Debatían los santos en el Hemiciclo Celestial, de cómo saldar una deuda contraída con aquellos, que en la tierra venezolana rogaban con mucha fe y flores sobre un altar y con suprema calma esperaban por algún milagro a sus deseos.
Los santos en unánime sentencia, emitieron un cheque en blanco a nombre del pueblo venezolano. No era un cheque de goma como el que nos tenían acostumbrados los santos paganos de la cuarta república.
Esta vez era un cheque de verdad, para hacerlo efectivo, un cheque que tenía nada más y nada menos que de saldo a una revolución, que luego se convirtió en una maratónica fiesta que comenzó en una madrugada de voces silenciosas, de un 4 de febrero 1.992. Tan solo se detuvo por un instante en un 13 de abril del 2.002, para de nuevo retomar el impulso en su galopar y un poco de aliento.
Desde aquel entonces, nuestro proceso revolucionario es un caballo desbocado a campo traviesa, por supuesto con muchos obstáculos, pero sin experimentar fatiga ni cansancio alguno, no existen bridas que detenga al potro salvaje en la extensa planicie sin fronteras de la patria latinoamericana y mas allá…
Como dice la letra de una canción en la inolvidable voz mejicana de Pedro Infante: Cuanto me debía el destino que contigo me pagó. Fin de la cita.
(Revolución nuestra que feliz soy) (Cuantas lagrimas de emoción) (Pero cuanto miedo tengo de las trampas que pretenden abortar tu hermoso recorrido)
Sin patria ni socialismo: no habrá la bien llamada suma de felicidad posible.
Muerte: tenerle miedo nos haría cobardes.
Tengámosle miedo al enemigo para vencer su mala intención, preservar la vida y no caer en su filo.
julio.cesar.carrillo@hotmail.com