Hállome conmovido por las confidencias de un hijo revolucionario sobre su experiencia con su padre, el haber recorrido caminos semejantes y el sentimiento de que le faltó vivir más con él. Quien suscribe, también ha emulado la carrera de su progenitor, la de los gloriosos comunistas alzados en armas contra la pseudodemocracia puntofijista de Betancourt, Leoni, Caldera y demás guachimanes locales al servicio del Imperio Yanqui. En el caso de mi papá (un recio maturinés que me concedió su mismo nombre), fueron la prisión política, la guerrilla y la digna lucha popular quienes sustrajeron irremediablemente sus años juveniles, lejos del hogar y la familia. Afortunadamente, su ejemplo digno de emulación, fue la enseñanza de amor y valiente sacrificio por la justicia social que ha permanecido latente entre quienes hemos tenido la dicha de conocerle bien. De allí que mi formación irreversiblemente revolucionaria se la debo a ese gran maestro, hoy día intento recuperar el tiempo que no pudimos compartir, pues aunque la era actual nos ofrece un escenario de paz democrática, los revolucionarios no estamos libres de enfrentar en diversos escenarios a los enemigos del pueblo dentro de esta sociedad dividida en clases.
Mis años de lucha política, mis estudios y el
constante esfuerzo por consolidar un destacamento que unifique a los marxistas
venezolanos como preámbulo a un frente unido progresista, también se llevaron mi
juventud, no me arrepiento del digno servicio prestado ni hay en mi el mínimo
ánimo de "colgar los guantes", pues la abolición del capitalismo y la
edificación de una futura sociedad sin clases son mis razones fundamentales para
vivir. Aunque no es menos cierto que habría deseado duplicar mi humanidad para
también estar más tiempo con mis padres y darle a mi núcleo familiar la cantidad
de convivencia que hubiera deseado. Ciertamente, la vida del hombre actual es
demasiado corta, pues de las 24 horas del día, invertimos ocho horas para
dormir, ocho para el trabajo formal y ocho para "vivir", es decir, solo
"vivimos" un tercio de existencia biológica. Muchas veces ante dos opciones
importantes, debemos tomar una y dejar la otra porque no queda tiempo. A su vez,
la realidad no es estacionaria, sino una materia en constante movimiento, de
modo que las oportunidades perecen inexorablemente y jamás vuelven a repetirse.
Lo que no pudimos hacer hoy, no podremos hacerlo mañana en iguales
circunstancias. Por ello, es la calidad de los momentos aprovechados y
cabalmente vivenciados lo que representa el verdadero sentido y valor de nuestro
paso por este planeta.
Mi modesta sugerencia es: procuremos sopesar la
viejas penas por medio de otras realizaciones existenciales, aprovechemos
otros importantes planos vitales todo ese amor que nos quedó pendiente. La
vida tiene la gracia de ofrecernos diversos ámbitos y gentes para manifestar
nuestros sentimientos y no hay duda que necesitamos esparcir nuestro amor
para no sucumbir a la tristeza. De sabios es identificar la oportunidad para no
desperdiciarla. Allí hallaremos mediano consuelo frente al pasado de ciclos no
resueltos, entonces, seamos ahora nosotros ejemplares padres, hermanos, hijos,
cónyuges, amigos, camaradas y revolucionarios. En seis meses cumpliré mis
primeros 30 años y con gran atención procuro brindarle en el presente a mi padre
(hoy quebrantado de salud) mi mayor amistad, protección y afecto, en genuino
agradecimiento por su heroica obra, pues a él le debo mi mayor riqueza: El
amor a la justicia humana.
(*)
Constitucionalista y Penalista. Profesor Universitario.