Advierte Ludovico Silva, en repetidas oportunidades, las deformaciones del “marxismo” nacido al calor de la sangre del intelectual revolucionario, con no pocos interpretes de una letra clara y contundente que había dejado Marx, ahora convertido en un nuevo dios de unos cuantos ateos que se regaban por las calles.
Nacen entonces las divisiones, por el modo de interpretación de los escritos, sagrados para unos cuantos, y se multiplican por el mundo las tendencias “marxistas” que persiguen la solución de sus problemas locales con la receta europea que había creado el intelectual junto con las experiencias de su lucha por el cambio radical del modo de pensar y vivir, para el establecimiento de una sociedad de iguales. A 126 años de su muerte, no hay menos de 126 formas para interpretarlo, y su llamado a la unidad de la clase obrera, se ha convertido entonces un buen principio de división entre la pequeña burguesía que la convoca, la vanguardia proletaria que lo interpreta o el partido que divide para tener su propia parte de esa unidad.
Su retrato junto al de Lenin, de Stalin, de Trosky, de Chávez, de Fidel, de El Che, de Tupac Katari, de Guacaipuró, o de cualquier otro líder o referente nacional es común verlo entre los que se proclaman a si mismos como “auténticos marxistas”, estudiosos todos de los textos sagrados, y seguidores pocos de los principios éticos, científicos, morales y políticos que propugnan.
Marx ha muerto, y sus sepultureros no parecen ser los que comercializan con la figura, sino los que fraccionan los pelos de su barba para hacer una tendencia de interpretación “correcta” de su legado; que al fin y al cabo constituyen un autentico acerbo cultural, revolucionario para la referencia de las revoluciones que quieren derrotar al capitalismo y construir el socialismo, pero que jamás servirán de manual exacto, por ser esencialmente científico. Como bien sabemos, no hay ciencias exactas, bien demostrado por el socialista Eistein.
A los 126 años de la muerte de Carlos Marx, cito entonces esta frase del camarada Armando Carrieri, que define la realidad producida al calor de los hechos con el legado del intelectual favorito de la izquierda en el mundo “La izquierda es internamente fragmentaria y externamente homogénea, la derecha es internamente homogénea y externamente fragmentaria”