“¿Cómo puede alguien hablar de impago en tiempo futuro cuando estamos ya en una total bancarrota…? ¿Es que no ven cómo la gente escarba entre la basura y duerme en las aceras? Los que nos llevaron a la bancarrota –la troika y el gobierno- proclaman ahora que quieren salvarnos de la quiebra. ¡Es increíble!”
(Mikis Theodorakis, compositor y cantante)
“Todo está cambiando. Todo es terrorífico”, (Kathimerini, periódico griego)
Si Grecia utilizara el préstamo de 130.000 millones de euros en estímulos fiscales, entonces valdría la pena el compromiso. Porque ese dinero podría hacer que mucha gente volviera a tener trabajo y que la economía se pusiera en marcha rápidamente. Pero el préstamo no va a utilizarse para estimular nada. Va a emplearse en recapitalizar los bancos y en pagar a los acreedores, ninguno de los cuales hará lo más mínimo para impulsar la actividad económica o crear puestos de trabajo. Entonces, ¿para qué molestarse? ¿Por qué cavar un agujero aún más profundo si no se va a conseguir nada? Si ese va a ser el caso, entonces Grecia no debería pagar ahora y sí empezar a reconstruir su economía tan rápido como sea posible. No tiene sentido dejarlo para más adelante.
La troika (el Banco Central Europeo, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional) están exigiendo otros 3.000 millones de euros en recortes del gasto público aunque el desempleo alcance el 20% y la economía se haya hundido un 7% en el último trimestre. ¿Qué sentido tiene hacer eso? No necesitan ser unos genios para darse cuenta de que Grecia no alcanzará sus objetivos presupuestarios si los ingresos fiscales continúan cayendo porque a la gente la han despedido o le han recortado los ingresos. Solo van a conseguir que una mala situación empeore. Pero a la troika le trae al pairo este tipo de cosas. No les preocupa que sus absurdas teorías económicas hayan fallado miserablemente hasta ahora o que sus medidas de austeridad no hayan sido más que un fracaso total. Siguen empeñados en cometer los mismos errores una y otra vez, insensibles a las críticas de acreditados economistas, ajenos a los pésimos resultados, siguen ahí firmes en su idea de que los griegos tienen que seguir apretándose el cinturón, seguros de que una dieta estricta a base de migas de pan y agua es la mejor forma para nutrir una economía enferma y hacer que recupere la salud. Sin que les altere lo más mínimo que los hechos demuestren lo contrario.
Fitch no está convencido de que la austeridad vaya a funcionar, en realidad las agencias de calificación bajaron la de Grecia a “C” el pasado martes, diciendo que en estos momentos piensan que es “muy probable” que Grecia no pueda pagar. De forma parecida, un “informe confidencial” entregado el pasado 19 de febrero a los ministros de finanzas de la Eurozona indica que hay una alta probabilidad de que la crisis griega empeore y que la deuda del país respecto a la ratio del PIB esté aún en un 160% en 2020, toda una década después de la puesta en marcha de las medidas de austeridad. Por tanto, aunque Grecia se azote con el cilicio y siga los diktats de la troika, su deuda podría estar aún en niveles “insostenibles” dentro de ocho años.
Entonces, ¿por qué empezar aceptando el préstamo? ¿Por qué no declarar rápidamente el impago y acabar de una vez? Que los acreedores (principalmente los bancos alemanes, franceses e ingleses) afronten las pérdidas. Ese es su problema. Verán, si Vds. no pueden pagar sus facturas, se declaran en quiebra, ¿no? Así es como se supone que funciona el sistema. La misma regla se aplica a los países. Cuando Vds. han intentado abarcar más de lo que pueden y no pueden pagar sus deudas, se pide “Tiempo Muerto”, se saca bandera blanca y a empezar otra vez. Ya es hora de que Grecia admita que el juego se acabó y ponga fin a la historia.
Todos hemos oído ya hablar mucho sobre “los flojos de los griegos” y del “despilfarro en el gasto” durante los últimos dos años, pero la verdad es esta: que la culpa la tienen siempre los prestamistas. Siempre. No importa si Grecia es el mayor gorrón de la historia; eso es completamente irrelevante. Es responsabilidad del prestamista hacer las diligencias debidas para asegurarse de que el prestatario es solvente. El prestatario no tiene responsabilidad en ese sentido. Ninguna. Su misión no es olfatear alrededor para ver si fulano de tal está empleado o si paga sus facturas o si tiene un buen historial de crédito o lo que sea. Ese es el trabajo del banco; y son bastante buenos en eso también (cuando no están estafando al sistema con hipotecas tóxicas). Y tienen criterios muy estrictos a la hora de prestar y si un solicitante no cumple con esos criterios, entonces, bum, de patitas a la calle. Por tanto, si los bancos de la UE pierden una tonelada de dinero porque no hicieron sus deberes y fueron tan estúpidos que no se dieron cuenta que prestarle a Grecia era más arriesgado que prestarle a Alemania, ¿a quién van a culpar de ello? ¿A Grecia? Para nada.
Desde luego, la gente en el poder rechaza esta línea de razonamiento porque no creen que los bancos o los tenedores de bonos deban siquiera perder un céntimo. De eso es de lo que va el último fiasco del rescate, de intentar proteger a incultos banqueros de las pérdidas en sus apuestas de mierda. Pero si los banqueros no asumen las pérdidas, entonces, ¿quién lo hará? ¿Los trabajadores? Eso es lo que se pretende en estos momentos, pero también es por eso por lo que Atenas se ha convertido en una zona de guerra, porque se está culpando a las personas equivocadas de una crisis que no crearon y por la que no deberían pagar… Así es como Satyajit Das resume el capitalismo salvaje: “Ya no se pretende en modo alguno ‘ayudar’ a Grecia. Solo se trata de asegurar que los bancos alemanes y franceses minimicen sus pérdidas”.
¿Ven? Eso no tiene nada que ver, en absoluto, con Grecia. Es solo otro rescate de los grandes capitostes de las finanzas. Veamos que más nos cuenta Das:
“Es probable que los fondos no se le entreguen a Grecia sino que se coloquen en una cuenta especial de dónde se irán sacando para satisfacer las obligaciones de deuda del país… Alemania y los Países Bajos han sugerido que la UE asuma el control de las finanzas griegas y que se suspendan las elecciones a favor de un gobierno tecnocrático que cuente con la confianza de Berlín, París y Bruselas. Al final, el comunicado exigía que Grecia aprobara una ley humillante en la que se dé prioridad a la amortización de la deuda por encima de cualquier otra obligación del gobierno”. (“It’s all Greek to me”, Satyahit Das)
Ahora que Grecia ha aceptado un contrato de esclavitud para el próximo milenio, o algo así, los eurócratas han decidido imponerle más condiciones onerosas, como colocarles un capataz en Atenas que supervise el presupuesto para asegurar que los acreedores extranjeros consiguen su dinero antes que los pensionistas, que las madres que atienden a personas dependientes, que los pacientes de cáncer, que los veteranos minusválidos, los huérfanos y los parados. ¿Qué es eso de las prioridades? Al mismo tiempo, los partidarios de la línea dura en Alemania quieren que el parlamento griego apruebe un proyecto de ley que haga imposible que futuros parlamentarios puedan rechazar los términos del rescate. Es decir, se espera que Grecia derogue los principios fundamentales del gobierno democrático para pagar a los degolladores que emitieron los préstamos. Lo siguiente será que los griegos tendrán que enviar a sus primogénitos como garantía de los préstamos. ¿Dónde acaba esta historia?
Y –como hemos dicho antes-, el plan de rescate ni siquiera soluciona el problema. La economía griega continuará desacelerándose mientras la deuda de la nación respecto al PIB siga creciendo. Así pues, una vez más, ¿por qué aceptar un acuerdo que solo va a servir para empeorar las cosas?
Les refiero un párrafo de un artículo en Der Speigel que saca la misma conclusión:
“Desde luego que los 130.000 millones de euros no van a resolver el problema. Solo se intenta comprar tiempo. Tiempo hasta que los mercados financieros se hayan estabilizado a un nivel en que puedan manejar la bancarrota real de Grecia sin una reacción en cadena. Sin quiebras bancarias, no hay consecuencias a través de la pérdida del seguro del crédito y para el problema existente de explosión de los países de la Eurozona.” (“Stop the 130 billion bank transfer!” Der Speigel)
Por tanto, están sacrificando a Grecia para impedir otro Lehman Brothers, ¿no es así? Le están arrancando su soberanía y abocando a su pueblo a una década de miseria absoluta porque las infracapitalizadas, superextendidas y poco reguladas instituciones financieras están amarradas a una línea de conga que podría estallar en cualquier momento y echar abajo con ellas todo el sistema financiero. ¿Verdad? ¿Es el sistema realmente tan frágil o se está invocando a Lehman (al igual que con el 11-S) para conseguir además un objetivo diferente?: Sustituir a los representantes elegidos con agentes de la mafia bancaria que planean convertir el país en una mina a cielo abierto para arrancarle todos sus tesoros mientras aplastan los sindicatos bajo los tacones de sus botas.
Pero, ¿es Grecia responsable, al menos en parte, de la crisis actual?
Seguro que sí. La corrupción, el caciquismo y la evasión de impuestos están a la orden del día, pero los problemas reales no aparecieron hasta 2009, como el compositor Mikis Theodorakis explica en este escrito editado en su página web:
“Hasta 2009, no había problemas económicos graves. Las mayores heridas de nuestra economía eran los enormes gastos relacionados con la compra de material bélico y la corrupción de una parte del sector político, económico y periodístico. De ambas heridas, los extranjeros son conjuntamente responsables. Los alemanes, por ejemplo, al igual que los franceses, ingleses y estadounidenses, ganaron miles de millones de euros de las ventas anuales de material bélico, en detrimento de nuestra riqueza nacional. Esa continua hemorragia nos puso de rodillas y no nos permitió avanzar, mientras que al mismo tiempo hacía que naciones extranjeras prosperasen. Lo mismo ocurrió con el problema de la corrupción. Por ejemplo, la compañía alemana S mantenía un departamento especial para conseguir accionistas a fin de colocar sus productos en el mercado griego. Por lo tanto, el pueblo griego ha sido víctima de ese dúo depredador de griegos y alemanes que se han enriquecido a costa suya.
Es obvio que esas dos grandes heridas podrían haberse evitado si los dirigentes de los dos partidos pro-estadounidenses en el poder no hubieran sido erosionados por elementos corruptos que recurrieron a préstamos excesivos para cubrir la fuga de riqueza (el producto de la clase trabajadora griega) a manos de países extranjeros, provocando una deuda pública que alcanzó los 300.000 millones de euros, i.e. el 130% del PIB.”
¿Les resulta familiar? Los bancos prestan montones de dinero a contratistas corruptos y a políticos venales que ponen sus bolsillos mientras se dedican a comprar gran cantidad de equipamiento militar inútil con gran frenesí. Todo el mundo se atraca en el pesebre público; todo el mundo engorda y es feliz. ¿Cuántas veces hemos oído esa historia antes? Y, oh, yeah, algunos pesos pesados de Wall Street también ayudaron a que el gobierno griego escondiera la tinta roja que había en sus libros contables para poder mantener el mayor tiempo posible el latrocinio de esos tiburones. Ahora que las facturas han vencido, las cucarachas se han dispersado y es a los trabajadores a quienes les toca pagar las cuentas.
¿Hay alguien que se pregunte por qué las víctimas de esta obscena estafa han tomado las calles e incendiado Atenas en vez de aceptar su destino sin protestar?
Nadie piensa que este último rescate griego sea algo más que un ejercicio de pataleo diseñado para prolongar lo inevitable. Finalmente, Grecia no podrá pagar y la razón de ello es porque las políticas puestas en marcha hacen que el fracaso sea inevitable. El feroz régimen de apretarse el cinturón impuesto por Bruselas y Frankfurt no pretendía hacer que la economía recuperara la productividad y el crecimiento; el objetivo era castigar, humillar y crear un “estado permanente de dependencia colonial”. Es tan solo una “terapia de choque” con un envoltorio diferente.