Nuestro Presidente
como ser humano que es, con sus defectos y virtudes,
merece toda nuestra comprensión y respeto; de qué
forma podemos ayudarle a preservar su acerada entereza, aplaudiéndole
cuando lo hace bien y dándole señales cuando lo hace mal, pero sobre
todo advirtiéndole que se cuide de
aquellas adulancias, que con alevosía y premeditación
puedan erosionar el temple de su Espíritu Labrador. Cristo allá
en el desierto, en sus cuarenta días y cuarenta
noches de ayuno, también fue tentado sin resultado alguno por la
adulancia satánica.
Este desgastado
cuerpo retoma su equilibrio, cada vez que le toca oír alguna
de las tantas alocuciones de nuestro máximo líder revolucionario,
Hugo Rafael Chávez Frías, más que escucharlo, hay que interpretarlo.
Hay tanta densidad y profundidad
filosófica en cada una de sus ejemplarizantes palabras,
inclusive hasta en sus ocurrencias jocosas.
A este
Soldado que tantos le odian y tantos le aman y hasta una gran parte
de mas allá de las fronteras, están atentos en cada palabra
y gesto del Comandante, unos para criticarles otros para escuchar
el parte de su gestión, de lo que se hizo y de de lo
sé que está por hacer, ante la mirada irónica de nuestros hermanos
adversarios, que reducidos en su incapacidad
creativa, asumen el triste rol de mecheros de su propia
implosión.
A pesar de todo,
esta Revolución que cada día debe ser más cautelosa
y radical en su justa dimensión, debe mantener
abiertas las puertas del diálogo,
ya que el verdadero enemigo no es todo aquel
que nos pueda disentir, es la malsana adulancia que inmersa en su
falsedad, en un momento determinado
nos puede inducir a ejecutar los actos
más negativos, arrastrados por el paso apresurado de los días
que conspiran en contra nuestra
y con la pesada carga de un karma nos obliga a recorrerlo y lo peor
del caso es: que no poseemos una máquina del tiempo para retroceder
y enmendar algún error que hayamos cometido,
bajo el sombrío cielo de un pasado
que nos lanzó al presente, junto al arrepentimiento de no haber escuchado
el consejo de una voz amiga.
Tal vez este
compungido corazón no tenga la menor
noción de reglas ortográficas o normas gramaticales que tanto exige
el texto por el cual expreso algunas de mis cantinfladas, pero de lo
que si estoy seguro, con percepción y fino olfato, es por cuál de
los cuatro caminos transitan las buenas intenciones del hombre justo,
que a Dios gracias hoy están a buen resguardo,
lo cual nos permiten ir al rescate de esas ovejas descarriadas,
como lo son nuestros hermanos adversarios,
que enceguecidos por el falso brillo y color de un canto mediático,
marcharon por el camino incierto de la disidencia.
Esa misma disidencia,
que el Comandante Chávez, en una madrugada de humareda negra,
con un crucifijo en sus manos y con la marca del zarpazo ignominioso
aún fresco en su rostro, con vehemente
clamor les hacía un llamado a la reflexión. Clamor que se disipó
en la mente de corta estatura, que no fue capaz de entender ni remontarse
en las alturas, para ver cuán hermosa
e inmensa hubiese sido una tierra, que con la sumatoria de voluntades,
hoy les invitaría a libar el néctar de su fruta maravillosa.
Esa será
la batalla más difícil y costosa a
ganar por esta Revolución,
Dios mediante.
Dios!!!
No té pido que me regales tu gloria, solo té
pido que me regales la dicha de amar hasta
a mis propios enemigos, la misma dicha
que Satanás se negó así mismo y si
por defender a una causa justa, tengo que caer sobre el filo de la
espada impía, dile a mis amigos que les amo
y a mis enemigos que también
les amo y compadezco, por no saber lo que se pierden.
julio.cesar.carrillo@hotmail.com