Les comparto un escrito que, sin duda alguna, les llegará al alma, pues muchos somos los que hemos sido desplazados. Pero Norman – talvez sin proponérselo, nos habla también del desplazamiento de la naturaleza a manos de los “urbanizadores”, del desplazamiento de las bellas playas a manos de la basura, del desplazamiento de la bella música local por los vallenatos ramplones a todo volumen y del desplazamiento de la inocencia por la maldad. Es un bello escrito sobre el desplazamiento global y el agradecimiento que profesamos los que, a pesar de todo, seguimos vivos. Pero, a diferencia de Norman Echeverri - el autor de este bello escrito, con quien comparto la dicha de haber conocido a Bucarest y haberla amado -, no todos agradecemos estar vivos, como le sucedió a mi madre, quien después del 9 de abril de 1948 me repetía constantemente: "¿por qué será que ya no se aplica la costumbre chibcha de enterrar con el cacique a su esposa?" Y eso que no le tocó vivir la persecución abierta y cruel de que hemos sido objeto sus descendientes, desde que Álvaro Uribe Vélez fue elegido presidente por primera vez. Los dejo con Norman:
Desde Cabo Tiburón, les envío, apreciados cybertertulios, un cordial saludo, como en los vallenatos de ahora, que me toca soportar, mañana, noche y día, cuando salgo de carrerón al pueblo a cualquier diligencia, o a esperar en el muelle algunos pasajeros, o a retirar platica de la sucursal de bancolombia de Chomacondo para matar culebras, donde el realismo mágico de gabito se quedó muy atrás de nuestra realidad de todos los días. Me rasco la cabeza pensando en la forma de como comenzar a contar esta historia. 30 años de vivencias, y que en un relato suelto, y editado unas quince veces, cada vez me gusta menos, titulado El Robinson Cruzzoe de La Miel, lo sigo intentando. Estaba en los últimos peldaños de mi tercer piso, mi alma estaba anhelante de riquezas y aventuras, andaba en busca del Dorado, cuando me topé con este paraíso, no podía creer que había encontrado mi ínsula soñada, de la que me había contado Deffoe, de la que me había hablado Stevenson, media luna de arenas de oro, colinas de verde esmeralda...crucero de caminantes de todos lo pelangres...Y aquí me quedé. No pude volver a escapar al canto de sirenas deestas tierras, de mis cacerías de amaneceres, del tucan haciendo nido, de las peloteras entre chau chaus y maría mulatas, las algarabías al amanecer y en la tarde de las loras, los amarillos y naranjas de los tamboreros y las variopintas heliconias. Disfrutando del verde bosque y el azul mar del arrecife coralino, de la danza de la muerte del pez Leon, predador mayor, incontrolable de apetito voraz, como el hombre que vive en la superficie,quien también, hace su aporte apocalíptico, que se está devorando todos los seres del arrecife coralino. Yo se que mis bisnietos, que ya casi llegan, no van a tener la dicha que tuve, yo, de disfrutar de este último paraíso. He sido testigo de su autodestrucción.
Un día, unos señores blancos, llegaron en lujosas lanchas, y otros, en avionetas, y otros, como yo, en medio de una aventura, y nos enamoramos de su naturaleza salvaje, virginal de hombre, silvestre, exuberante, y todos los adjetivos superlativos referentes a la belleza. Un día, estos hombres venidos de afuera y con las alforjas llenas de oro, deciden hacer frente a las bellas playas, bellos hoteles, pero, para hacer los bellos hoteles, nos comimos las bellas playas y nos devoramos, con diente de motosierra, los árboles mas centenarios, y llenamos de rastrojos las montañas de la serranía del Darien en su vertiente Caribe. A pesar de que nos estamos cagando en este paraíso, no encuentro otra expresión, me sale del alma, aun así, sigue siendo bello, pero, en proceso de AUTODESTRUCCIÓN. Aunque nos estemos comiendo el bosque,y devorando la arena fina de nuestras, otrora, bellas playas, para seguir construyendo bellos hoteles y preciosas casas, ahora que estamos de bonanza blanca, otra vez, y los nuevos amos de la comarca llenan de aullidos vallenatos con sus grandes altoparlantes, las, otrora, tranquilas noches de chomacondo, cuando bailábamos boleros morunos y disfrutábamos de la Negra Celia y toda la melodiosa música afrocaribe que se esuchaba en esta costa, cuyo faro cultural era Cartagena. Saudade por las noches en el bar de los Longos, atendido por mi gran amigo y cofundador del Jardin Botánico del Darien Caribe, Samuelito Ferrer, y su preciosa martica, quien tenía las tetas mas preciosas de este planeta, de todas formas sigue siendo bella esta comarca, a pesar de nosotros. A las muchachas de esa época, las mas emancipadas, les encantaba mostrar las mamelas cada vez que tenían ocasión. Estábamos comenzando los ochenta, a todo el mundo le dió por desnudarse en público, eso era lo INN. Eran los últimos rezagos del Peace and Love. Las tertulias en el Bar Los Longos eran deliciosas y Chomacondo era una fiesta, donde los viejos se jactaban de la última muerte violenta que había sucedido hacía 40 años.
Las personas que las habitaban no llegaban a quinientas, eran preciosos y transparentes, pero los corrompimos, les enseñamos el valor de la plata. Ellos que solo conocían el trueque de coco y bastimento por liga. Han pasado treinta años, de ese entonces, ya casi terminamos con nuestra labor civilizadora de convertir playas en bloques de cemento, de convertir el bosque en camas y asientos, de convertir quebradas de aguas cantarinas donde con careta, linterna y tridente, pescábamos, con Joselito Pau, camarones de agua dulce, hoy, treinta años después, es una cloaca que llena de mierda el mar, y este, a su vez, nos la devuelve con sus olas, como una forma de venganza. Disculpen mi pesimismo, pero lo que más me causó tristeza, en estos días, fue ver como a plena luz del día un hombre vestido de negro les enseñaba a nuestros jóvenes a disparar un arma de fuego y a hacerlo desde una motocicleta, mientras toda la gente en nuestra aldea los aplaudíamos como a unos héroes de cine. En ese momento pensé en las aldeas Verde Paz, idea que lancé al ruedo de los diálogos del Caguán, o mejor dicho, Diálogos de mentirosos, y que paradójicamente el único que me le dio su aval, su apoyo moral fue Carlos Castaño, ese tétrico y siniestro hombre, que llegó a soñar desde su trinchera, cuando el amor de Kenia tocó a su puerta, con la paz. Pero, hay algo más que me sacó lágrimas secas hacía adentro, que encendió la furia de mi alma, y fue ver al verdugo mayor de mi pueblo, el mismo que mando a asesinar a mi hermano, encabezar la lista de los desplazados y víctimas de la guerra, un hombre que después de que mandó a asesinar a mi hermano, y para no tener que mirarse en los ojo de mi cuñada, Nery Luz, la mando a desterrar de nuestra aldea, mientras el se posesionaba en el cargo de presidente de JASEPCA, en reemplazo de mi hermano, asesinado por el paraco que lo entronizaba ese 19 de agosto del 2001, al tiempo que solicitaba mi desplazamiento y el de mi familia. Seis meses escondido en Bogota y una finca de Fredonia, donde escribí mi poema, Ser Desplazado, y que se que le llegó al alma de muchos seres humanos que lo leyeron.
En estas epocas, de ahora, las victimas tenemos que agradecerles a nuestros victimarios, porque siquiera no nos asesinaron y que tampoco desaparecieron el cuerpo de mi hermano, de lo contrario, todavía, lo estaríamos buscando, aun más cruel hubiera sido. Por eso le doy las gracias a mis victimarios, gracias por dejarme vivir y gracias por no haber desaparecido el cadáver de mi muchacho de 44 años.
SER DESPLAZADO...
...Es huir sin recoger el cadáver de tu hermano,
Es huir sin honor, dejando atrás el huerto sin cosechar,
Es esconder la cabeza en el anonimato de la ciudad.
Ser desplazado es ir con la cabeza gacha
Y el estigma de auxiliar de la Guerrilla, o los Paracos,
(Para el efecto da lo mismo) sobre la frente.
Ser desplazado, es ver a tus amigos, uno a uno,
Voltear la mirada hacia arriba , hacía el sol, aunque encandile,
O cambiar de rumbo para no mirarse en tus ojos.
Ser desplazado es cambiar de cama, o banco de parque todos los días,
Es envidiar el hueco bajo el puente del que llegó la noche anterior,
Es buscar el alimento donde arroja el mendigo los sobrados de rico.
Ser desplazado es mirar con agradecimiento a los verdugos
Que tuvieron la bondad, o la pereza, de no esconder
El cadáver de tu hijo, o hermano, dentro de la manigua...
O en el fondo del mar.
Ser desplazado es hacer las largas filas ante la Cruz Roja,
La Red de Solidaridad, la Defensoría del Pueblo, la fiscalía,
Para optar al título de desplazado, ciudadano colombiano de segunda.
Ser desplazado es tener que mirar al piso,
Cederle el paso al ciudadano de bien.
Ser desplazado es no tener adonde ir.
Colombia
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