Tomo prestado el título de una de las obras del Maestro José Manuel Briceño Guerrero, quien, en nuestra modesta opinión, fue (y sigue siendo) uno de los más profundos pensadores venezolanos, desde la segunda mitad del siglo XX, para rotular las ideas que quiero exponer en este breve texto. Y, lo tomo prestado porque, los pueblos de América Latina y el Caribe están renovando la esperanza de que, a través del encuentro, puedan alcanzar el sueño del "buen vivir". Rememoro, en ese sentido, algunas de las ideas "cerebro y corazón", expuestas en la referida obra, que sintetizan lo que los americanos, que estamos juntados en la CELAC, queremos ser.
Cuando Briceño Guerrero se pregunta si, ¿existe Latinoamérica? Y, al respecto dice que: "Es interesante observar que la palabra Latinoamérica surge bajo la óptica y en el sistema lingüístico de los países imperialistas durante el presente siglo (el XX). Su significado es claro: Latinoamérica es la parte subdesarrollada del Continente Americano; su función dentro de la economía mundial consiste en suministrar materias primas a los países industrializados y consumir sus productos manufacturados".
Y, al afirmar que, "… sí existe esa parte subdesarrollada del Continente Americano, sí existe Latinoamérica como zona neocolonial y sí cumple la función indicada dentro de la economía mundial", nos está invitando a pensar, las américas de comienzos del siglo XXI, de una manera distinta a como se ha venido haciendo.
Recordemos que, llamarnos América, fue una decisión imperial de la corona española, en honor a Américo Vespucio, compañero de Cristóbal Colón en la aventura ultramarina de 1492. Recordemos que llamarnos América Latina o Latinoamérica, es un invento francés; que la autoría del término es atribuida a Michel Chevalier, quien, al decir del historiador chileno Miguel Ríos, en su libro: Eso que descubrió Colón, fue el ideólogo del panlatínismo, tesis política a partir de la cual se pretendía legitimar el expansionismo francés de Napoleón III, justificándolo como la "identidad cultural", entre ambos pueblos.
Por esa vía se nos desnaturalizó. Nos unificaron. Nos impusieron una identidad. Nos transculturizaron. En resumidas cuentas, al actuar de esa manera, las potencias imperiales, nos impidieron entender nuestra heterogeneidad de pueblo. Nos impidieron entender nuestra identidad como un proceso. Por ello, cuando se nos define como mestizos; y, se habla de nuestro sincretismo cultural, se hace desde una perspectiva reduccionista y racista. Ya que, por ser mestizos, somos atrasados, somos pobres, somos subdesarrollados; y, hasta incultos e incivilizados. Hay, incluso, quienes, desde una perspectiva neocolonizadora, sugieren que debemos seguir siendo dominados, para poder salir de nuestra incultura.
Debemos entender, de tal manera, que no somos una América. Que somos varias américas. En cuya heterogeneidad, aunque ello sea una paradoja, es donde debemos buscar el camino para nuestra unidad. Porque, "la unidad de Latinoamérica está en su heterogeneidad, en su diversidad irreductible a todos los niveles".
La integración, entonces, de los estados asociados en la CELAC, tiene que ser concebida como "la búsqueda de identidad y de existencia unitaria", en la heterogeneidad. Hay que elevar el ancla que nos mantiene atados a una discusión permanente, sobre lo que nos hace diferentes. Es hora de navegar, en mares tormentosos, es verdad, pero, con la mirada puesta en "las semejanzas", en lo que nos hace iguales, como pueblos.
A mí me parece, entonces, que lo que puede hacer diferente a la CELAC de otras experiencias de integración, es que su propósito esté dirigido a la búsqueda e interpretación del alma de los pueblos que la conforman. Búsqueda de un alma que, Gabriel García Márquez, nos invita a desentrañar en las crónicas que, el navegante florentino Antonio Pigafetta, escribió a su paso por nuestra América meridional. Ya que: "La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios".
*BRICEÑO GUERRERO, José Manuel (2014): El alma común de las américas. Mérida, FUNDECEM. Miguel Rodríguez Lorenzo y José Gregorio Vásquez, compiladores.