Tomamos prestada esta frase que, la juventud contestataria del mayo francés (1968), plasmó en una pared de la comuna de Nanterre, ciudad que alberga a la Universidad de París X cuya autoría es atribuida al extraordinario artista francés Antoine Artaud. Frase a partir de la cual podemos formular un conjunto de reflexiones acerca de la realidad del presente. Así tenemos que, cuando Artaud habla del hombre no lo hace a partir de la definición de Homo Sapiens, habla de hombre-pueblo. Y, cuando habla del mundo no hace referencia al globo terraqueo como espacio fisico, refiere al capitalismo como sistema-mundo.
En los años sesenta de la centuria pasada se instaló una nueva forma de hacer política. Emergieron los movimientos sociales como nueva forma de organización ciudadana. La oposición y condena de las guerras en Vietnam, Laos, Cambodia y Argelia; la Revolución Cubana; las rebeliones juveniles de París, Berkeley, México, Trento, Roma, Berlín y Tokio; la emergencia del Black Power; el Movimiento Hippie; los Movimientos por la Paz, las feministas y la defensa del medio ambiente; la prédica antiracista de Malcon X, Angela Davis y Martin Luther King; la irreverencia de The Beattles; la negación de Clasius Clay de ir a la guerra de Vietnam; la insurrección armada en América Latina; la Teología de la Liberación; La Teoría de la Dependencia; la consolidación de la escuela de Frankfurt; el pensamiento político radical de Jean Paul Sartre, Herbert Marcuse y Regis Debray; el cuestionamiento de la invasión a Checoeslovaquia, fueron –entre otros- movimientos sociales que tuvieron como signo común la lucha por la paz, la libertad y la justicia social.
Fueron éstos movimientos poseedores de una enorme carga política de cuestionamiento al sistema capitalista. Fueron movimientos sociales que desnudaron al capitalismo, mostraron sus disfunciones, lo presentaron como un sistema anormal, absolutista y hegemónico. Por vez primera, el sistema capitalista internacional se vió amenazado, quedó en evidencia su vulnerabilidad.
Como era de esperar, estos movimientos, fueron condenados por los sectores defensores del stablishment, quienes los juzgaron como movimientos anti-rracionalistas. Y, de parte de sectores de izquierda, todavía influenciada por los postulados de la III Internacional Comunista, se les calificó de movimientos pequeño-burgueses. Ni los unos ni los otros lograban entender la dimensión de los mismos.
Desde finales del siglo pasado, el espíritu de los años sesenta recorre al mundo. El orden mundial heredado de la guerra fría colapsó. Rusia y China lo entendieron en toda su dimensión; de allí, el proceso de transformación y redimensionamiento de su sistema económico, político y social; de allí, su nueva manera de insertarse en el concierto internacional de naciones. De manera contraria, Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europa no lo entendieron y, lo que es peor, se niegan a entenderlo, creen que le pueden seguir hablando al mundo desde una condición hegemónica que ya no tienen.
Necesario es tener presente que la crisis económica que vive Estados Unidos es una crisis sistémica, estructural del capitalismo como "sistema mundo", como la han calificado, entre otros, Inmanuel Wallerstein, Noan Chonsky y Jeffrey Sachs. Por lo que, tanto republicanos como democrátas, saben bien que no podrán superarla desde dentro, porque su aparato productivo no tiene capacidad para reactivar la economía; y, saben que la capacidad productiva de Europa, la cual es su nuevo patio trasero, tampoco la tiene. Situación que los obliga a recuperar y hacerse de nuevas áreas de influencia a partir de las cuales logren restituirse como bloque de poder hegemónico. América Latina y El Caribe es una región fundamental para alcanzar este objetivo. Recordemos que la Doctrina Monroe sigue viva.
En Venezuela, con la llegada de Hugo Chávez al poder, se dio inicio a un profundo proceso de revisión y redimensionamiento de la transformación social, económica y política: la Revolución Bolivariana es su parto. Proceso revolucionario que nos ha convertido en enemigo para el sistema capitalista internacional.
Saben bien los gobernantes estadounidenses que para lograr sus objetivos necesitan dominar a Venezuela. No solo por las reservas petroleras que posee; sino, por la enorme cantidad y diversidad de riquezas naturales que poseemos, muchas de ellas son fundamentales para la modernización y reactivación de su aparato productivo. A lo cual, debe añadirse nuestra ubicación geográfica, la que nos confiere una envidiable ubicación geoestratégica. Necesita, asimismo, el sistema capitalista internacional, para su reconstitución como potencia hegemónica, impedir el avance de las relaciones económicas, políticas y diplomáticas que China y Rusia han venido cultivando en la región. Ello explica los planes que, los gobiernos supremacistas de Estados Unidos y sus adlateres, han puesto en ejecución para la desestabilización política de los gobiernos de los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
El gobierno de Joe Biden y el gran capital financiero han diseñado una nueva estrategia para darle continuidad a ese propósito. Han creado un conflicto entre Venezuela y Guyana por la posesión del Esequibo. El cual no es solo por la existencia de petróleo en la fachada atlantica de ambas naciones. Sino porque, al hacerse Guyana posesionaria como unica propietaria del área referida, nos cerraría ese canal de navegación impidiendo que podamos seguir manteniendo el relacionamiento comercial con China y Rusia, así como también con Corea del Sur, India, Turquia, Iran y otras naciones a quienes vendemos nuestros hidrocarburos y otros recursos naturales; y, de las que importamos buena parte de las materias primas, alimentos y medicinas, para el abastecimiento del mercado nacional. Para lograr su objtivo, el gobierno de Estados Unidos está convencido que necesita establecer en nuestro país un gobierno titere que le permita cumplir su cometido de restablecerse como potencia hegemónica. Edmundo González Urrutia es el especimen perfecto para cumplir esa función.
Por ello, las elecciones del 28 de julio próximo no son un proceso electoral más. Con ellas nos jugamos la sobrevivencia de la Revolución Bolivariana. Con ellas nos jugamos nuestra condición de nación libre y soberana. Con ellas nos jugamos la posibilidad de redimirle al venezolano su condición de ser humano. Con ellas nos jugamos la posibilidad de impedir que América Latina y El Caribe sean convertidos de nuevo en el patio trasero del imperio. Con ellas está en juego la consolidación del mundo multipolar y el establecimiento de un relacionamiento internacional signado por la igualdad, el respeto, la franqueza, la amistad y la fraternidad entre las naciones del mundo. Con ellas nos jugamos la paz de Venezuela y del mundo.
Reflexionemos, entonces: No es el hombre, ni es el mundo el que se ha vuelto anormal, es el capitalismo neoliberal que en su afan fagocitador quiere volver a dominarlo.