y la existencia de valores.
Sin embargo, mucho se ha debatido a lo largo de la historia respecto a qué cosa son exactamente el bien y el mal. Que significan estas palabras en el devenir de la política y en el actuar del militante.
En sus orígenes, la moral estaba íntimamente vinculada a la religión y los códigos de conducta religiosos, que entonces eran indistinguibles de la vida cívica y social, ya que no había separación entre Estado y religión. Sin embargo, esto cambió radicalmente a partir de la Modernidad, en la medida en que la humanidad se vio obligada a redefinir y repensar sus conceptos y códigos de moralidad.
Hoy la moral tiene cuotas de participación en las ciencias, el ejercicio de las profesiones y en otras áreas del quehacer humano. Y aunque las distintas iglesias y religiones siguen constituyendo voces importantes en la materia, hoy en día podemos regirnos a través de una moral laica, o sea, no religiosa. Me explico. En la historia de la sociedad es posible clasificar la moral de acuerdo al ámbito específico, en el que se circunscriben sus reflexiones sobre lo bueno y lo malo. Como en los siguientes casos: por ejemplo, existe la moral religiosa, que es aquella que está determinada por una tradición mística o religiosa determinada, y que se rige por los mandamientos de su credo o doctrina. Ésta puede ser una moral más rígida o inflexible, especialmente en el caso de los sectores fundamentalistas, y aunque se hereda de generación en generación gracias a la institución eclesiástica, a su modo va adaptándose a los nuevos tiempos. La moral laica no está determinada por una tradición mística o religiosa. La moral fundamental, este tipo de moral aspira a ser universal, o sea, que tiende a juzgar los elementos más básicos de la existencia del ser humano. La moral sexual determina el modo en que se comprenden ciertas prácticas u orientaciones sexuales, de acuerdo a una consideración de lo bueno o malo sustentada a menudo en otras ideas como lo natural, lo reproductivo o simplemente lo placentero. La moral social diferencia los preceptos morales de la sociedad, o sea, los tradicionales y heredados o que imperan en un momento determinado a un colectivo determinado, de los que puede tener un individuo en su fuero interno. Y por último aparece la moral individual, la cual es ante todo la aproximación personal, singular e individual que cada quien tiene hacia los conceptos de lo bueno y lo malo. Parte de ella está determinada por la moral colectiva o social, y otra parte por su propia capacidad de evaluar la realidad subjetivamente. En este escrito vamos a explicitar la moral social y la individual.
Así como existe en la sociedad la moral, también se desprenden de la moral la inmoralidad y la amoralidad, pero con significados diferentes. Me explico. La inmoralidad es aquello que resulta contrario a una visión de la moralidad específica. Es aquello que fracciona sus reglas, que contradice sus visiones y transgrede sus preceptos. Por ejemplo, en algunas tradiciones islámicas y judaicas se considera inmoral que las mujeres muestren libremente su cabello, y por ende están obligadas a cubrirlo con un pañuelo o una peluca. La amoralidad en cambio, es aquello que simplemente no se somete a cuestionamientos morales, es decir, no responde a la pregunta respecto del bien y del mal. Eso no significa que sea bueno ni malo, sino que puede ser ambas cosas, dependiendo del caso y del contexto, pues no está en su naturaleza ser o no moral. Por ejemplo, la ciencia y la tecnología se consideran saberes amorales: pueden usarse de forma moral y para el bien de la humanidad, o pueden usarse para cometer atrocidades y empobrecer el mundo.
¿Pero qué tiene que ver la moral con la política?
La política a mi juicio, es la toma de decisiones a través de entes gubernamentales y no gubernamentales, públicos y privados. Y esa toma de decisiones (sean acertadas o desacertadas) influyen en el ser humano, tanto individual como colectivo, es decir, la sociedad en general. Porque la política está relacionada absolutamente con todo. Está íntimamente ligada a la moral. Pero la moral está condicionada por un conjunto de elementos presentes en la sociedad. Por ejemplo, la sociedad venezolana yace influenciada desde hace años por un sistema de índole colonial-capitalista-rentista y contracultural. Y ese sistema ocupa todos los espacios de la vida societal. Por ejemplo, introdujo su maquinaria ideológica en la educación, medicina, ciencia, tecnología, política y sobre todo la contracultura. Porque a través de la contracultura, entendiendo ésta, como la cultura del sistema capitalista nos han transculturizado. El sistema colonial-capitalista-rentista nos ha impuesto su cultura dominante, es decir, su ideología, sus modelos colonialistas y no solo eso, sino que nos han obligado a defenderla y a olvidar la nuestra. Nos han transformado en sujetos defensores de esa cultura dominante que nos oprime. Por eso es necesario y apremiante transformar la sociedad. Como diría Fidel Castro: «cambiar todo lo que tenga que ser cambiado» Y es aquí donde la organización política de índole revolucionaria juega un rol trascendente en la des-ideologización del pueblo, en desmontar el descoloniaje de la conciencia del militante y de la sociedad en general, a través de contenidos revolucionarios, de un sistema capaz de abordar de forma completa el entorno del militante.
Por ejemplo, el niño va aprendiendo desde su escuela inicial, es decir, la familia. Este núcleo es el primer espacio por antonomasia que tiene el niño para ir aprendiendo valores, principios morales, pero también aprenderá conductas amorales e inmorales dentro de ese núcleo familiar. Más adelante aparece la escuela y la sociedad y por ende terminan de moldear al niño a semejanza de esa sociedad imperante.
Por ello, es menester que nosotros nos ubiquemos en la realidad internacional, es decir, hablamos de un sistema globalizado, hablamos de un imperialismo y la mayoría de las veces los militantes no sabemos ni que es ese imperio, ni que es ese mundo globalizado y si nosotros no sabemos en el mundo que estamos viviendo y cuáles son las fuerzas que condicionan la actividad humana en ese mundo, pues nosotros no sabremos nunca lo que pasa a nuestro alrededor, ni las causas por lo que eso pasa, ni mucho menos podremos tomar medidas para mejorar, acondicionar o corregir muchas fallas. Así que nunca entenderemos como es que la sociedad en la que vivimos funciona y si no entendemos cómo funciona entonces estamos condenados a ser víctimas de esa sociedad, porque si no sabemos cómo funciona, tampoco sabemos cómo vamos a transformarla en una sociedad mejor, porque si no conocemos lo que tenemos, mucho menos podemos conocer cómo transformar lo que no conocemos.
Pero volviendo a la conceptualización de la moral, la cual establece que es una acción humana y que esa acción se vincula con el bien y con el mal. Ahora debemos entender qué es el bien y qué es el mal. Me explico: El bien a mi juicio es lo que es correcto, lo que es justo, lo que verdaderamente nos ayuda, se trata del bien que aplica especialmente a nosotros. No se trata aquí del bien Colectivo, del bien Divino, del bien Común, no. Se trata del bien desde el punto de vista político, desde cada organización política para con sus militantes. Porque el bien involucra el fin último y completo, entendiendo el fin último como la suprema felicidad social del ser humano, es decir, vivir bien. Solo eso. Porque el fin es el bien. Así como existe el bien, existe también el mal, con menos o mayor intensidad en el ser humano, puesto que va a depender de la influencia de la sociedad en cada ciudadano.
Pero cómo se relaciona el bien, los militantes y las organizaciones políticas. Veamos.
Es preciso tener en cuenta que todo conocimiento político y toda facultad ejercida por el hombre tienen un fin, y que este fin es el bien. El fin último de un partido político es la conquista del poder para gobernar y para lograr esa conquista el partido necesita de militantes y esos militantes a su vez, necesitan de un líder que los unifique en un objetivo común. Pero los militantes que participan en una organización política, siempre van en busca de algo, es decir, buscan el bien que no es otra cosa que el fin último y completo, la felicidad. Vivir bien. No se trata de militar en un partido por unas pacas de cemento, por unos cuantos bloques, por prebendas, por regalitos, no. Somos militantes de un partido porque compartimos un objetivo común, porque creemos en otra forma de hacer política y porque tenemos la posibilidad y la firme convicción de ayudar a nuestras comunidades. De transformar las relaciones sociales de producción. De convertir nuestro espacio de vida en un espacio más humano, más solidario, más humanista. Pero aún y con todo lo que implica somos seres humanos y como tal necesitamos satisfacer nuestras necesidades primarias básicas, como decía Ludovico Silva. Y más cuando en el partido que militamos logra conquistar el poder político. Es aquí donde el partido político, una vez alcanzado su fin último se preocupe por ayudar a alcanzar el fin último de sus militantes, porque los militantes le ayudaron al partido a alcanzar su fin último. Es una ayuda recíproca. Pero lo que sucede infinidad de veces es que una vez que la organización política conquista el poder político se olvida de sus militantes y quedan éstos relegados meramente para cuando hay elecciones. Por eso unos militantes gozan de la bonanza y otros arrastran la apatía y el desinterés.
Hay tres tipos de militantes, a saber:
Hay quienes hablan de militantes y militontos, refiriéndose al militante como un ciudadano comprometido con el partido y el militonto como una persona que está presente en todas las reuniones del partido para saber que saca para su beneficio personal. A mi juicio particular estas definiciones son totalmente erróneas. Hay tres tipos de militantes. Uno el militante astuto, zafrisco, aprovechador, falso, los perfectos camaleones; este tipo de militante nunca está en las reuniones que se hacen en el seno de las comunidades, con las patrullas socialistas del PSUV, en la UBCH, pero si está presente en las reuniones que se hacen en la gobernación con las altas autoridades del partido PSUV, jamás se involucra con el pueblo, ni camina junto a él. Siempre está por conveniencia, por sobresalir entre todos. También existe el militante pendejo o el militonto, pero con otro significado. Este tipo de militante es el que patea todos los días el cerro, es el que está junto al pueblo, al calor del pueblo, es el que recorre las calles llenando encuestas y censos y haciendo las tareas del partido, es el que se trasnocha haciendo reuniones con la comunidad, es el que está al pie del cañón para transmitirle los últimos lineamientos políticos al pueblo, es el que en un día de elecciones no descansa, no duerme y no come, muchas veces por estar pendiente de ir a buscar a los electores para que vayan a sufragar y sin embargo su trabajo de hormiga no se ve remunerado con nada. Y está el militante verdadero, comprometido con la causa revolucionaria, que sus acciones hablan por sí solas. Este tipo de militantes no necesita zalamerías, ni adulaciones; su trabajo es silencioso, pero eficaz y eficiente, pero a veces el militante astuto, el falso se viste con las prendas del militante verdadero para aparentar y escalar en las filas del partido y del gobierno. A esos los llamo la quinta columna. Porque cuando el partido conquista el poder político, se hace gobierno pues, y es a partir de allí donde se beneficia con prebendas, regalitos y adjudicaciones a el militante astuto, zafrisco y aprovechador, mientras que, al militante pendejo, el que se desgasta todos los días en el barrio, ni siquiera un vasito con agua le dan. Esto me recuerda a una experiencia que viví en un estado de Venezuela, a decir verdad, en un barrio muy populoso. Recuerdo que eran tres sujetos que en una elección presidencial estaban apoyando a un candidato del partido Acción Democrática y en su momento nos hicieron la vida imposible en la comunidad, nos pusieron estratagemas, triquiñuelas, trabas en la creación del Consejo Comunal, la Sala de Batalla Social y la Comuna y entorno al partido PSUV se burlaban de nosotros todos los días y que paso más adelante, bueno en unas elecciones de Concejales y Diputados, aparecieron ellos como candidatos abanderados por el PSUV. Ahora eran los chavistas del estado. Los chavistas más que Chávez. Y que resultó de esto, pues, que perdimos. Que se puede esperar de semejante puñalada al corazón de los militantes. Bueno el pueblo es sabio. La voz del pueblo es la voz de Dios dijo una vez nuestro Comandante Eterno Chávez. Y esto pasa porque a veces el partido no escucha a las mayorías de los militantes, en este caso a los militantes pendejos, a los que conocen cada centímetro de las comunidades; el partido prefiere escuchar a los militantes zafriscos, a los sobresalientes, a los perfectos camaleones, que ni siquiera conocen el patio trasero de su casa.
Por ello el verdadero militante tiene que pararse firme ante el partido y ante el gobierno, porque ellos siempre se aparecen en tiempos de elecciones con promesas quiméricas, entregando prebendas y regalitos, que al final resultan pañitos de agua caliente, que te sacan del embrollo por unos días y luego vuelves a ser el que eras, un militante desamparado por su partido. No nos dejemos absolutamente de nadie. Como dijo el Comandante Chávez: «no se dejen» ¿De quién? Bueno se los dejo a reflexión.