En los últimos tiempos dentro del proceso revolucionario hemos debatido el papel de de la iglesia que debería estar al lado de los pobres de esta tierra pero lo hemos observado en cada dia en las iglesia como se critica y hasta se le desea lo peor a nuestro presidente se le llama dictador es la derecha recalcítrate de la elite de la iglesia que el 11 de abril del 2002 la observamos como se unieron con los partidos de derecha fascista para tratar de aplastar este proceso este debate es real y por esta razón la iglesia cada vez esta mas desolada y dios esta es el barrio en la calle y no en la iglesia donde los curas fascistas arengan todos las veces a sus feligreses encontra de CHAVEZ , una iglesia que dejo al otro lado su labor, mas bien pareciera que ella con su espada cuando la conquista arrasaba con todo, su ustedes han leído el PAIS DE LA CANELA sentirán un escalofrió es su cuerpo el criterio español para acabar con nuestra raza india a cruz y espada. En los años 60, una porción de la iglesia que si cree en que debe existir el hombre como tal el hombre revolucionario por esta razón quiero que mis queridos lectores de aporrea puedan compartir esta entrevista realizada en los años 80 a José Miguel Munarriz, S.J, donde se hace un resumen de cómo la iglesia revolucionaria la iglesia que si cree en la desilgualda en la lucha de clases tiene una posición firme ante la injusticia, bueno camaradas disfrutemos de esta entrevista .
El último cuarto de siglo de la historia latinoamericana ha estado signado por la lucha guerrillera. Esa lucha que en sus comienzos, particularmente en Colombia había nacido de fracciones dentro de los partidos del sistema y de sus intransigencias mutuas, va adquiriendo, cada vez más claramente, una finalidad distinta. Ya no se busca la toma del poder para un grupo del sistema frente a otro u otros grupos también del sistema, sino que decididamente la lucha armada es un instrumento para la implantación de un sistema distinto. Frente al capitalismo dependiente que padecemos se busca la implementación de una sociedad socialista, capaz de satisfacer las aspiraciones de las masas latinoamericanas y la consecución de un desarrollo autosostenido y autónomo para nuestros países.
Frente a una teoría que intenta explicar la lucha guerrillera como hija de una “ideología”, que para más es “extraña” al continente, hay que seguir reivindicando la guerrilla como hija de la “necesidad del cambio” profundo y rápido que brota de la misma situación latinoamericana percibida como injusta y destructora del hombre. No niega esto al marxismo como instrumento de análisis. Pero afirma que es en la realidad misma donde están las raíces de un compromiso militante con cambios profundos, rápidos y audaces. Lo demás sería una visión muy idealista propia de los que creen que las ideas brotan y se imponen sin tener en cuenta la realidad.
El hecho es que en esos años una serie de personas, una serie de grupos, han visto la guerrilla como un instrumento eficaz para el cambio. Y que se han comprometido con la lucha armada. Entre esos grupos y personas, también muchos cristianos. En las guerrillas de Marigela, en el Brasil, militaron muchos jóvenes cristianos, tantos que cuando la represión de ese “stalinismo de derecha” que es la Doctrina de Seguridad Nacional se abatió con todo su poder contra la guerrilla, se desbocó también contra grupos cristianos enteros: la JOC (Juventud Obrera Católica), la JAC (Juventud Agraria Católica), la JEC (Juventud Estudiantil Católica), y la JUC, (Juventud Universitaria Católica), además de las Ligas Agrarias Cristianas y otros grupos cristianos, han sido blanco preferido de las policías y de las fuerzas parapoliciales del estado gorila del Brasil. También en el Uruguay y los Tupamaros vieron engrosar sus filas militantes con jóvenes procedentes de organizaciones cristianas. En la Argentina los Montoneros reciben contingentes de grupos jóvenes formados por los “Sacerdotes del Tercer Mundo”. En Bolivia nace y es destruida al poco tiempo, la guerrilla de Teoponte, en la que uno de sus líderes, Néstor Paz escribe las más bellas páginas del compromiso cristiano y revolucionario. En el Paraguay, las fuerzas de la siniestra Policía de Investigaciones, han descargado su furia con especial predilección contra los campesinos de las Ligas Agraria Cristianas y han deshecho totalmente los grupos de Pastoral Juvenil. Conocida por todos es la figura, casi mítica, de Camilo Torres, en Colombia. Más recientemente la participación de los cristianos en el Frente Sandinista de Liberación Nacional, ha sido un hecho tan notable que ha llamado la atención de todos los observadores: Gaspar García Laviana, sacerdote muerto en combate, es una de las figuras cumbre del Sandinismo capaces de cambiar el sistema.
“… MUCHOS CRISTIANOS LE HAN PERDIDO MIEDO AL SOCIALISMO…”
La guerrilla ha tenido y tiene diferentes expresiones: desde la guerrilla urbana a la guerrilla rural, en cuanto a diferencia tácticas, hasta el “foquismo” o la guerra popular prolongada como diferencias más estratégicas. Desde los que dogmáticamente ven la “necesidad” de la violencia para el cambio, hasta los que la ven como efectiva en ciertas y determinadas circunstancias que en cada caso es preciso analizar. Sea como sea, el compromiso guerrillero ha nacido siempre como respuesta a una visión de la realidad que la percibe como injusta y violenta, y con el deseo de implantar una sociedad distinta, más humana y más justa, menos violenta, capaz de romper con los lazos del nuevo colonialismo que atenaza nuestras naciones.
De esos análisis, de esos deseos de construir una sociedad mejor, han participado en América Latina cristianos y no cristianos. Sin embargo, me atrevería a asegurar que el juicio ético sobre la guerra de guerrillas no es el mismo para todos. Mientras para algunos, quizás cada vez menos, desde ciertos presupuestos ideológicos la guerra es un paso necesario para el triunfo de una revolución que permita cambios de estructuras en lo social y en lo político, para otros es simplemente, en determinadas circunstancias, el medio más eficaz para conseguir este tipo de cambios. Creo que para los cristianos hay otras medidas que se añaden a ese juicio. Al cristiano verdaderamente tal, no le basta el juicio de la eficacia, sino necesita otros datos para comprometerse con la guerrilla. El cristiano prefiere agotar todos los otros medios, antes de llegar al camino de la violencia. El cristiano necesita contar con una cierta posibilidad de victoria. Debe prever que los males que se seguirán de este tipo de acciones sean menores que los que se tratan de combatir. Y, finalmente, debe comprometerse con la construcción de un modelo social que supere al que la guerrilla debe destruir. Son, simplemente, las condiciones para la “guerra justa”, clásicas de la moral cristiana. Diría que lo único que los cristianos latinoamericanos han añadido a esta reflexión tradicional es que la revuelta es lícita no solamente contra un tirano, sino contra toda la injusticia del sistema.
LA VIOLENCIA DEL SISTEMA
El sistema capitalista que vivimos, que cuenta con toda la influencia de los llamados Medios de Comunicación Social, es tremendamente hábil para ocultar sus contradicciones. O, al menos, para que éstas sean vistas como defectos corregibles dentro del sistema. Se necesita una mirada más profunda que la habitual para descubrir la profunda injusticia que lo sustenta. Solamente dentro de un contacto muy profundo y existencial con las clases más explotadas y con el auxilio de una ciencia social capaz de develar lo que aparece velado, se logra descubrir su entraña violenta.
Pues bien: hay que afirmar que en el seno de la iglesia, en los últimos lustros, se ha venido dando un notable desplazamiento de sus “agentes”hacia las clases más desposeídas. No solamente eso: muchos de éstos han fracasado en actividades de promoción y desarrollo en las que se comprometieron. Hoy las perciben como absolutamente ineficaces para cambiar el sistema: se han convencido que no hay “marginados” que incorporar al sistema, sino explotados que, so logran entender las causas de su situación y organizarse debidamente, serán capaces de cambiar al sistema.
Hubo entonces un cambio de acento en la acción. Se puso énfasis en las actividades de concientización y organización popular frente a las meramente asistenciales y aun frente a las promocionales. Y cuando se entró por ese camino, se percibió, muchas veces en carne propia, toda la violencia del sistema, que fue tornándose cada vez más represiva.
Por otra parte, la Iglesia Latinoamericana ha venido desarrollando una actividad que el documento original de Puebla no duda en llamar “casi febril”, de estudio de la realidad. Una serie de cursos, de conferencias, de escritos, han tenido lugar durante las últimas dos décadas que han permitido a los cristianos, al menos a muchos de ellos, llegar a analizar las causas de la situación injusta de nuestras sociedades. Me atrevería a decir que ningún otro grupo humano ha tenido la oportunidad o la capacidad de un estudio tan amplio, tan profundo y tan difundido de estos temas como la iglesia católica. No es una casualidad que en Puebla estuvieran presentes, invitados por diversos Obispos, más de 30 científicos sociales, todo ellos de gran altura dentro de sus respectivas especialidades.
Esta serie de hechos han venido a dar a no pocos cristianos una justificación que, al menos al nivel subjetivo, ha sido suficiente para un compromiso con la violencia armada a favor de un cambio en América Latina. La situación compartida con las clases explotadas y el análisis social les ha hecho ver la sociedad como una sociedad radicalmente opresora y violenta, en la que otros modos de cambio se han agotado. La victoria de la revolución cubana y la crisis mundial del 68, dieron esa esperanza de victoria que aparece también como condición necesaria para la licitud de la guerra. Muchos ven en el socialismo, al menos en el socialismo que pretenden crear, la posibilidad de realización de una sociedad más justa y fraterna, y, por ello, más acorde con las exigencias cristianas. Así, no pocos cristianos optaron por la guerrilla y muchos murieron a causa de esa opción.
LAS CRITICAS A LAS GUERRILLA
A pesar de esto, veíamos al principio cómo el juicio de Puebla, parece ir atrás respecto al de Medellín. Para algunos eso no señalaría más que la validez de ciertos análisis doctrinarios que no pueden ver a la iglesia más que como aliada de las clases opresoras. Y, sin admitir a ojos cerrados este tipo de crítica, tampoco conviene rechazarla demasiado aprisa si queremos ser objetivos. La Iglesia, aún para los que desde su Fe la ven como de origen divino, es una institución formada por hombres. Y, por consiguiente, susceptible a todas las influencias que las clases dominantes ejercen sobre las instituciones de la sociedad.
Recuerdo en cierta ocasión que el Ministro de Relaciones Interiores de una de las más largas y terribles dictaduras del continente, explicando el por qué de la expulsión del país de un sacerdote que su policía acaba de realizar, mostraba a través de la televisión un libro que le habían capturado a dicho sacerdote. Mostrando el libro de las Conclusiones de la reunión Episcopal de Medellín, señalaba que se trataba de un libro subversivo, “obra –decía- de los compositores infiltrados en la Iglesia”. Personalmente estoy convencido que la actitud de ciertos episcopados en Puebla, mostraba que habían introyectado este juicio: Medellín es un libro subversivo que hay que olvidar… Y diré más: personalmente estoy convencido que El Ministro del Dictador y con él los Obispos que piensan que hay que olvidar Medellín tienen razón. Porque realmente Medellín, frente a una sociedad como la que el Dictador y sus aláteres han constituido, es subversivo. Incita a los cristianos, si no a tomar las armas para cambiarlo, al menos a comprometerse con todas sus fuerzas para obtener esos cambios.
“…LA SOCIEDAD LATINOAMERICANA ES RADICALMENTE INJUSTA…”
El problema de fondo se plantea, pues, en el análisis que se hace de la sociedad actual y sus posibilidades de cambio. Para unos, generalmente situados cerca de las clases altas de la sociedad, nuestras sociedades tienen defectos. Y esos defectos serán subsanados por el auxilio de una prédica moralizante de una técnica apropiada. Para otros, los que la ven desde las clases oprimidas, la sociedad latinoamericanaza actual es radicalmente injusta y las reformas no conseguirán en última instancia más que reforzar su injusticia y perpetuarla.
Pero además, suponiendo que se admita que la sociedad deba cambiar, se plantea el problema de la eticidad de los medios aptos para el cambio. Para unos cualquier medio es bueno si es eficaz… para otros, los medios empleados deben guardar cierta proporción, cierta carga de humanidad, cierto respeto al pueblo.
Sin negar que el pronunciamiento de Puebla haya estado influido por aspectos meramente ideológicos, hay que reconocer que también pesó allí un cierto “juicio” de la guerrilla tal como se ha dado. El “foquismo” aparece como una acción que, a lo más, transforma al pueblo en espectador que en el mejor de los casos aplaude, pero no participa. Hay dentro de la Iglesia católica latinoamericana todo un sector que entiende, cada vez con mayor claridad, que los cambios necesarios para que sean efectivos tendrán que hacerse con el pueblo organizado como protagonista y que se empeña en ayudar al pueblo a construir sus propias organizaciones. Desde esta postura, la crítica al foquismo surge por sí sola. No faltan los que juzguen muy duramente a ciertos grupos guerrilleros al considerar que su análisis de la “situación objetiva” que les llevó a tomar las armas fue muy poco científico; las derrotas en tantos lugares del esfuerzo guerrillero y el consiguiente dolor que la represión ha traído al mismo pueblo, hacen que se vea con nuevos ojos la vieja condición de la moral tradicional para una guerra justa, la “esperanza de victoria”. Creo que está condición no era vista con muy buenos ojos, aparecía como opuesta a un verdadero altruismo. El caso de la guerrilla de Teoponte, de Néstor Paz es bien diciente: en el fondo su compromiso tuvo más de apologético y martirial que de político y militar, y fue, naturalmente, un fracaso. Entre los cristianos crece el convencimiento que en esto hay que ser más “materialista”, menos “idealista”; un lanzarse a la lucha por razones más emotivas que racionales, se ve como un proveer al sistema de “razones” para la represión, como un retraso a las posibilidades de organización popular que, como decía, se vé como condición fundamental de un proceso de cambio que valga la pena.
Finalmente se han dado experiencias muy traumatizantes: ciertos tipos de manipulación de las personas que las conduce hasta donde no querían llegar, ciertas acciones tendientes a implicar a personas ajenas al movimiento guerrillero, a fin de “defender” a los combatientes de la represión, han sido juzgadas por algunos cristianos como éticamente malas, no compatibles con su pensar cristiano y no compatibles con el tipo de sociedad nueva con el que se quieren comprometer.
Todas estas cosas, unidas a un “contagio” del modo de pensar de los beneficiarios del orden actual, que para eso cuentan con la fuerza de los medios de comunicación, hicieron que Puebla tratara el tema de la guerrilla con pies de plomo. Sin negar –porque no podía negarla- la doctrina tradicional sobre el derecho a la rebelión contra un orden injusto, condena el “terrorismo” y hace una apuesta por la “no violencia activa” que no aparecían en Medellín.
Quizás esto sea tanto más lamentable si se piensa que la guerrilla que más estaba actuando durante la celebración de Puebla era el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Nadie en el campo cristiano ha tenido la ocurrencia de calificar de terrorista al Sandinismo. Y no sólo eso: muchos cristianos, movidos por su Fe, se habían comprometido con el Frente y actuaban incluso en sus cuadros dirigentes. Hasta los Obispos de Nicaragua, después de Puebla, proclamaron la licitud de la revuelta contra Somoza….
CONCLUSIÓN
Creo que en América Latina está cada vez más claro que la opción por la violencia es una opción clara de la derecha. Creo también que la izquierda más consciente ha madurado mucho en los años pasados, y que, sin rechazar a priori la opción de la lucha armada, será más consciente y prudente para determinar cuándo están dadas “las condiciones objetivas de la revolución”. Creo que sabrán plantear la lucha armada, cuando llegue a ser necesaria, cuando sea inevitable, teniendo en cuenta que hay que tener esperanza fundada de triunfo. Creo que la plantearán solamente con el pueblo organizado como principal protagonista.
Creo que también los cristianos han madurado y saben rechazar un terrorismo verbal que condena siempre la violencia de los oprimidos sin condenar con el mismo empeño la violencia del sistema y las muertes que produce día tras día. Creo que se dejará de aventurerismos románticos y martiriales.
América Latina, esto lo ven cada vez mas hombres, cristianos y no cristianos, necesita una segunda independencia para poder llegar a ser la patria de todos los latinoamericanos y no sólo el feudo de minorías privilegiadas. Si esto puede lograrse sin la violencia de las armas, mucho mejor. Si se necesitan nuevas batallas como la de Pichincha, Ayacucho y Carabobo, allí, junto a los demás luchadores por la independencia y la libertad, estarán también los cristianos. Por lo menos algunos cristianos.
Al final la historia dará la razón a los que luchan por una humanidad mejor.
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