El deterioro de Diógenes Escalante y el golpe de estado a Madina

En un país con tanto dinero cualquier cosa puede pasar, me comenta un amigo de más de 80, que ansía un cambio, y por no herir susceptibilidades, me imagino, se abotona la camisa y cubre la franela blanca de estreno, donde diviso unas letras azules de la MUD. Conversamos mientras esperaba que pasara el trasporte de letras verdes, para trasladarse hasta la concentración e incorporarse a la marcha, hoy inicia la campaña electoral, es 4 de julio de 2024. Me dice que en algunos meses el nuevo presidente la nombrará vicepresidenta, justo cuando estaba por abordar la unidad.

"Es una constante" –escribió Ramón J. Velásquez en sus Confidencias imaginarias con Juan Vicente Gómez– "que las ideas de cambio político nazcan siempre en Caracas y regresen a ella convertidas en poderosos hechos revolucionarios". Caracas, Ediciones Centauro, 1980, 6ª edición, p. 15.

"… sentado en un sillón con los pies descalzos apoyados en unos cojines, ausente, sin alma, la mirada irreversiblemente perdida. De su antigua elegancia no quedaba nada; (...) Había engordado mucho y perdido todo el pelo, parecía un buda que meditaba con los ojos abiertos, incapaz de mirar lo que tenía enfrente." Suniaga, 2008.

A la tercera no sería la vencida para Diógenes Escalante, a quien todos los factores de poder le habían dado su confianza y en quien estaban cifradas todas las esperanzas, para que de una vez se resolvieran pacíficamente los conflictos que se arrastraban desde 1830 por parte de los césares o gendarmes necesarios según los positivistas, bajo la hegemonía militarista frente a los civiles. Se suponía que era llegado el momento cuando el presidente Medina Angarita, el último de los gomecistas en el poder, lo cedería con la investidura del Doctor Escalante como presidente de Venezuela para el período 1946-1950. Se proponía según sus biógrafos usar los recursos petroleros para el progresivo avance del país y lo modernizaría desde la democracia que había conocido de cerca como diplomático; o era lo que todos apostaban que ocurriera. Pero un giro inesperado del destino, o la pirueta siempre acechante del azar resolvieron truncar sus aspiraciones tantas veces acariciadas, cuando un cuadro demencial temprano desbordó su personalidad, y estando a punto de lograrlo, lo alcanzó una perturbación mental, que lo fulminaría agravado por los electrochoques que le aplicaron en los Estados Unidos, que lo extraviarían para siempre de este mundo y ya no sería quien fue. Se truncaron sus planes y los proyectos que en él se habían depositado y el de los actores principales y factores en aquel año 45, de especial significación para la historia política, social y económica de la nación postgomecista.

Aquel caso aún poco escrutado por la historiografía dejó muchas grietas, hechos que en tales circunstancias aparatosas y frágiles para la estabilidad del régimen en el poder, van a precipitar los hechos al fragor de los que aspiraban alcanzar en breve el control del Estado. Se hilan incluso teorías de la conspiración, por quienes osan profundizar más en el análisis, a la sombra de los detalles y el sigilo con que se urdió la trama que no ha podido se deshilvanada con todo rigor, ante el secretismo de los datos respecto a aquél incidente que deja más dudas que respuestas. La situación era apremiante, muchos los intereses, y bastante los capitales en juego, que era como se perfilaban los hechos en el Estado nación que ya jugaba en las ligas mayores de la economía mundial, el petróleo era la palanca, y la guerra de posicionamientos el fin, donde Venezuela ocupaba un sitial entre los principales productores y exportadores, apoyado por los trust ingleses y norteamericanos, lo que hacía perentorio continuar con lo que había iniciado el país con Juan Vicente Gómez. Tanto Eleazar como Medina lo continuaron impulsando, esto agrega más ingredientes al asunto en desarrollo, en la trama urdida entre los partidarios de mayor libertad y de quienes no querían aflojar las riendas atadas a las manos firme y férreas, que pusieron en cintura a las masas, y no permitieron el asomo de los comunistas, pese al PCV y a los socialdemócratas de AD. Los caudillos, terratenientes y gamonales, la oligarquía que frugalmente hacía sus grandes negocios con anuencia del gobierno y los capitales privados y las élites beneficiadas durante el gomecismo; sin la participación ni el protagonismo del pueblo. Lo que sí era inevitable eran los decididos cambios latentes que emergían de las catacumbas de La Rotunda donde las había mantenido la dictadura y los regímenes de la transición nacida en la década de los 30, que paulatinamente se fueron despojando del autismo bajo el terror de la Sagrada, y la presión internacional ya establecido en Nuevo Orden Mundial, y repartido los dos hemisferios entre los rusos y norteamericanos propiciando la entente con la guerra fría, y la amenaza de las reacciones nucleares como disuasivos letales para las naciones enfrentadas.

A Gómez le había interesado su paisano tachirense Escalante ante la renuncia de Juan Bautista Pérez, en 1931. López Contreras lo consideró, pero «los generales le impusieron un militar», a Isaías Medina Angarita en 1940. Y éste al barajarse varios nombres y proponentes, propuso a Diógenes Escalante por su alto perfil con el consenso de los opositores en 1945; y como lo que era igual no era trampa, Betancourt, Leoni, también lo aclamaron como el hombre idóneo para despejar el ambiente de tensión, y la oportunidad de salir de la encrucijada con rumbo hacia la democracia, la situación la pintaban calva. Medina lo convocó y los adecos lo visitaron en Washington, mientras en los cuarteles la movilización de las tropas no cesaba, la procesión iba por dentro, los jóvenes oficiales, como los de la Generación del 28, ya más curtidos en las lides políticas, también presionaban por el salto cualitativo tan esperado en el país, donde el estimado demográfico era de unos 3.850.771 habitantes, según censo de 1945, y en tres lustros llegará a los 7.523.999 habitantes. Aunque era un desconocido para el pueblo llano, Diógenes Escalante pertenecía a la élite caraqueña, y entre los actores del poder entre los tachirenses del gomecismo. Alto, de porte elegante, culto, trabajador, metódico, detallista, practicante de lo que predicaba, era como la gente actuaba en aquella época. Su secreto, combinar lo grande sin obviar los pequeños detalles, ni descuidar las cuestiones elementales.

Su impecable apariencia personal y pública era su tarjeta de presentación, "(…) en Washington, a donde llegaban dignatarios de todas partes del mundo, nunca vi a alguien más elegante y distinguido. (…) sabía ser amable en el trato con las personas, en particular con las damas. Un auténtico caballero…" Ordóñez apunta Suniaga: "Al Doctor Escalante le iba bien con las mujeres porque las trataba con mucho tacto y delicadeza. En Londres, me contó una vez, tenía un garçonniére, un apartamentico de soltero donde, de cuando en vez, invitaba a las damas (…) en eso era extraordinariamente discreto." Rasgos personales característicos del hombre de mundo, resaltaba su inteligencia, hábil diplomático, formado intelectualmente, un don juan, que tuvo un amor prohibido con Miss Mathews, de quien se enamoró apasionadamente, mucho mayor que ella, sus recuerdos le acompañaron en su vida afectiva y nostálgica.

El político que había en Escalante le impulsaba a llegar a la presidencia, y poner en marcha sus proyectos modernizadores, con elecciones libres, constitucionales; nacionalizar la industria petrolera y el beneficio de todos y todas. Muy cercano a Truman, respetado por mandatarios, militares y civiles en el mundo que lo conocía, un género de ungido que llevaría al país pacíficamente a la democracia, y dejar atrás los difíciles años de dictadura gomecista.



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Franco Orlando


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