Alquimia Política

El Amor y Marx

Hay dos tipos de personas que hacen mucho daño a la humanidad: los engreídos y soberbios que ven en los títulos nobiliarios su única razón de existencia, amasando grandes fortunas que la vida biológica no les permitirá disfrutar; y los que carecen de las emociones y sensibilidad que da el verdadero amor para compartirlo con sus semejantes y crecer con ellos de manera permanente y trascendental.

El referente más hermoso y grande que la humanidad tiene del amor, es la presencia de la intencionalidad desde lo espiritual y lo físico, que se hace y se transforma en la medida que es correspondido, cuidado y respetado. No puede existir nada que no gravite entorno del amor, es impensable ser un buen ciudadano sino se expresa amor a la vida, a la los seres que nos contagian de esperanza y nos reafirman la fe y la grandeza de existir más allá de cualquier vicisitud o circunstancia.

Decía el físico alemán Albert Einstein (siglo XX), en una misiva enviada a su hija Lieserl, que por favor sirviera ella de difusora de la verdadera razón de la existencia humana que es el amor. Argumentaba Einstein que hay una energía extremadamente poderosa, para la que, hasta ahora, la ciencia no ha encontrado una explicación formal; es una fuerza, le relata, que incluye y gobierna a todas las otras y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo, y que aún no ha sido identificada por nosotros. Peor aún, ha sido vilipendiada, burlada y despreciada por muchos científicos y médicos del mundo. Esta fuerza universal es el amor.

Einstein le recalcaba a su hija que los científicos estaban en una búsqueda permanente por una teoría unificada del universo, y ha sido tan inmensa esa búsqueda que han revisado hasta debajo de las piedras pero olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas: el amor, que es la luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. Puntualiza Einstein, el amor es gravedad, porque hace que las personas se sientan atraídas por otras. El amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor, continúa el científico escribiéndole tiernamente a su hija, revela y desvela y se vive y muere por él. El temor, el mal humor, la ira, la ofensa y la venganza son actitudes contra el amor. El amor es Dios y Dios es amor. La astucia, la sagacidad, la picardía y la habilidad con el manejo de la maldad no es inteligencia; ésta no es humana, es divina, porque solamente funciona cuando contiene amor.

Otro alcance de Einstein en su misiva, es que alcanza explicar el amor con su propia y complicada teoría física, diciéndole a su hija: "para dar visibilidad al amor he hecho una simple sustitución en mi ecuación más celebre; si en lugar de EC=Mc2 aceptamos que la energía para sanar al mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión que el amor es la fuerza más poderosa que existe porque no tiene límites…(No) estamos preparados para fabricar una bomba de amor; un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asola al planeta"; pero cada persona lleva en su interior una llama incandescente y poderosa que genera amor y cuya energía espera ser liberada. Advierta el lector la capacidad del científico para explicar el amor a su joven hija a través de la teoría de la relatividad, y adaptarla a su mentalidad.

Einstein cierra su misiva diciéndole a su hija Lieserl: "Me duele mucho hija, que no haya sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida; quizás sea demasiado tarde para pedir perdón, pero todo es relativo y necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a mi última respuesta; sólo por amor será salvado el amor".

Valga acercarnos, desde esta perspectiva de Einstein, a las sabias ideas que Karl Marx, en su siglo XIX, alcanzó develar acerca del "amor". Marx reflexionó sobre el amor en el contexto de las relaciones sociales y económicas de su tiempo, abordándolo como un fenómeno social más que como una experiencia puramente individual o mística; a lo largo de su obra, Marx argumentó que el amor, al igual que otras relaciones humanas, puede ser "invertido, cosificado y enajenado" en una sociedad capitalista, donde las conexiones emocionales se ven afectadas por la mercantilización de las relaciones.

Marx sostenía que el amor no es una entidad abstracta, sino que está arraigado en las condiciones históricas y sociales; el amor en la sociedad burguesa se presenta a menudo como una relación superficial y materialista, donde las emociones se reducen a transacciones económicas.

En su opúsculo "Manifiesto Comunista", Marx, escrito conjuntamente con Engels, señala que "la burguesía ha arrancado su velo sentimentalmente emotivo a las relaciones familiares y las ha reducido a meras relaciones dineradas".

Si buscamos en la vida personal de Marx, encontramos que él experimentó el amor de manera intensa; su relación con Jenny von Westphalen (1814-1881), le decían "Jenny", escritora​ y pensadora política prusiana, fue fundamental; él la consideraba la mejor parte de su vida, a pesar de los desafíos económicos y personales que enfrentaron, sus cartas y poemas revelan un lado romántico y sensible de Marx; le expresó un profundo afecto describiendo su amor con una intensidad lírica que contrasta con su imagen pública como teórico serio.

Marx, a todas estas, criticó la idealización del amor que prevalece en la cultura burguesa, argumentando que esta visión deshumaniza las relaciones interpersonales; el amor, a su juicio, debería de ser una expresión auténtica de conexión humana, pero se ha convertido en una forma de alienación en un sistema capitalista que prioriza el intercambio material sobre los vínculos emocionales genuinos.

Pero para entender las profundidades del sentimiento del amor que sentía Marx, es necesario leer a Marx, sobre todo en esta breve misiva dedicada a su Jenny:

"Para Mi amado corazón: Te escribo de nuevo porque estoy solo, y me molesta tener que conversar siempre contigo en mis pensamientos sin que sepas nada de ellos, me escuches o puedas siquiera responderme. Tu retrato, por malo que sea, me es de gran consuelo, y ahora entiendo por qué incluso las vírgenes negras, los retratos más reprobables que cabe imaginar de la Madre de Dios, han podido encontrar tan fogosos adoradores, y casi más admiradores que los buenos retratos. De cualquier forma, ninguna de esas imágenes negras de la virgen ha sido nunca más besada, contemplada y adorada que tu fotografía, que si bien no es negra, no deja de ser sombría y no refleja en absoluto tu encantador rostro, tan atractivo, tan tierno, tan dolce. Sin embargo, yo corrijo los rayos de sol que han sido tan malos pintores, y descubro que mis ojos, dañados por la luz de las lámparas y el tabaco, pueden a pesar de todo pintarte mejor, no solamente en sueños sino también cuando estoy despierto. Y ahí estás, delante de mí, en carne y hueso, te tomo en mis brazos, te cubro de besos de la cabeza a los pies, me arrodillo ante ti y suspiro: Señora, os amo. Y os amo de verdad, más de lo que el Moro de Venecia haya amado jamás.

"El mundo, pérfido y perezoso, representa todos los caracteres humanos a la medida de su perfidia y su pereza. ¿Quién de mis numerosos detractores y venenosos adversarios me ha reprochado una sola vez mi vocación por interpretar el papel de los galanes en teatros de segunda categoría? Y sin embargo, es la verdad. Si esos canallas hubieran tenido valor, habrían representado de un lado «las relaciones de producción y de intercambio» y del otro a mí, postrándome a tus pies. Look to this picture and to that —habrían escrito al pie del lienzo—. Pero esos cretinos son idiotas y seguirán siéndolo, per secula seculorum.

"Una ausencia temporal es siempre beneficiosa, pues, en una proximidad recíproca, las cosas no se diferencian sino que más grandes cartas de amor bien tienden a parecerse. Incluso torres próximas una a la otra parecen enanas, mientras que lo pequeño y familiar, contemplado de cerca, cobra cada vez más volumen. Así son las pasiones. Los pequeños hábitos que, por el hecho de su cercanía, se apoderan de uno y adquieren un cariz pasional, desaparecen en cuanto el objeto inmediato se aparta de la vista. Las grandes pasiones que, debido a la proximidad del objeto, adoptan la forma de pequeños hábitos aumentan y retoman su dimensión natural bajo el mágico efecto de su alejamiento. Así sucede con mi amor. Basta con que tu imagen se desvanezca en un simple sueño para que sepa inmediatamente que el tiempo no ha servido a mi amor sino para aquello para lo que sirven el sol y la lluvia a las plantas: para agrandarlas y hacerlas crecer. En cuanto te alejas, mi amor por ti se revela tal cual es: un gigante que concentra en sí mismo toda la energía de mi espíritu y todo el ardor de mi corazón. Vuelvo a ser hombre porque vivo una gran pasión, y esa dispersión a la que nos arrastra el estudio y la cultura moderna, así como el escepticismo que fatalmente nos lleva a denigrar todas nuestras impresiones subjetivas y objetivas, no sirve más que para hacer de todos nosotros criaturas insignificantes y enclenques, quejosas y timoratas. Por el contrario, el amor, pero no por el hombre de Feuerbach, ni por el metabolismo de Moleschott, ni tampoco por el proletariado, sino el amor hacia la amada y especialmente hacia ti, permite al hombre volver a ser hombre.

"Vas a sonreír, querida mía, y te preguntarás cómo he podido desarrollar de golpe toda esta bella retórica. Pero si pudiera estrechar contra mi pecho tu tierno corazón puro, me callaría y no diría una palabra más. No pudiendo utilizar mis labios para besarte, lo hago con mi lengua y mis palabras. Tuyo, Karl."

Si valoramos la misiva de Marx, estamos ante una carta de amor donde se entrelazan sentimientos profundos y reflexiones sobre el amor y la ausencia; el tema central es la soledad y la conversación interna; Marx inicia su carta expresando su soledad y el deseo de comunicarse con Jenny, lo que refleja una lucha interna entre la realidad de su ausencia y la necesidad de compartir sus pensamientos. Este anhelo por el diálogo resalta la importancia que tiene para él el vínculo emocional con ella, sugiriendo que su amor trasciende la distancia física.

Para Marx, el retrato de Jenny que tiene, le ofrece consuelo, comparándolo con las imágenes de vírgenes negras que, a pesar de ser consideradas imperfectas, encuentran devotos admiradores. Esta metáfora implica que, aunque su fotografía no capture completamente su esencia, sigue siendo un objeto de veneración para él. La idea de corregir los defectos de la imagen refleja su deseo de idealizar a Jenny en su mente. Marx argumenta que la ausencia temporal puede ser beneficiosa, ya que permite que las pasiones se amplifiquen. La distancia transforma su amor en algo más grande y poderoso, describiéndolo como un gigante que concentra toda su energía. Este pensamiento se relaciona con la noción romántica de que el amor verdadero se fortalece en la separación.

Como evita Marx, a pesar de su inmenso amor humano y carnal, descuidar el sentimiento del amor en su crítica social; por ello en el texto también incluye una crítica a sus detractores, quienes cuestionan su elección de actuar en teatros menores. Utiliza esta crítica para reflexionar sobre cómo el amor puede elevar al ser humano por encima de las limitaciones impuestas por la sociedad. En este sentido, el amor hacia Jenny es presentado como un elemento redentor que le permite volver a ser hombre.

Marx concluye su carta, como bien se puede leer, reconociendo que podría expresar sus sentimientos más plenamente si pudiera tener a Jenny cerca. Sin embargo, al no poder hacerlo físicamente, utiliza las palabras como un medio para acercarse a ella emocionalmente. Este uso del lenguaje revela su vulnerabilidad y la profundidad de sus emociones. La carta es más que un testimonio del profundo amor que Marx sentía por Jenny, es una muestra del amor que en él habitaba e influía en su percepción del mundo y su propia identidad.

A través de metáforas y reflexiones filosóficas, Marx muestra cómo el amor puede ser tanto un refugio como una fuente de inspiración, haciendo posible que las personas trasciendan a las limitaciones sociales y personales; revela no solamente su lado romántico, sino también una crítica implícita a las estructuras sociales que pueden sofocar las pasiones humanas.

Hoy día nos atrevemos a darle temporalidad al amor; expresar que surge primero como empatía química entre dos personas (del género que se quiera y del gusto que se tenga), que va gradualmente desvaneciéndose hasta que termina siendo cotidianidad, simple convivencia de dos extraños con deseos guardados y frustrados. Ya los divorcios exprés están en la palestra de lo popular y la falta de compromiso y fidelidad, son elementos propios del amor moderno. Es casi natural ver a la distancia al ser que se ama que ha perdido ese nivel de compromiso que describe Marx en su misiva.

En otro de sus aportes teóricos, Marx junto con Engels, escriben "La sagrada familia" (1845), con el subtítulo "Crítica de la crítica crítica"; donde se dan distintas discusiones con los representantes de la "quietud del conocer", la "Crítica crítica", los hegelianos de izquierda; se da una especie de ruptura con el idealismo alemán, por lo que la concepción del amor de Marx no aparecerá en un Marx "hegeliano", sino en el Marx que funda su crítica sobre bases materiales e históricas. En el capítulo IV, muestra Marx su concepción del amor, haciendo énfasis en las emociones y los sentimientos. El amor para la quietud del conocer será una pasión abstracta que nubla el juicio y la razón, a la que hay que combatir, y no únicamente al amor, "sino todo lo vivo, todo lo inmediato, toda experiencia sensible y, en general, toda experiencia real…". Esta "crítica crítica", no elude las trampas del pensamiento burgués por más que busque un refugio en la lejana exterioridad de la sociedad, intentando criticar al amor, parten de una concepción burguesa del amor, y por ende, romántica sin siquiera intuirlo. Marx despoja al amor de la metafísica y del misticismo religioso que el idealismo alemán y la sociedad burguesa había cernido sobre ella; partiendo de esta postura, recalca que una vez comprendido y recuperada la capacidad sensitiva y afectiva en el contexto de una sociedad fragmentada en clases, se avanza de lo "abstracto a lo concreto", es decir pasar de la dimensión ontológica a la dimensión histórica, y es allí donde el amor transciende de los valores idealizados, muy en concordancia con el pensamiento de Platón, a los valores concretos y materiales de la realidad social.

Dicen Marx y Engels en "El Manifiesto Comunista" que el amor, al igual que el hombre, tienen diferentes expresiones según la fase histórica que estemos atravesando; el amor en la sociedad burguesa contemporánea, entrará como actividad enajenada y enajenante; el amor al igual que el trabajo es parte ontológica del ser humano, también pueden expresar una capacidad creativa y productiva, y en el marco de la sociedad capitalista, también de explotabilidad. En su opúsculo sentencia: "La burguesía ha arrancado su velo sentimentalmente emotivo a las relaciones familiares y las ha reducido a meras relaciones dineradas."

El amor, a todas estas, el cual no logró ser descubierto por el misticismo de la sociedad burguesa, ahora pasará en el capitalismo como negación de sí. El amor será invertido, cosificado, enajenado, como todas las demás relaciones humanas; así como las mercancías producidas por el hombre adquieren características subjetivas, el amor será fetichizado; el ser social, como el trabajo o el amor ha sido degradado, abriendo al interior de la sociedad burguesa ilimitadas formas contradictorias de relacionarnos.

Marx, y esta es una realidad inmutable en su pensamiento crítico, estudió el amor desde una perspectiva materialista e histórica, despojándolo de la metafísica y el misticismo religioso que el idealismo alemán y la sociedad burguesa habían impuesto sobre él. Para él, el amor es fundamentalmente un atributo del ser humano que se expresa en acciones concretas. En contraste, con el cristianismo, consideró al amor como un principio inmutable y eterno, parte de la verdadera naturaleza del corazón humano, en 1 Corintios 13 define el amor como paciente, bondadoso, que no envidia, no se jacta, no es arrogante, no actúa con rudeza, no insiste en su propio camino, no se irrita, no guarda rencor, no se alegra de la injusticia sino de la verdad, lo soporta todo, lo cree todo, lo espera todo, lo aguanta todo. Marx critica esta concepción cristiana del amor por ser ahistórica y desconectada de la realidad material.

A grandes rasgos, para Marx el amor se desarrolla y concretiza a través de la actividad revolucionaria que transforma las condiciones sociales; en cambio, el cristianismo tiende a ver el amor como un principio espiritual y eterno, separado de la praxis.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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