La actual agresión del ejército sionista del ente israelí en contra de los habitantes, la infraestructura y la vida económica de la Franja de Gaza, confirma que las elites gobernantes en los países árabes y en la mayoría de los Estados musulmanes han abandonado su tradicional conducta solidaria con la lucha del pueblo palestino por la recuperación de su tierra, el regreso de los refugiados y la defensa del Estado Palestino independiente reconocido como Estado Observador por la Asamblea General delas Naciones Unidas en el año 2012, y que debería estar asentado dentro de un territorio definido por las fronteras anteriores a la guerra de conquista iniciada por el sionismo israelí en 1.967, teniendo a Jerusalem Este como su capital.
En todas las guerras iniciadas por el sionismo dominante en el seno del pueblo judío asentado en la antigua Palestina desde la guerra terrorista contra el Mandato Británico con el fin de forzar la salida del gobierno colonial e imponer su proyecto hegemónico sobre todo Palestina, los gobiernos de los Estados árabes del Medio Oriente y le norte del continente africano, fueron consecuentes en la defensa de los derechos históricos del pueblo palestino y del tercer lugar más sagrado del islamismo, Al Quds, para lo cual hicieron uso de la iniciativa diplomática, el embargo económico y la acción militar que, aun cuando por diversos motivos políticas y militares no alcanzaron su objetivo, tuvieron el mérito de frenar y hacer retroceder el expansionista proyecto sionista del “Gran Israel” que pretendía extenderse desde las riberas del Rio Jordán hasta los ríos Tigris y Eufrates, en la República de Irak.
La República Arabe de Egipto, gobernada por el líder nacionalista Gamal Abdel Nasser, como principal potencia militar y con límites con el ente sionista israelí por la Península del Sinaí, la República Arabe Siria conectada por su territorio de las mesetas del Golán, el Reino de Jordania, vecino del Rio Jordán y, la República del Líbano, fronteriza por el sur asumieron, con el apoyo militar de Argelia, Libia, Sudan, Yemen y Mauritania y los recursos financieros de las Monarquías feudales de Arabia Saudí, Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos, la responsabilidad de sostener la defensa de la causa palestina, expresada – cada uno en su momento - en la respuesta militar a la agresión y el expansionismo israelí en 1.948, 1.967 y 1.973, extendida en la invasión del Líbano en 1.982 y 2006, y las diversas incursiones contra los territorios del Líbano, Siria, Irak y la Franja de Gaza en los últimos años, sin que se produjera una respuesta unitaria a tales acciones vandálicas del sionismo expansionista israelí.
El llamado conflicto árabe-israelí, que solo podría definirse como la guerra de colonización sionista sobre la antigua Palestina, ha generado, en los últimos 60 años, una intensa confrontación entre los Estados árabes y musulmanes, en general, con el apoyo del extinto campo socialista y la Organización de Países No alineados por un lado y, el ente sionista israelí, los Estados Unidos de América y la mayoría de los Estados Capitalistas Europeos por el otro, en los diversos foros internacionales y regionales en los cuales los diplomáticos árabes y, musulmanes, en general, promovieron diversos acuerdos y resoluciones en los que se condenaban las acciones agresivas del ente sionista israelí contra del pueblo palestino y los Estados árabes vecinos y se ratificaban los términos de la Resolución 388 de Naciones Unidas de 1,948, en la que se reconocían los derechos del pueblo palestino a un Estado propio y al retorno de quienes fueron expulsados de sus tierras.
Esa postura unitaria, con sus matices e intensidades, fue rota por la acción política del gobierno de los Estados Unidos de América que, ofreciendo un apoyo militar y económico permanente al sucesor del presidente Nasser en Egipto, el general Anwar El Sadat, consiguió su reconocimiento del “Estado de Israel”, establecer relaciones diplomáticas y comerciales y garantizar el control del paso fronterizo que une a ese país con la Franja de Gaza; decisión que luego fue imitada por el Rey Hussein del Reino de Jordania y los gobernantes de la República Turca; decisiones unilaterales que terminaron por provocar, irreversiblemente, la división radical del frente árabe contra la ocupación israelí de los territorios árabes y con ello, reducir el movimiento mundial de solidaridad con el pueblo palestino y contra el sionismo.
Pero el factor determinante de la división del frente árabe-musulmán contra el sionismo expansionista israelí lo viene a constituir, en este siglo XXI, la nueva estrategia de dominación global promovida por los Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte que apostaron por promover artificialmente la lucha fraticída entre chiitas y sunitas y otras corrientes religiosas musulmanas para distanciar las posturas políticas de sus gobernantes y crear una inexistente “guerrera contra el terrorismo”, centrada en la deslegitimación de las luchas de los palestinos y los pueblos árabes y musulmanes contra el colonialismo y el neocolonialismo, que hoy tiene profundamente divididos a tales países y enfrentados en diversas guerras internas y regionales, como en los casos de Libia, Yemen, Siria, Irak y Afganistán, mientras que Israel concentra su poder de fuego en la destrucción material de la Franja de Gaza y el derrocamiento de la organización político militar Hamas, gobernante en ese territorio palestino.
Solo así puede explicarse que, mientras el genocida ejército sionista israelí destruye la infraestructura urbana, económica y de los servicios públicos en Gaza, asesinando más de 1.300 personas – incluyendo adecenas de niños, niñas y mujeres adultas –, la Liga de Estados Arabes, que ha sido tan “diligente” para atacar los gobiernos libio y sirios y legitimar la subversión mercenaria de los grupos tatfiríes en esos países, se mantiene pasiva ante el drama humanitario, político y militar del pueblo palestino y, los miles de combatientes del grupo tatfirí sunita “Estado de Irak y el Levante” y sus aliados, radicalizan su accionar militar contra las tropas regulares de Siria e Irak que, de no ser por esta dolorosa circunstancias, podrían ayudar al pueblo palestino a enfrentar la agresión israelí.
“Divide y vencerás”, es la estrategia usamericana en el Medio Oriente y el norte de Africa, cuyos resultados iniciales parecieran serles favorables pero que sin embargo, en un escenario tan complejo como lo es el Medio Oriente y el norte de Africa, no hay garantía para los Estados Unidos y sus aliados otanistas y las monarquías petrofeudales de la región, que esa vieja estrategia no pueda ser derrotada por la continuación del “Despertar Islámico” en la región, trayendo como consecuencia que sus aliados terminen contagiados por la tormenta de Justicia y Libertad que hoy, más que nunca, recorre al mundo árabe e islámico.