Más allá de las elecciones del 28 de julio (XII)

Un futuro lleno de esperanza

Cuando los Partidos Políticos anunciaron la selección de sus candidatos a la Presidencia de la República, hace más o menos tres o cuatro meses, para el chavismo la situación electoral era de una gran complejidad. La secta, apátrida y fascista de la extrema derecha había posicionado, en la opinión pública nacional, una imagen de éste que lo presentaba como una fuerza política en decadencia. Hubo quien llegó al extremo de hablar de la muerte del chavismo. Alegrías de hoy, pesares de mañana. Poco tiempo disfrutó esa secta, formada en "Tradición, Familia y Propiedad", su alegría.

María Corina, quien sabiendo que, por razones judiciales, no podía ser candidata se impuso en unas elecciones primarias de una parte de la oposición, en la cual no participaron ni dos millones de venezolanos, se erigió en la "dama de hierro" del sector más derechista, apátrida y fascista, del mismo. A todo el que se le atravesó, lo mandó para el sepulcro. No pudiendo inscribir su candidatura ante el CNE, impuso y cuestiono a quien ella quiso. Así, se buscó a Corina Yoris y, por razones que nadie conoce, a los días se deshizo de ella. Lo mismo ocurrió con Manuel Rosales, quien después de haber inscrito su candidatura, María Corina le impuso renunciar a la misma. Del Departamento de Estado y de la CIA, le enviaron el nombre de Edmundo González Urrutia quien, al decir de esas instituciones del gobierno estadounidense, con absoluta obediencia cumpliría las órdenes e instrucciones emanadas de dichos organismos.

María Corina desprecia la capacidad política del venezolano, demostrando, de tal manera, su ignorancia sobre él. No sabe que este tiene su propia forma de comunicarse, su propio idioma; que él, en sí mismo, no es un peligro, por tanto no debe seguir siendo alejado, colocado distante de las esferas de la toma de decisiones. Lo sigue considerando con desdén, desde una perspectiva de superioridad. No ha logrado entender que, el pueblo no puede seguir siendo visto desde una perspectiva reduccionista. Que éste, como hacedor de cultura, es lo más amplio, lo más heterogéneo, lo más diverso y a su vez lo más único que existe sobre la faz de la tierra. En definitiva, para María Corina y su secta, el pueblo no es el sujeto fundamental de la sociedad, tiene de él una visión utilitarista, lo considera un objeto que puede ser usado solo cuando lo necesita.

Y, desde una mirada distinta, Nicolás Maduro conoce al pueblo venezolano. Salió de él, fue parido en él, es parte de él. Por eso, cuando habla y se comunica con el pueblo lo hace con naturalidad. Se hace entender y lo entiende. Conoce sus aspiraciones de vivir mejor, es su abanderado.

Y, es que Nicolás Maduro entendió, desde su inicio como militante revolucionario, que lo que distanciaba a la izquierda del pueblo venezolano no era solo la acción de la derecha; la que, con su inmensa capacidad de manipular la opinión pública le impedía avanzar y hacer permeable el mensaje revolucionario por el pueblo. Por lo que, uno de los mayores retos que tenían las fuerzas impugnadoras del capitalismo subdesarrollado y dependiente venezolano residía, precisamente, en achicar ese distanciamiento.

Entendió que, el "poder cultural" fraguado por la burguesía nacional, como clase dominante, le había permitido crear una "falsa conciencia", a través de la cual se hizo creer que su proyecto económico, político y social era el de toda la nación. En otras palabras, la irreverencia de su accionar político siempre ha estado fundada en el principio de que, lo que ha determinado que el pueblo asuma como suyo el discurso de la burguesía, discurso que llevó a los venezolanos pobres a no aceptar el socialismo, porque, en éste a <>, siendo que, excepto del hambre, de nada más podía ser despojado, había sido la causa del distanciamiento de la izquierda con el pueblo, su no comprensión de los problemas que esté tenia: por lo que, un movimiento revolucionario para ser tal, debe estar estrechamente relacionado con él.

Basta oír los discursos de Nicolás o conversar con él, para constatar la fuerza y la lealtad que asume ante los principios. Ser de izquierda no es una posición espacial, mucho menos temporal. Ser de izquierda es una conducta de la vida y para la vida. Por ello, el planteamiento revolucionario tiene que tener como propósito sustituir el poder cultural creado por la burguesía en función de sus intereses.

De allí, la interrogante de: ¿Cómo abrir un camino hacia el poder en esta difícil y conflictiva Venezuela contemporánea? La respuesta no la encontraremos sino la buscamos en nuestra propia realidad de pueblo. Proceso qué no puede estar signado por conductas burocráticas, de vanguardismo voluntarista, ni dogmáticas. Sino de cambio dentro de una permanencia, verdaderamente dialéctica. Y aquí reside, precisamente, el éxito político que acompaña a Nicolás Maduro en su gestión gubernamental.

Haber logrado constatar que, en todo proceso histórico, el diseño de una determinada estrategia revolucionaria para la toma de decisiones fácticas debe ser trazado, de manera inseparable del momento que se vive, que éste es la base para darle concreción. Haber entendido que a los problemas generados por la guerra económica, el bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales debíamos encararlos a partir de dicho planteamiento estratégico. Haber llegado a la conclusión de que era necesario un estudio profundo de la situación vivida, que fuese más allá de la tradicional conducta voluntarista y dogmática con que han sido percibidas algunas coyunturas de este tipo; decían que era necesario formular una estrategia revolucionaria que permitiera salvar la Revolución Bolivariana. Proceso para el cual era necesario diseñar una nueva manera de relacionarse con el complejo tejido social de nuestro país. Que era necesario establecer nuevas políticas de alianzas estratégicas con los mismos. De avances y repliegues tácticos, que hagan posible la superación de la situación que vivimos. Para lograrlo, era necesario superar las simplificaciones y la superficialidad analítica a que conducen dichas desviaciones políticas.

Estrategia ésta que fue diseñada y comenzó a implementarse a partir del año 2022. Dos años después el éxito de la misma está a la vista. La paz ha retornado a nuestra Patria; la convivencia y la fraternidad se han apoderado nuevamente de las relaciones entre los nuestros; la familia vuelve a reconstituirse en núcleo fundamental de la sociedad; se ha reactivado el aparato productivo nacional, somos la economía de mayor crecimiento en el hemisferio, hemos derrotado la inflación y el desabastecimiento de los productos que conforman la canasta básica, para solo citar algunos avances experimentados a partir de la reformulación y redimensionamiento del Proyecto Nacional. El Plan de las Siete Transformaciones (7T), es el brazo ejecutor de dicho proceso.

Pues bien, el Presidente Nicolás Maduro, consciente de los peligros que acechan a la Revolución Bolivariana, decidió tomar -de manera directa- las riendas de la conducción del Plan Transformador. Convirtió la campaña electoral en una tribuna para la comunicación directa con el pueblo venezolano. Atendió los reclamos de éste; y, ordenó, de manera enérgica y con mucha autoridad, a los funcionarios de su administración la solución de los mismos o, en caso contrario, depusieran el ejercicio de los mismos.

Por si esto fuese poco, bajó a las bases del PSUV para revisar en profundidad el funcionamiento del mismo. El estado de los 1x10, a estos los transformó en 1x10x7, en honor al Presidente Hugo Chávez, el Soñador Mayor de la Revolución Bolivariana. A las UBCH y demás órganos del poder popular, las sometió a un profundo proceso de revisión y evaluación. Todo ello, convencido de la necesidad de corregir "entuertos", para salvar la Patria libre y soberana que estamos edificando.

Nicolás Maduro confía en el pueblo venezolano y éste confía en él. Se ha establecido, entre ambos, una suerte de simbiosis que resulta difícil encontrar fronteras entre ellos. Es esa alianza indisoluble por identidad recíproca, la que nos permite afirmar que no albergamos ninguna duda de que Nicolás Maduro, el próximo 28 de julio, será reelecto como mandatario nacional. A partir de entonces, la Revolución Bolivariana entrará en una nueva fase para su consolidación. Encontrar los mecanismos que nos permitan darle viabilidad a la instrumentación práctica del Plan de la Patria y las 7T es el reto que vamos a enfrentar. Para viajar en ese tren yo ya compre mí boleto, convencido de que el FUTURO de nuestra Patria está lleno de esperanzas las que, con Nicolás Maduro, haremos realidad.



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Nelson Pineda Prada

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.

 npinedaprada@gmail.com

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