Una revolución, no es la historia épica que plasmada en un texto se consigue sobre el empolvado estante de una vieja biblioteca, no nace de una doctrina político partidista, no es una información almacenada en la compactada carpeta de algún archivo cibernético, es algo mas……
Podríamos decir sin temores inequívocos, que una revolución es como un fenómeno físico, cuando en su punto mas crítico de su reactiva naturaleza, desencadena su descomunal y arrolladora fuerza a proporciones de incandescencias sociales, rompiendo intempestivamente la armonía del equilibrio que sustentan los pilares de una sociedad que se a declarado en crisis, cuando esta en mayor volumen se siente desplazada por una minoría privilegiada.
No existe revolución perfecta, por cuanto en lo extenso de su plexo filosófico lo que más resalta es la estridencia humana, con sus errores, con sus defectos, con sus virtudes, que a la vez la hacen flexible y perfectible en buena parte.
Una revolución no ensombrece de tabúes sus propios desaciertos, es radicalmente autocrítica, ella no ve enemigos en la acera del frente, candorosa y noble, sólo observa hermanos que la adversan, su único odio radica en aniquilar la servidumbre que atropella la dignidad del hombre, se mantiene al margen de los extremos que se tocan entre si, produciendo la chispa inquisitiva.
Una revolución no ciega las masas, las instruye, para nutrirse de su más alto valor, su pasión ideológica. En una verdadera revolución, la sensible decrepitud no es su caso, ella será siempre joven, se renueva así mismo a cada instante, no es vengativa, más si justiciera, carece de parámetros que regulen su evolución y velocidad, es materia en constante ebullición que antecede al mañana.
Una revolución nunca pierde la perspectiva de la tierra que le arropó de calor, celosa y vigilante mira hacia abajo, donde se aferra al barro la raíz autóctona de su propia existencia. (Una revolución santifica su sabiduría pernoctando a la orilla del árido camino, sobre el puente que comunica los caseríos y en la encanecida barba de aquel mendigo).
En la esencia y estancia de una revolución, se estriba la virtud inmarcesible, que va implícita en el sagrado principio de la más rigurosa de la conciencia del “SER”. Es un producto genérico de consumo masivo, una fórmula única y muy original, de un pueblo en revolución.
Julio.cesar.carrillo@hotmail.com