El asesinato de Gaitán ante la farsa de Cartagena

Hace 64 años, el 9 de abril de 1948, fue asesinado, en Bogotá, Jorge Eliécer Gaitán, líder populista que tuvo gran arraigo en la nación colombiana por sus campañas en favor de la clase trabajadora. Fue la oligarquía del país, sometida al Imperio, la que ordenó el crimen.

Jorge Eliécer Gaitán Ayala en la época en que, joven aún, era uno de los profesores, abogados y políticos más brillantes de Colombia

1-. BOLÍVAR, GAITÁN Y EL CIRCO DE CARTAGENA

La propia oligarquía que asesinó a Gaitán fue la que, 120 años antes, había asesinado lentamente a El Libertador, como efecto del asalto al Palacio San Carlos, el 25 de septiembre de 1828, y es la misma que este fin de semana se dispone a celebrar en Cartagena una cumbre continental que tiene como fondo las tumbas secretas colectivas, la tortura, los asesinatos de periodistas y activistas obreros, indigenistas, campesinos y estudiantiles, y el presidio infrahumano, violador de la Convención de Ginebra, de decenas de miles de combatientes que luchan por lo mismo que defendieron Bolívar y Gaitán.

Fue el ataque a Bolívar el que provocó su muerte, dos años después, víctima de la tuberculosis, porque El Libertador tuvo que huir del palacio, lanzándose por una ventana, y refugiarse, bajo el agua lodosa, de madrugada, por más de cuatro horas, con intenso frío, en un riachuelo que entonces se hallaba muy cerca del palacio, en compañía de su fiel mayordomo, José Palacios.

A partir de ese momento, la salud de El Libertador fue decayendo hasta su muerte, en Santa Marta, dos años y dos meses después. Aquel asalto, dirigido de lejos, en la sombra, por el traidor Francisco de Paula y Santander, líder histórico de la oligarquía y la burguesía colombianas, a la que entonces se llamaba neo-granadinas, fue, en rigor, un magnicidio diferido que concluyó, finalmente, el 17 de diciembre de 1830.

Desde entonces, la clase dominante de Colombia ha perpetrado miles de crímenes para mantener su poder omnímodo y sus privilegios excesivos. Contra esa infamia, el pueblo colombiano se ha rebelado por más de dos siglos, y a partir de unos años después del asesinato de Gaitán, a través de una poderosa insurrección, con base en las zonas rurales y amplio apoyo en extensos sectores del pueblo –como la de Cuba, en los años 50—, que aún combate con gran vigor, a pesar de que ha sido atacada ferozmente por el Imperio y sus lacayos, Uribe, Santos y otros criminales de la oligarquía.

Esta rebelión de hoy es la continuación de la que comenzó con el asesinato de Gaitán, conocida como El Bogotazo, en que murieron unos cuatro o cinco mil seres humanos, en todo el país, en menos de 48 horas, y se fortaleció a partir de los años 60 con la creación de varios movimientos revolucionarios, sobre todo las FARC que ha mantenido la lucha todos estos años.

Hay evidencias que señalan al estadounidense de ascendencia italiana, John Mepples Espírito, reclutado por la entonces recién creada CIA, como la persona que le pagó al asesino de Gaitán, Juan Roa Sierra, para que perpetrara su crimen. Mepples Espírito tenía la misión de asesinar a Roa Sierra después del hecho –de acuerdo a esas evidencias--, pero el pueblo se le adelantó y lo mató a golpes frente a una farmacia que estaba muy cerca del sitio en que fue asesinado Gaitán, en pleno centro de Bogotá. Mepples Espírito estuvo involucrado, unos años después, en la “rebelión”, organizada por el Imperio –como las recientes de Libia y Siria-- que derrocó al presidente Jacobo Arbenz de Guatemala.

La señora Gloria Gaitán está convencida que Mepples Espírito y la embajada de Estados Unidos en Bogotá estuvieron detrás del asesinato de su padre. En un artículo publicado hace unos días, la señora Gaitán dice:

--Existe la confesión grabada del agente de la CIA, John Mepples Espirito, quien da detalles precisos sobre ciertos hechos que precedieron al complot, que sólo mi padre, mi madre y yo conocíamos, lo que le otorga una máxima garantía a las precisiones que el agente norteamericano hace sobre el asesinato.

Otras fuentes consideran que el autor intelectual del asesinato de Gaitán fue el expresidente Laureano Gómez, quien ejercía más poder sobre el gobernante Partido Conservador que el presidente Ospina Pérez. Se cree que uno de sus ayudantes contrató al asesino Roa Sierra.

Me inclino a creer que fue un agente de la oligarquía quien contrató al asesino, pero conociendo un poco al Imperio creo que pudiera ser cierta la culpabilidad directa de la embajada yanki en Bogotá, como asegura la señora Gaitán.

La causa de Jorge Eliécer Gaitán vive hoy en los campos, las selvas, las montañas, los pueblos y las ciudades de Colombia. Ha recibido golpes muy fuertes, pero sigue luchando y mientras en el país reine la injusticia, la lucha del pueblo proseguirá hasta la victoria.

Para honrar su memoria en este sexagésimo cuarto aniversario de su muerte, permítanme que transcriba una de las crónicas históricas que publiqué hace unos años.

REBELIÓN EN COLOMBIA POR EL ASESINATO DE GAITÁN

El Diario de la Historia, Bogotá, 10 de abril de 1948. El jefe liberal Jorge Eliécer Gaitán Ayala fue asesinado ayer, a la una y cinco de la tarde, por un joven que se le acercó a la salida del edificio Agustín Nieto, en la esquina de la Carrera Séptima y Avenida Jiménez de Quesada, en pleno centro de la ciudad, y le hizo tres disparos. Dos le penetraron en la cabeza y murió, una hora después, cuando los médicos trataban de salvarlo en la Clínica Central de Bogotá.

--No me dejen morir –fueron sus últimas palabras--.

El joven trató de huir, pero fue apresado por varias personas, entre ellas el cabo de Dragones, Carlos A. Jiménez, quienes lo llevaron a la contigua droguería Granada para alejarlo de quienes querían matarlo allí mismo.

Un amigo de Gaitán, que presenció el hecho, le preguntó al agresor:

--¿Por qué ha cometido usted este crimen… de matar al doctor Gaitán?

--¡Ay, señor, cosas poderosas que no le puedo decir…! ¡Ay, Virgen del Carmen, sálvame! –respondió el joven, en tono implorante--.

La enfurecida turba que se reunió frente a la droguería sacó al joven del lugar y lo mató a golpes y cuchilladas. Era un joven trigueño de cabello un poco largo y barba descuidada, de nariz aguileña, baja estatura, delgado, de rostro duro aunque humilde, que vestía de traje carmelita claro a rayas, zapatos amarillos y sombrero de fieltro, todo muy humilde. No se ha revelado aún su identidad.

LA IRA DEL PUEBLO

La noticia del atentado corrió por toda la ciudad con la rapidez del relámpago y el retumbar del trueno.

Una hora después, bandas armadas convergieron en el centro de Bogotá desde los barrios marginales, en los que Gaitán tenía una gran popularidad. Portaban pistolas, revólveres, cuchillos, garrotes, martillos, tubos, palos... todo lo útil para materializar la cólera y reclamar venganza. Miles de personas inermes, aunque por igual furiosas, apoyaban a los rebeldes.

Hacia las cuatro de la tarde, una enardecida multitud se congregó en la Plaza Bolívar, pidiendo, a gritos, la inmediata renuncia del presidente conservador Mariano Ospina Pérez. El cadáver del joven asesino fue lanzado ante la puerta del Palacio Nariño, sede de la presidencia. Su rostro era una masa sanguinolenta e informe: no se le podían distinguir bien los ojos ni la nariz ni la quijada ni la boca. La sangre lo cubría de pies a cabeza.

Un grupo rebelde trató de penetrar en el palacio, pero fue repelido por la Guardia Presidencial con un saldo de varios muertos y heridos. Francotiradores del gobierno dispararon desde el techo de la catedral, matando a decenas de personas. Otro grupo atacó el Capitolio, en el que estaban reunidos, en ese momento, los cancilleres de las 21 repúblicas que asisten a la Conferencia Interamericana de la que está surgiendo la Organización de Estados Americanos –OEA--, dando candela a varias salas del recinto, rompiendo cristales, destruyendo muebles, vandalizando columnas y paredes, pero sin agredir a los cancilleres.

Dos horas después del asesinato de Gaitán llegaron a la Plaza Bolívar varias unidades del ejército protegidas por tres tanques de guerra y seis carros blindados. Los rebeldes se replegaron hacia otras posiciones.

Muchos vehículos de transporte público fueron virados o destruidos. Hubo decenas de sangrientos combates callejeros. Los saqueos se extendieron por toda la ciudad. La radio transmitía noticias, constantemente, sobre todo lo que sucedía.

Amparados, entonces, en las sombras de la noche, los rebeldes incendiaron cientos de edificios, entre ellos varios ministerios y el Palacio San Carlos, sede de la Cancillería. El gobierno conservador decretó la Ley Marcial en todo el país. Brotes de violencia se han reportado en otras ciudades. Un grupo asaltó la sede del gobierno en Cali y aún controla la tercera ciudad del país. Hacia la medianoche, hubo un combate ante la embajada de Estados Unidos, con un saldo de varios muertos. Los rebeldes trataban de tomar por asalto la sede diplomática. Aunque el gobierno ha dicho que la protesta ha provocado unos cientos de muertos, se cree que pueda ser miles.

LA CONFERENCIA

La presencia en Bogotá de los cancilleres de América, que asisten a la Novena Conferencia Panamericana, le ha dado a la rebelión un gran revuelo internacional.

El general George C. Marshal declaró hoy que la muerte de Gaitán y la rebelión de Bogotá responden a un plan de Moscú para hacer de Colombia el primer país comunista del Continente. Algunos analistas señalan, por el contrario, que esta acusación del Canciller de Estados Unidos pertenece a la retórica de la Doctrina Truman y de este nuevo conflicto, no armado aún, entre Estados Unidos y la Unión Sovietica, al que algunos llaman Guerra Fría, así como varios periodistas ya le llaman a esta sangrienta explosión popular El Bogotazo.

EL LÍDER

Jorge Eliécer Gaitán Ayala nació en el Barrio Las Cruces, Bogotá, el 23 de enero de 1898 –otras fuentes afirman que nació en Manta, Departamento de Cundinamarca, el 26 de enero de 1903--. Tenía, pues, al morir 50 --ó 45-- años. Se graduó de abogado en la Universidad Nacional a los 21 años y realizó estudios de postgrado, con gran distinción, en la Real Universidad de Roma. Desde muy joven militó en la vertiente más populista, de tendencias socialistas, del Partido Liberal. Carismático orador, fue alcalde de Bogotá en 1934 y, después, Ministro de Educación y de Trabajo, diputado y senador.

Su plena identificación con la clase trabajadora se demostró en muchas de sus campañas. Una de las más conocidas fue la formidable denuncia que hizo en la Cámara de Diputados sobre la masacre de trabajadores en la compañía yanki United Fruit –conocida en Cuba y otros países como MamaYunai--, el 5 de diciembre de 1928, en la que probó que el gobierno y las fuerzas armadas eran cómplices de las compañías transnacionales que mantenían en la miseria a sus trabajadores y asesinaban a los que se atrevían a rebelarse. Esta denuncia convirtió a Gaitán en el más destacado defensor de los trabajadores de Colombia.

Gaitán abandonó el Partido Liberal, en 1933, para crear la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria –UNIR—, pero unos años después regresó al liberalismo para facilitar su llegada al poder y aplicar las medidas en favor de la clase trabajadora.

El 20 de abril de 1946, en el teatro Municipal de Bogotá, Gaitán planteó que había una diferencia radical entre el “país político”, que piensa en sus empleos y su poder, y el “país nacional”, que piensa en su trabajo, su salud, su cultura, su familia. El “país político”, dominado por la oligarquía, se impone sobre el “país nacional”, integrado por el pueblo, y lo gobierna sin tener en cuenta su bienestar.

En las pasadas elecciones nacionales de hace dos años, Gaitán fue candidato a la presidencia por el ala disidente del liberalismo, cuyo partido había postulado ya al doctor Gabriel Turbay, división que provocó la elección del candidato conservador, Ospina Pérez.

En las próximas elecciones presidenciales, iba a ser el candidato único del Partido Liberal, ya que el doctor Turbay murió hace unos meses en París, y se daba por segura su elección, no sólo porque los dos candidatos del liberalismo habían obtenido más votos que el candidato único de los conservadores hace dos años, sino porque la popularidad de Gaitán había aumentado después de las elecciones.

LA MANIOBRA

A pesar de la sangre y la destrucción que el asesinato ha causado, se cree que la rebelión ha sido neutralizada hoy, al menos temporalmente, por una audaz maniobra política.

Darío Echandía, sustituto de Gaitán en la dirección del Partido Liberal, a quien anoche la radio rebelde señalaba como jefe de la Junta Revolucionaria que había derrocado al presidente Ospina, fue nombrado, esta tarde, Premier y Ministro del Interior del gobierno que sigue presidiendo el propio Ospina.

El nuevo consejo de ministros, de trece carteras, está integrado por seis conservadores, seis liberales... y un llamado independiente que es, realmente, de tendencia liberal –el general Germán Ocampo, Ministro de Guerra—, lo que sugiere una ventaja liberal en el gobierno de un presidente conservador. O sea que los dos ministros que van a dirigir a las fuerzas armadas para sofocar una rebelión liberal contra un gobierno conservador, son liberales.

Este acuerdo, tan rápido y fácil, con el régimen reaccionario de Ospina, sometido al Imperio, prueba que la diferencia que hay en Colombia entre liberales y conservadores es la misma que existe en Estados Unidos entre demócratas y republicanos, o sea ninguna, y que las ideas de Gaitán no eran las del liberalismo clásico, sino que estaban mucho más a la izquierda, o sea en el socialismo.

Así lo ha visto el pueblo y se cree que éste pudiera ser el inicio de una Revolución que dará al traste con tanta injusticia y tanta entrega al enemigo histórico de Colombia, el Imperio, el mismo que, en 1903, contrató a los mercenarios que separaron a Panamá para construir un canal que Colombia le hubiera permitido hacer al Imperio si éste no hubiera exigido que una amplia franja de tierra a ambas orillas del canal tenía que ser territorio de Estados Unidos y no de Colombia. Esa infamia no se podía permitir y fue, entonces, que el régimen terrorista de Teddy Roosevelt le arrancó a Colombia uno de sus departamentos de gran valor histórico, en el que Simón Bolívar había celebrado la primera cumbre continental.

Colombia trató de recuperar su territorio, pero sus fuerzas armadas no podían avanzar por el cenagoso Darién y tenían que hacerlo por mar. El Imperio interpuso entre Panamá y Colombia sus mejores barcos de guerra, más poderosos que los de Colombia, y ése fue el fin del Panamá colombiano.

El Congreso Anfictiónico de Panamá, celebrado en 1826 y presidido por El Libertador, contó con la asistencia de Nueva Granada –Colombia--, Venezuela, Ecuador, Guatemala, México, Perú y las Provincias Unidas de Centro América.

Cuba, de seguro, hubiera asistido a esa cumbre inicial, pero aún no había logrado su independencia, por culpa en parte del Imperio yanki que apoyaba, entonces, la dominación colonial de nuestro país porque planeaba comprárselo a España, como se probó varias veces, sobre todo en 1854, con el Manifiesto de Ostende.

Sobre el cielo nocturno de Bogotá, a 36 horas del asesinato de Gaitán, aún se reflejan grandes destellos flamígeros. La rebelión ha devenido en un fenómeno meteorológico: la fría ciudad de casi tres kilómetros de altura se ha convertido en una hoguera.

Al margen: la prensa local de Miami informa esta mañana del lunes, día 9, que Juan Manuel Santos acaba de declarar: “Cuba y Estados Unidos deben buscar un acercamiento” lo que significaría el fin del cruel y cobarde bloqueo económico que el Imperio le ha impuesto al pueblo cubano por más de medio siglo. Esa declaración, dicha por una persona sensible, es justa y razonada. Dicha por el diablo Santos suena como un eco que regresa del ‘infierno’.

carlos.rivero@att.net


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Carlos Rivero Collado


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