Me dicen que cuando María Corina llegó a la Plaza del Rectorado de la Universidad Central (UCV) el domingo pasado, se quedó absorta. Esto no puede ser, le dijo a Edmundo. Si habíamos logrado destrozarla con la ayuda de los manitas blanca quienes contaron con el total apoyo de Cecilia, mírala como está, vuelve a lucir su belleza, esplendorosa, de nuevo se respira aire académico, los "bachis" recobraron su Don de ucevistas. NO. Esto no podemos permitirlo. Tenemos que hacer algo y urgente. Y, Edmundo, cuya cabeza andaba dando vueltas no se sabe por dónde, le respondió: creo que debemos hacer lo mismo que hicieron los adecos -en su primer gobierno de la cuarta república- con las obras de Pérez Jiménez. Debemos abandonarlas, no darles mantenimiento, que el sol y la lluvia actúen en favor de su destrucción. No podemos permitir que los moradores del Alma Mater recuerden que fue el gobierno de Nicolás Maduro quien recuperó sus espacios físicos y sus obras de arte.
Excelente idea le dijo María Corina a su arlequín. Además, en nuestro plan de gobierno establecemos que la Educación, en todos sus niveles, va a ser privatizada. Eso de Universidad autónoma y popular hay que acabarlo. Hay que sacar de la memoria de los ucevistas a José María Vargas, Francisco De Venanzi, Rafael Pizani y Jesús María Bianco. Cuando María Corina nombró a Bianco, Edmundo recordó sus años de estudiante.
Te comento que en ese empeño tenemos muchos años, le dijo. Recuerdo que cuando Rafael Caldera asumió la Presidencia de la República en 1969, en la dirección universitaria de COPEI nos propusimos acabar con ese modelo de universidad. Un primer intento fue a través de la "Operación Kanguro" el 31 de octubre de 1969, fracasamos, pero no desistimos de la idea. Recuerdo, asimismo, que a comienzos de octubre del año 1970, en el cafetín que está frente a la puerta principal de la Facultad de Derecho, nos reunimos Gustavo Tarre, Delfín Sánchez, José "pepe" Rodríguez Iturbe y yo, para intercambiar ideas sobre cómo apoderarnos de la Universidad. Resolvimos solicitarle al Presidente Caldera su allanamiento militar, bajo el pretexto de que era una guarida de comunistas, hecho que se produjo el día 25 de ese mismo mes. Por un año cerramos la Universidad, tampoco logramos el objetivo trazado. Pues, esas iniciativas tenemos que retomarlas, le respondió María Corina. La voz se le quebró, no de sentimiento; sino por la rabia y el odio que siente de saber que la UCV siempre será una voz viva que reclama justicia. Debemos tener cuidado, Edmundo, de que vuelva a ser la "Casa que Venza las Sombras", tenemos que doblegarla como sea, aunque tengamos que cerrarla definitivamente.
El pasado domingo dieron una muestra de sus planes de imponer sus sombras oscuras, tétricas, lúgubres y luctuosas. En un acto de soberbia desacataron la Resolución emanada del Rector Víctor Rago, de no permitir el uso del espacio de la Plaza de Rectorado para un acto político. Al hacerlo violaron su autonomía que es el Don más preciado que tienen nuestras universidades. Como académico y hombre de la cultura, el Rector Rago, sabía los riesgos que corrían los murales de Osvaldo Vigas y las esculturas de Narváez, entre otras obras de arte que llevaron a la UNESCO a declarar la Ciudad Universitaria Patrimonio de la Humanidad.
Los ucevistas en un acto de dignidad no los acompañaron. Lo que no saben María Corina y Edmundo es que el espíritu de la generación del 28 y la memoria de Eutimio Rivas siguen vivo. Y que, la boina azul sigue siendo el estandarte que nos identifica. No logran entender por qué los ucevistas seguimos cantando: ¡Y Sacalapatalajá!
*Véase: Fiebre, novela de Miguel Otero Silva.