Excelencia Joseph Ratzinger (a: Benedicto XVI), Presidente del Vaticano.
El jueves 20 de octubre, Usted habló de Libia. No como siempre hace en conflictos armados para preocuparse y decir que “ora por la paz”. Costumbre adquirida después que los reyes católicos los arrinconaron en Italia, llenos de tesoros, negocios y de una industria del turismo de santos, suerte de premios nobeles por lo que los católicos se desviven.
“Su Santidad” habló, cual jubileo, para felicitar a los libios (a los 15 que jubilaban en euronews) por el asesinato de Mohammad Gaddafi. Usted, como buen teólogo, no mencionó la palabra muerte. Siguiendo orientaciones mediáticas celebro “el fin de la era Gaddafi”, y deseo a los libios (del CNT-OTAN) paz y democracia (¿Cómo la del vaticano y su iglesia vertical).
Usted dice que “La misericordia de Dios es eterna”. Pensando en Gaddafi como hombre, como padre, abuelo, tío ¿Usted reflexionó que cada semana la OTAN y sus mercenarios mataban a un familiar cercano de aquel hombre? ¿Se compadece Usted del dolor de un padre y de una madre que sabe que sus hijos serán cruelmente matados en cualquier momento? Por sus palabras de felicitación, se que no. Usted, por su profesión, no tiene hijos.
Presidente Ratzinger, Usted conoce lo que fue Libia, saqueada por Italia y Gran Bretaña antes de Gaddafi, y como progreso integralmente con éste.
Como sacerdote, le confieso, que tengo una profunda vergüenza de haber sido bautizado católico. Espero que el Sermón de la Montaña de Jesucristo resucite algún día en el Vaticano.
@bolivarreinaldo