Crimea se ha convertido, otra vez, en un polvorín, pero ahora puede ser la chispa de una guerra mundial, no sólo entre Rusia y el Imperio Otomano apoyado por Francia e Inglaterra, como el del Siglo XIX. El lunes día 17, se cumplió el 414 aniversario del asesinato en la hoguera de Giordano Bruno.
Los rusos de Crimea, que no aceptan la criminal revuelta pro-imperialista de Ucrania, saludan con sus banderas a la Gran Flota Rusa del Mar Negro.
¿OTRA GUERRA EN CRIMEA?
LA AMENAZA
No voy a repetir lo que ya todos saben sobre los sucesos de Ucrania. La prensa mundial ha cubierto todos los detalles de lo que ha sucedido en ese país en los últimos tres meses. Sólo quiero dar un par de ideas breves que tal vez no sean del todo inútiles para entrar en el tema noble y grande, el martirio de Giordano Bruno.
Una vez más, el Imperio terrorista vuelve a intervenir en los conflictos internos de una nación soberana con el apoyo de sus cómplices de la Unión Europea. El capitalismo de garra y colmillo muerde y desgarra una vez más, como antes en México, Nicaragua, Hawai, Cuba, Filipinas, Puerto Rico, Sano Domingo, Haití, Corea, Vietnam, Guatemala, Chile, Argentina, Panamá, Líbano, Afganistán, Irak, Pakistán, Libia, Siria y otros países, ahora le ha tocado el turno a Ucrania y Venezuela.
La crisis de Ucrania no es sólo la caída del presidente Víctor Yanukóvich ni el triunfo de las mafias terroristas que se llaman a sí mismas “nacionalistas” y son, exactamente, todo lo contrario: es algo mucho más peligroso. Si esos revoltosos fueran nacionalistas se enfrentarían a las potencias capitalistas del oeste no a Rusia, que desde 1991 ha respetado los derechos del país que fue, curiosamente, la cuna de la propia Rusia.
En la Guerra de Crimea de mediados el Siglo XIX entre la Rusia Imperial de Nicolás I y Alejandro II, y el Imperio Otomano, apoyado éste por los imperios de Francia e Inglaterra, hubo cientos de miles de muertos. En una guerra por el grave dilema actual de Crimea, entre Rusia y una Ucrania apoyada por el Imperio y la Unión Europea, los muertos pudieran ser cientos –tal vez miles-- de millones, además de los muchos millones que perecerían a causa del Invierno Nuclear del que ya hemos hablado muchas veces.
Lo último que ha sucedido en Crimea es que ayer, jueves 27, grupos armados opuestos a los terroristas de Kiev ocuparon varios edificios públicos y el aeropuerto de Simferopol, capital de Crimea.
La mayor Flota Rusa del Mar Negro, vital para la defensa del país, está en Crimea. De la única forma en que esa flota puede llegar al Mediterráneo y al Atlántico es a través del Bósforo que, por supuesto, se conecta con el Mar Negro. Rusia tiene otras flotas en el Mar Negro, pero son más pequeñas y de mucha menos relevancia histórica.
Ha habido algunos enfrentamientos entre los rusos y ucranianos de Crimea. Miles de manifestantes salieron a las calles portando banderas rusas y gritando:
--¡Crimea es rusa! ¡Crimea es rusa!
Otros defendían a los terroristas gritando:
--¡Ucrania! ¡Ucrania!
Muchas guerras civiles de la historia han comenzado de una forma similar.
El 58% de la población de Crimea es rusa; el 24% es ucraniana, el 12% es de origen Tártaro y el 6% pertenece a otros ancestros nacionales.
El Kremlin está usando el mismo enérgico lenguaje que precedió a la Guerra de Georgia, en agosto del 2008, cuando se vio obligado a defender las regiones de Osetia del Sur y Abjazia, cuya población rusa estaba siendo hostilizada por los georgianos, el mismo escenario que ahora se presenta en Crimea. Como siempre, el Imperio apoyó las acciones anti-rusas de ese país caucásico, unido a Rusia por muchos siglos de historia común. No era la primera vez que Georgia y Rusia se enfrentaban en una guerra. Ya lo habían hecho en 1920 durante el gobierno de Lenin, antes de la fundación de la Unión Soviética.
LA INSOLENCIA DE LOS TERRORISTAS
Lo primero que declaró el presidente-terrorista-provisional Oleksandr Turchinov fue que su gobierno se verá obligado a tomar medidas antipopulares para sacar al país de la crisis económica, o sea ya está anunciando que lo someterá a los intereses de la banca capitalista mundial. Lo mismo que está sucediendo en España, Grecia y otros países golpeados por la crisis económica mundial provocada por el propio capitalismo. La estrategia criminal del desempleo masivo, la drástica disminución a la ayuda social, los extensos desahucios: el hambre, la intemperie y el suicidio para los pobres, la panza llena en sus mansiones y la vida muelle para los ricos.
Eso es lo que le espera a Ucrania. Hambre y frío, que ya éste Rusia se lo había aliviado disminuyendo el precio del combustible para la calefacción casi al nivel del valor de producción. ¿Hará “Occidente” lo mismo para favorecer a las familias, sobre todo a las más necesitadas? Quien crea en eso no sabe una palabra de lo que es el capitalismo. Lo que le espera a Ucrania es la explotación más inicua y la exportación a Occidente a precios mínimos de su producción industrial y agrícola, ésta una de las mejores del mundo. Ucrania es el único país extenso con tierras de óptima calidad en más de la mitad de su territorio. Es el país más extenso de Europa, después de la Rusia europea.
El presidente Vladimir Putin le ha ordenado a cientos de miles de soldados que se hallan cerca de la frontera con Ucrania que se preparen para realizar “juegos de guerra”. Los gobiernos siempre anuncian esos ejercicios militares con varios meses, y hasta años, de antelación. Ha sido, pues, una súbita decisión del Kremlin, lo que sugiere que esos juegos pudieran tener de todo menos de juego.
El canciller imperial John Kerry --hace seis años criticaba duramente a los sionistas, hoy es un aliado sumiso del gobierno de Israel— ha dicho: “cualquier intervención militar que viole la integridad territorial soberana de Ucrania sería un grave y enorme error" --any kind of military intervention that would violate the sovereign territorial integrity of Ukraine would be a huge grave mistake--.
El Imperio, que apoyó abiertamente la revuelta para que Ucrania se ciñera el apretado yugo del capitalismo, ahora se enfrenta a Rusia regresando a la Guerra Fría que tal vez no sea fría ni tibia por mucho tiempo.
El Consejo Euro-Maidan, que ha tomado el poder por la violencia, está integrado, en parte, por fanáticos que hasta hace pocos años propagaban las ideas de los dirigentes nazis de Alemania.
Ahora los terroristas quieren que la Corte Internacional de Justicia de La Haya juzgue a Yanukovich por crímenes que fueron ellos quienes los comenzaron obligándolo a defenderse. Ellos son los victimarios que se negaron a toda solución razonable y pacífica; Yanukóvich es la víctima que hizo todo lo posible por resolver la crisis a través de la razón. Aquéllos le dieron la razón a Marco Tulio Cicerón cuando dijo que “la fuerza es el derecho de las bestias”.
El Kremlin se comprometió a ayudar a Ucrania con 15,000 millones de dólares. Ahora el Imperio y la Unión Europea le ofrecen 2,500 millones, o sea la sexta parte, y no como ayuda sino como préstamo a plazo más o menos corto. Ucrania no podrá salir de su grave crisis con una ayuda tan miserable.
El Imperio y sus cómplices de la Unión Europea están cometiendo un gravísimo error al hostigar a una nación tan heroica, poderosa y respetuosa de sí misma como Rusia. Aquí si puede haber una guerra mundial que tendría que ser, necesariamente, nuclear.
EL TERROR IMPERIALISTA EN VENEZUELA
Tampoco voy a exponer lo que ya todos saben sobre los hechos violentos que han sacudido a la hermana República Bolivariana de Venezuela.
Sólo quiero decir algo muy breve, también, sobre esa crisis: una clara señal de la clásica insolencia terrorista del Imperio la vimos cuando el presidente Nicolás Maduro expulsó de Venezuela a tres diplomáticos de EU que estaban apoyando, personalmente, los disturbios criminales de una “oposición” dominada por el Imperio. En represalia, el Imperio expulsó a tres diplomáticos venezolanos que estaban cumpliendo bien su trabajo profesional, sin la menor intervención en los asuntos internos de Estados Unidos. Aquéllos son tres terroristas disfrazados de diplomáticos; éstos son tres diplomáticos actuando en la diplomacia.
La violencia en Venezuela alborotó el gallinero imperialista, sobre todo aquí en Miami. Martinelli de Panamá pide una intervención de la OEA. El senador yanqui-“cubano” Marco Rubio –hasta en su nombre hay mentira-- pide aumentar la interferencia yanqui. John McCain pide una intervención militar directa del Imperio; se trata del piloto-terrorista que bombardeó 23 veces a Vietnam de Norte asesinando a cientos, tal vez miles, de civiles inocentes, y que después sería candidato presidencial en el 2008 y ahora senador por Arizona a pesar de que tiene una instrucción a nivel del sexto año de enseñanza primaria… o tal vez debido a ello. Es el mismo fanático ultraderechista que ha apoyado a los terroristas de Siria, que el año pasado pedía una guerra entre Turquía y Siria y que hace apenas dos o tres semanas andaba por Kiev atizando la candela.
Por su parte, el ambiguo canciller John Kerry exige la liberación de Leopoldo López y otros terroristas. El gobierno que ha mantenido a cinco cubanos antiterroristas en presidio por 15 años, condenados después de un proceso judicial en el que se violó, abiertamente, el llamado due process of law –debido proceso de la ley--, exige ahora la liberación inmediata de unos terroristas que sembraron la muerte en las calles de Caracas y otras ciudades y que de haberlo hecho en este país, habrían sido condenados a muerte o al menos a cadena perpetua.
Es el Imperio en toda la extensión de su insolencia terrorista.
Esperemos que en Ucrania, Venezuela, Siria, Crimea. Rusia, el Imperio y la Unión Europea prevalezca el sentido común y el instinto de conservación innato, aunque no siempre, en el ser humano; pero tengo la lejana sospecha de que no será así.
Vayamos a lo grande, a la historia:
EL MÁRTIR DE LAS CIENCIAS
REBELDE CONTRA LA MENTIRA
Filippo Bruno nació en Nola, región de Campania, Reino de Nápoles, en el año 1548 –se desconoce el día y el mes--. A los 17 años entró en la Orden Dominica, en el monasterio San Domenico Maggiore de Nápoles, adoptando el nombre de Giordano.
A pesar que desde muy joven mostró rebeldía de pensamiento y afición por los libros prohibidos por la Iglesia, se mantuvo once años en la vida eclesiástica y en una ocasión viajó a Roma para enseñarle al papa Pío V su sistema de memoria, parecido al que hoy se conoce como mnemotecnia, que comenzó a desarrollar desde muy joven. Su sistema le permitió memorizar capítulos enteros, y hasta párrafos palabra por palabra, de los libros que leía una sola vez.
A los 28 años, Giordano renunció a sus hábitos como fraile dominico. Viajó, entonces, al puerto de Noli, en Génova, y después a Savona, Turín y Venecia. Aquí publicó su primer libro "Sobre el Cambio de los Tiempos", en los que ya expresaba, aunque en forma discreta, algunos criterios que diferían del catolicismo.
De Viena fue a Padua y Bergamo y, cruzando los Alpes, entró a Francia, pasó por Chambery y Lyon y se quedó un año en Toulouse, en cuya universidad obtuvo el doctorado en Teología y pronunció conferencias sobre filosofía. En el verano de 1581, a los 33 años de edad, llegó a París.
París no era entonces la capital mundial de la cultura como llegaría a ser un siglo y medio después. Las capitales eran, entonces, Florencia y Ámsterdam y, en cierta forma, Roma, a pesar del Papa.
En París, Giordano pronunció decenas de conferencias teológicas y se hizo famoso por su memoria excepcional que algunos atribuyeron a poderes mágicos, aunque él siempre lo negó, aduciendo que era un atributo personal que nada tenía que ver con los misterios. Enrique III manifestó su admiración por los poderes memorizadores de Bruno y por varias de sus conferencias y lo ayudó en su viaje a Inglaterra, adonde llegó como protegido y huésped del embajador francés.
En Inglaterra vivió tres años y en este tiempo terminó algunas de sus obras principales: "Diálogos Italianos", "Sobre la Causa, el Principio y la Unidad", "Sobre el Universo Infinito y los Mundos", "La Expulsión de la Bestia Triunfante", "Sobre el Heroico Frenesí" y otros.
Regresó a París en 1585, creándose varios problemas al plantear sus tesis –más de cien-- contra las ciencias naturales de Aristóteles, aceptadas por la Iglesia.
Al año siguiente viajó a Alemania. Durante dos años pronunció conferencias filosóficas en la Universidad de Wittenberg.
En 1588 fue a Praga, capital entonces del Reino de Bohemia, asociado al imperio austriaco de los Hapsburgo, y fue nombrado profesor en la universidad de Helmstedt, pero tuvo que huir al ser excomulgado por los luteranos, tan fanáticos como los católicos. En este período escribió varias de sus obras: “Sobre la Magia”, “Recuento General del Vasallaje” y “Sobre la Composición de Imágenes, Signos e Ideas”.
A principios de 1591 se hallaba en Francfurt, pero en agosto, creyendo fatalmente que la Inquisición había perdido parte de su poder terrorista, regresó a Italia por invitación del patricio veneciano Giovanni Mocenigo, tratando, sin éxito, que le otorgaran la cátedra de matemáticas en la Universidad de Padua, que un año después ocuparía Galileo.
No hay evidencias de que Galileo y Bruno se conocieran cuando aún el primero no había expuesto sus obras y ya el segundo había alcanzado fama.
Hasta marzo de 1592, Bruno fue huésped y tutor de Mocenigo. Este infame aristócrata del incipiente capitalismo comercial traicionó a su maestro, que había tratado de enseñarle la verdad de las ciencias, entre ellas la teoría heliocéntrica de Copérnico que varios filósofos griegos habían planteado en la Antigüedad, y sus ideas propias sobre el universo infinito, y lo denunció a la Inquisición el mismo día en que planeaba salir de Venecia para iniciar su regreso a Praga.
LA INTEGRIDAD DE LA CONCIENCIA
El 22 de mayo de 1592, Giordano Bruno fue arrestado por los esbirros de la Inquisición veneciana. La acusación inicial que se le hizo fue de blasfemia y de creer en la pluralidad de los mundos. Se defendió con gran pericia alegando el carácter filosófico de sus ideas y enseñanzas, admitiendo que tenía dudas sobre algunos de los dogmas de la Iglesia.
A pesar de la crítica cautelosa que Bruno le hizo a los dogmas católicos ante el tribunal veneciano, la Inquisición Romana, controlada directamente por el papa Clemente VIII, ordenó su traslado a Roma, en febrero de 1593.
Entre sus muchas ideas astronómicas que pugnaban con la Iglesia, Bruno fue más allá que Copérnico y planteó que el Sol no es nada más que uno de los tantos cuerpos celestes del universo y que las demás estrellas son, en esencia, como él.
Bruno fue encerrado en la Torre de Nona durante siete años. Ante el terror y el abuso extremo, fortaleció su posición y reafirmó con más fuerzas sus ideas científicas.
En el extenso juicio que se le siguió, las acusaciones principales de la Iglesia fueron las de negar la divinidad de Jesús de Nazaret y la virginidad de María y sostener que hay muchos mundos eternos.
Aunque el tribunal no lo inculpó, directamente, por defender la teoría heliocéntrica, enfrentándose a la opinión de la Iglesia de que la Tierra es el centro del universo y todos los cuerpos celestes dan vueltas alrededor de ella, se daba por sentado que ésa era la acusación principal.
Su juicio fue controlado por el Cardenal Inquisidor Roberto Belarmino, el mismo que tres décadas después obligaría a Galileo a abjurar de sus ideas y lo mantuvo preso en su hogar los últimos siete años de su vida.
Bruno estuvo de acuerdo en renunciar a algunas de sus ideas, pero no a que existen pluralidad de mundos. Belarmino exigió que tenía que abjurar a todas y cada una de sus ideas que no estuviesen de acuerdo integralmente con el dogma católico. Bruno se negó.
Las torturas que debe haber sufrido en esos siete años para que abjurara de todas sus ideas hubieran horrorizado a los monstruos de Abú Ghraib.
EL MARTIRIO
Para no morir en la más terrible de todas las muertes, la de ser quemado vivo, Bruno acudió al papa Clemente VIII para que le permitiera hacer una renuncia parcial de sus ideas.
El Papa le exigió una abjuración absoluta e incondicional… lo que nos recuerda la actitud de Truman, tres siglos y medio después, cuando le exigió la rendición a Japón, usando las mismas palabras de Clemente VIII, para obligar al gobierno de Tokio a no aceptar tan insolente ultimátum y, entonces, arrojar las bombas en Hiroshima y Nagasaki, las que, de todas formas, había decidido lanzar, asesinando a más de doscientos mil seres humanos, en más de un 90% niños, mujeres y hombres viejos.
La Inquisición lo encontró culpable de herejía y lo condenó a morir en la hoguera. Bruno se puso de pie para oír su sentencia y mirando, fijamente, a sus jueces, con palabra serena les dijo:
--Tal vez ustedes pronuncien esta sentencia con más temor del que yo siento al recibirla.
Giordano Bruno fue quemado en la hoguera, en el Campo de Fiori, al centro de Roma, el 17 de febrero del año 1600.
Sus cenizas fueron lanzadas al Tíber, pero su obra y el ejemplo magistral de su heroica vida y de la integridad de su conciencia se mantendrán en la memoria de la humanidad por los siglos de los siglos que, tal vez, no sean tantos.
¡Honor y Gloria al Mártir de las Ciencias!