Juan Pablo II. “Beato. S.A”

Tantas noticias relevantes no impidieron celebrar la beatificación de Juan Pablo II por parte de la iglesia católica. La crónica del hecho fue un tanto apagada en la prensa internacional por el espectacular asesinato narrado en primera persona por el presidente Barack Obama que, ávido de votos quiso ser el mismo quien  diera a conocer al mundo la información. Mucho más relajado que su antecesor en el cargo y dueño de la situación, Obama hizo olvidar la cara de pendejo que nos mostró Bush cuando se “enteró” de lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001, lo vimos en escenas magistralmente recogidas por Michael Moore en su documental “Fahrenheit 9 11”

Sin reponernos de la impresión, y todavía envueltos en un contexto de matrimonios monárquicos y cruzadas en defensa de la civilización occidental contra el peligro musulmán, se produce esta beatificación en un ambiente generalizado de  lo que alguien llamo el regreso a la Edad Media.

Aunque no se esperaron los cinco años habituales antes de iniciar el proceso, el actual Papa Benedicto XVI insistió en una investigación exhaustiva para que no quedaran dudas sobre las virtudes de Juan Pablo II. El postulador de la causa, Padre Oder, después de investigar alrededor de 400 hechos considerados milagrosos, finalmente encontró uno que tenía méritos para ser considerado como tal. La decisión fue adoptada después de que la comisión médica de la Congregación para las Causas de los Santos y un grupo de teólogos le dieran el visto bueno a ese milagro ocurrido después de la muerte de Juan Pablo II y atribuido a él: la inexplicable curación del mal de Parkinson de una monja francesa.

Imaginamos que los científicos mexicanos René Drucker e Ignacio Madrazo, -quienes modificaron con éxito una técnica sueca  para el tratamiento de ese mal- deben estar ansiosos por intercambiar experiencias con el padre Oder.

Hacía varios siglos que un Papa no beatificaba a su antecesor, y jamás de un modo tan inmediato, saltándose todas las normas del Derecho Canónico.

Después de que los restos de Juan Pablo II recibieron sepultura en la Basílica de San Pedro, en la Capilla de San Sebastián que se encuentra en la parte derecha de la basílica, entre “La Piedad” de Miguel Ángel, y la Capilla del Santísimo, el ex Papa inició el camino directo a la santificación que debe producirse en pocos años según dijo el Cardenal Tarciso Bertone número 2 del Vaticano

Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, beatificar significa: “Declarar que un difunto, cuyas virtudes han sido previamente certificadas, puede ser honrado con culto”.

Se me ocurrió  reflexionar en torno a qué habría hecho Juan Pablo II para ser proclamado beato en tránsito a ser canonizado por los preceptos católicos, pero se me adelantó Gennaro Carotenuto,  en un excelente trabajo publicado por Barómetro Internacional el 5 de mayo.

No vale la pena repetir ideas ya expuestas, pero parece interesante rememorar algunas de las hazañas en materia económica y financiera (Carotenuto no se refirió a ello en su artículo) que tal vez deben ser considerados cuando el nuevo beato sea declarado santo.

La primera actuación dudosa del Papa Juan Pablo II tiene que ver con su propia investidura. A pesar que había circunstancias “extrañas” en la muerte de su antecesor, la superficial  y poco científica investigación del hecho dejó muchas dudas. Sin querer afirmar, -porque no es posible hacerlo- que Su Santidad fue cómplice, es innegable que la repentina muerte de Juan Pablo I paralizó definitivamente la investigación que iniciaría al día siguiente  a fin de tomar drásticas medidas para  erradicar la corrupción y las actividades delictivas al interior del Vaticano. 

Juan Pablo II no sólo “pasó la página” sino que confirmó en su cargo a aquellos que serían removidos por el anterior Papa, los apoyó y fortaleció, lo que condujo a que estos cometieran mayores y peores crímenes.

Uno de estos  “amigos” de Wojtyla  fue Michele Sindona, banquero y criminal, apodado “El tiburón”, vinculado a la logia masónica P-2. Condenado en Estados Unidos por 65  cargos incluyendo fraude, perjurio, extractos bancarios falsos y apropiación indebida de fondos del banco . En Italia fue condenado a 25 años de prisión  y murió envenenado en 1986. Utilizó el Instituto para las Obras de Religión, (IOR) el banco del Vaticano para el lavado de millones de dólares provenientes del narcotráfico

Otro “camarada”  de Juan Pablo II fue Roberto Calvi, el “banquero de Dios”,  Presidente del Banco Ambrosiano que llegó a ser el segundo mayor banco de Italia y cuyo principal accionista era el banco del Vaticano. La quiebra del Banco Ambrosiano fue causada por una gigantesca deuda de alrededor de mil millones de dólares, que en su gran mayoría había sido desviada a través del IOR. En 1984,  aceptando su responsabilidad, el IOR pagó 224 millones de dólares a los 120 acreedores del Banco Ambrosiano como un "reconocimiento de la implicación moral" en el colapso del banco.

Calvi también estuvo vinculado a la logia masónica P-2 y a la mafia. Fue juzgado y condenado en Italia. Posteriormente huyó a Londres donde fue encontrado sin vida, colgado del Puente Blackfriars en junio de 1982, en un hecho aún sin esclarecer.

El enlace entre el Vaticano, Sindona y  Calvi era el arzobispo estadounidense Paul Marcinkus, conocido como “El Gorila”. Fue presidente del banco del Vaticano desde 1971 hasta 1989. En ese periodo fue considerado el cerebro financiero del Vaticano hasta que Sindona  lo involucró en diversas operaciones de alto riesgo que precipitaron la quiebra del Banco Ambrosiano, en lo que fue considerado el mayor fraude de las instituciones financieras privadas en Italia.

En 1987, la magistratura de Milán emitió tres órdenes de detención contra Marcinkus y los directivos del IOR Luigi Mennini y Pellegrino de Stroebel por su conexión con varios crímenes financieros, pero el Vaticano reclamó inmunidad diplomática para el arzobispo estadounidense de acuerdo al Tratado de Letrán que regula las relaciones entre Italia y la Santa Sede y lo protegió de las investigaciones. Para salvar a Marcinkus, Juan Pablo II lo envió a Estados Unidos donde murió apaciblemente en 2006. 

El Papa nombró a Monseñor Donato de Bonis principal colaborador de Marcinkus como su sucesor y el IOR siguió siendo la institución encargada de las oscuras finanzas del Vaticano.  De Bonis manejaba en el banco, decenas de cuentas sin ningún control, que marchaban al margen de la contabilidad oficial y que pertenecían a inexistentes instituciones, fondos y obras de caridad. Entre estas cuentas están las de la Fundación Francis Spellman, la de Louis Augustus Jonas Foundation, el Fondo San Serafino, el Fondo Mamma Roma, el Roma Charity Fund, el Fondo Madonna di Lourdes, la de Tumedei Alina Casalis,  la de la Santa Casa di Loreto, la del Santuario di Loreto e Sacro Monte di Varese, el Fondo San Martino, el del Suore Ancelle della Divina Providenza-Bisceglie y la del Comendador Lorenzo Leone-Bisceglie.

En 1989, De Bonis es sustituido por Ángelo Caloia, pero el primero siguió controlando el IOR a pesar que había sido removido de su cargo y nombrado asistente espiritual de Soberana Orden Militar de Malta. Caloia inicia una profunda investigación en 1992 que lo lleva a descubrir las cuentas fraudulentas, además logra poner al descubierto el uso de grandes cantidades de dinero para comprar políticos italianos incluyendo al ex presidente Giulio Andreotti quien fue acusado por casos de corrupción, por  presuntos vínculos con la mafia y por el asesinato del periodista Mino Pecorelli.

Además del blanqueo de dinero obtenido en actividades ilícitas, De Bonis pagaba comisiones y llegó a la aberración de  utilizar un gran hospital siquiátrico a cargo de la iglesia católica, el Don Uva de Bisceglie  como instrumento  para sus actividades delictivas. Mientras informaba de importantes erogaciones al centro hospitalario, los pacientes  estaban sometidos a malos tratos y a condiciones de vida inhumanas.  Así mismo, se descubrieron muertes sospechosas, hasta que la institución fue investigada por fraudes, estafas y falsas adjudicaciones de dinero.  Todo esto en un hospital que tenía en su cuenta 43,5 millones de euros.

Estas informaciones fueron conocidas en su totalidad por Juan Pablo II. Su primera disposición como Papa fue echar atrás la decisión de su antecesor de destituir a Marcinkus, y a toda la directiva del IOR que incluía a De Bonis, Mennini y De Stroebel, lo que hubiera significado el desenmascaramiento de Sindona y Calvi. Todos los religiosos que fueron apartados de sus cargos ante las evidencias imposibles de ocultar y por las investigaciones de las autoridades italianas cuando desarrollaron, a partir de 1992 la Operación “Manos Limpias” concluyeron con los involucrados -aunque apartados de sus cargos- ascendidos y/o reconocidos por Juan Pablo II.

Todo el manejo ilegal de cuentas secretas usadas para el blanqueo de dinero proveniente de acciones delictivas, fueron conocidas por el Papa desde 1992, porque Caloia se encargó puntualmente de entregar informes a su Secretario Personal por más de 40 años Cardenal Stanislaw Dziwisz y al Secretario de Estado, Cardenal Ángelo Sodano para que el Santo Padre “sepa y actúe” como dijo el periodista italiano Gian Luigi Nuzzi en su libro Vaticano. S.A, pero Juan Pablo aunque supo, no actuó.

Se podrían seguir descubriendo muchas otras actividades ilegales aupadas por el hoy beato y futuro santo de la iglesia católica, pero sería “llover sobre mojado”. Cuesta entender cómo puede ser santa una persona de tan dudosas acciones. Los católicos deberían preguntárselo. Los latinoamericanos jamás entenderemos que un obispo fascista, José María Escrivá de Balaguer, vinculado a la peor represión jamás vivida en España  durante la dictadura de Francisco Franco haya sido canonizado, también en tiempo récord por Juan Pablo II, mientras que el Obispo de San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, espera aún, desde hace treinta años que esa misma iglesia católica reconozca  su martirologio por los pobres y los excluidos.

Para Venezuela no  es motivo de orgullo que en toda esta trama el jefe inmediato  de los cuestionados sacerdotes mafiosos Paul Marcinkus y Donato de Bonis y por tanto responsable directo de esta asociación delictiva, haya sido el Cardenal venezolano José Rosalío Castillo Lara desde su cargo de Presidente de la Comisión Cardenalicia de Vigilancia sobre el IOR, por lo que rendía cuentas directamente a Juan Pablo II. Según Nuzzi, Castillo Lara es “una de las contadas personas que tratan directamente con Juan pablo II, y no sólo sobre las doctas reformas del derecho canónico de las que es un estudioso y un experto impulsor”. Aludiendo a Marco Politi, Nuzzi comenta que “Por citar un chiste que aún circula en los palacios pontificios, la ´la placa del Vaticano SCV es el acrónimo de Se castillo Vuole (si Castillo quiere)´”.

Para quienes crean que toda esta información es meramente especulativa, les recomiendo que lean los siguientes libros que aportan mucha información sobre este tema y sobre las oscuras tramas que se tejen en esa sociedad anónima llamada Vaticano de la que fue máximo jefe el Beato Juan Pablo II

Les recomiendo entre otros:

  • David  Yallop. “En Nombre de Dios. Investigación sobre el asesinato  de Juan Pablo I”. Editorial Oveja Negra. 1984.
  • Pedro Gianfranco Piazzesi y Sandra Bonsanti, “La historia del banquero Roberto Calvi. De la presidencia del Ambrosiano al puente de Blackfriars”. Editorial Planeta, 1984.
  • Discípulos de la Verdad. “Mentiras y Crímenes en El Vaticano”. Ediciones B. 2000.
  • José Martínez de Velasco. “Los legionarios de Cristo. El nuevo ejército del Papa”. La Esfera de los Libros S.L. 2002.
  • Pedro Ángel Palou. “El dinero del diablo”. Editorial Planeta .2009
  • Doménico Mantuano. “Los negocios de Pedro”. L.D. Brooks. 2009
  • Gianluigi Nuzzi. “Vaticano, S.A”. Ediciones Martínez Roca. 2010
 

    sergioro07@hotmail.com



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Sergio Rodríguez Gelfenstein

Consultor y Analista Internacional, graduado en Relaciones Internacionales de la Universidad Central de Venezuela

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