Maduro tomó la calle y no anda solo
El pueblo manda con Maduro… eso es seguro, no es una consigna, como algunos piensan. Es la reafirmación del objetivo más caro establecido en la Constitución Bolivariana, hacer realidad la participación y el protagonismo del PUEBLO. Para lo cual, la acción gubernamental ha sido colocada al servicio de, y para, el pueblo.
Es pertinente recordar que, en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela se establece, como mandato, el de "… refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural, en un Estado de justicia…", y que es en el PUEBLO en quien recae esa atribución.
Por lo que, para hacer realidad dicho mandato, "Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de derecho y de justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social, y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político", como se establece en el artículo 2, de nuestra Carta Magna. Por vez primera, en estos 213 años de vida republicana, el PUEBLO asume el rol de sujeto fundamental en la construcción de la PATRIA.
En Venezuela, la invisibilización del pueblo no fue simple casualidad. Ni siquiera una "omisión involuntaria", o un sobrentendido, como arguyen algunos de los constitucionalistas más "lucidos", de la Venezuela anterior a la V República. Cuando, al definir el sistema político venezolano como democracia representativa, afirmaban que en ella estaba incluido el pueblo de manera tácita. Construyeron una democracia sin pueblo; lo cual, es su propia negación. Muy lejos estaban del sentido político de la definición de Lincoln: "la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo".
Una mirada a nuestro proceso sociohistórico republicano, de manera particular al cuarto republicano, nos permite constatar como el pueblo venezolano nunca fue escuchado por quienes ejercieron el poder político y económico en la Venezuela de entonces. Y, nada es más consustancial con una verdadera democracia que el diálogo, el intercambio de pareceres, escuchar al otro.
Recordamos "La Juanbimbada" de Andrés Eloy Blanco. Poesía social, poesía popular, la han llamado algunos críticos literarios, con la intención de diferenciarla de otros estilos, de tan apasionante género literario. Juan Bimba, es la evocación que Andrés Eloy Blanco hace del hombre del pueblo: "Juan Bimba", "Juan Criollo", "Juan Pueblo" son tres denominaciones, con un mismo significado y un mismo significante: PUEBLO. De ese pueblo tantas veces despreciado, excluido, humillado, traicionado, engañado, vejado.
Al pueblo venezolano se le ha llamado: indio, negro, esclavo, salto atrás, blanco de orilla, zambo, mulato, denominaciones todas ellas a las que se pretendió darle justificación como identidad étnica. Adentrados a la "Venezuela moderna", coincidente con la llamada "Venezuela democrática", más exactamente a partir de los años sesenta, con el puntofijismo y su régimen partidocrático, la categoría pueblo fue sustituida por el uso de términos que denotaban una enorme carga peyorativa, un enorme desprecio. Se impuso el calificativo de "pata en el suelo", con el cual se identificaba al pueblo como un animal a la intemperie. En los años setenta se comenzó a hablar de los "tierrúos", a partir de entonces se produce la negación absoluta del pueblo como sujeto, reduciendo su presencia a la condición de materia orgánica.
La sociología, sobre todo la escuela francesa, nos legó como categoría de análisis, el concepto de "marginalidad social", en Venezuela se tergiverso su significado y comenzó a hablarse de la "marginalidad", como una categoría peyorativa, segregacionista y excluyente. A los ciudadanos del barrio, a los campesinos, a los negros, a los choferes, a los limpiabotas, a los vendedores de periódico, a las aseadoras, a los discapacitados, en fin, a quienes no compartieran la forma de pensar de la burguesía y las cúpulas partidistas, ni tuvieran sus bienes ni privilegios, se le llamó: "los marginales", concepto que se convirtió en un uso verbal profundamente despectivo, el cual se acompañaba de otros no menos soeces como: " ese cotizúo", "parece indio", "parranda de negros", "ese niche", "se le salió el barrio". Por lo que, ha sido tal el desprecio hacia el pueblo que, al Presidente Hugo Chávez, esa oligarquía económica y política lo llamó "mico-mandante", por su condición militar; por su origen mestizo y popular; por su actuar sincero, franco y sin cortapisas, estableciendo una suerte de sinonimia con el "mico-mono". Pues bien, estos son algunos de los términos con que la burguesía y el liderazgo político puntofijista, denominaba, y sigue denominando, al pueblo.
Hoy, de cara al proceso electoral del 28 de julio, la derecha fascista liderada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia recurre a los mismos adjetivos para descalificar y desmeritar al pueblo y al Presidente Nicolás Maduro. Prácticas, excluyentes y segregacionistas, a través de las cuales pretenden volver a invisibilizar al pueblo.
En la estructuración de dicha exclusión la burguesía y la oligarquía económica, se vale de las más diversas instituciones y prácticas, tanto públicas como privadas, generando una opinión publicada, lo cual no es lo mismo que opinión pública, a través del "decir y el pensar", como acción comunicativa. Pero, sobre todo, esa oligarquía, esa burguesía, representada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, demuestra su profunda condición racista. Es la misma conducta que siempre ha tenido "esa casta sangre azul", a lo largo de nuestro proceso histórico.
Pero, a ese pueblo, en 1999, con la elección del Comandante Supremo Hugo Chávez, le llegó la hora de su reivindicación como ser humano; de asumir su rol protagónico, como sujeto fundamental de la sociedad. A partir de entonces, el pueblo venezolano se visibilizó, se hizo sujeto fundamental de la sociedad, se hizo actor fundamental de la acción política nacional. Por lo que, cuando decimos: El pueblo manda con Maduro, esta frase no es una consigna. Es la reafirmación del objetivo más caro establecido en la Constitución Bolivariana, hacer realidad el protagonismo del PUEBLO, como sujeto fundamental de la sociedad; por tanto, actor principal de la Revolución Bolivariana. Por eso, MADURO TOMÓ LA CALLE Y NO ANDA SOLO.