Grecia: el eslabón débil de los votantes y la ira de la austeridad

Los verdugos negocian la deuda de Grecia a punta de ira de la austeridad y el odio a la democracia.

Exigen lo imposible, concesiones que nulifican el programa electoral de Syriza, a ese límite mínimo que, de cierta manera, decide la disolución total de la voluntad y soberanía de los pueblos. La elite imperial desafiada por el "resultado electoral equivocado", jaquea consistentemente el "eslabón débil de los votantes": apela al asalto intensivo y sin prorroga del látigo de la contra-revolucion

Ángela Merkel es demasiado explicita, "Ayudaremos a Grecia, si Syriza hace lo correcto". Ese es el lenguaje de los fascismos de nuevo cuño. Al equipo de negociadores del gobierno griego, se les acepta que piensen, elaboren propuestas para pagar la deuda, con la condición de "pero obedezcan"…somos amables y conversemos acerca de la teoría del juego y de ganar-ganar, pero no olviden que en la hora del té, también y después de todo: somos implacables y siempre cínicos.

Resulta que la política del miedo al miedo, ahora tiene miedo de que no puedan deshacerse de la voluntad del pueblo griego. Y en las negociaciones, la "troika" ha redoblado su delirio: una nueva avanzada de austeridad, más bárbara que la primera, la cual de hecho fue impuesta por un golpe de Estado "técnico-administrativo":

La premisa es demostrar que si el pueblo griego no hace las cosas "bien", la situación puede ser aún más jodida, que la ira de la austeridad puede ser todavía más destructiva, y que para la elite imperial no hay de otra, en tiempos de crisis del capitalismo tardío. Es obvio que el capital ha desplazado, a escala mundial y en el proceso de restructuración del poder global, sus "líneas rojas": entonces, se impone asumir tal situación y sus consecuencias políticas:

El tiempo de la negociación se acaba o entra en su fase terminal: y la amenaza real es el propio desahucio del pueblo griego. El "euro-grupo", direccionado por Alemania, incrementa su presión, no hay más plazos para retrasar el pago de la deuda, y de acuerdo con las condiciones de la troika.

Estamos ante dos topes:

El tope de la racionalidad política y económica del talante del Syriza ("las esperanzas de refundar la social-democracia y deslindarse del keynesianismo bastardo o acrítico del capital"); y el de la camisa de fuerza del capital financiarizado.

Todo indica que no hay solución salomónica al desacuerdo sobre el pago de la deuda y las políticas de reforma. La perspectiva política de la imperial es la negación del más mínimo punto de encuentro entre la lógica del capital y los pueblos. El pueblo griego es confrontado por el poder desnudo del capital, y no podemos posar de desentendidos.

Si la ira de la austeridad asalta definitivamente a Grecia, se impondrá lo que todos saben: el no pago de la deuda y un previsible caos de Grecia. Bien, corre el tiempo de la política de verdad: Syriza debe decidir entre la política que va desde Ernesto Kirchner a la radicalidad de Hugo Chávez (darle un palo a la lámpara de la troika, hacer efectivo el acto de pensar y no obedecer a los amos del capital) o quedarse en el límite del capital que apunta hacia el desenlace deliberado de quebrar a Grecia.

Hay que apreciar literalmente el saludo de Christiane Lagarde (la presidente del FMI) al ministro de finanzas griego: "Te va a encantar este momento, la criminal en jefe se acerca a saludar a la otra parte". Y habría que agregar, el talante de su declaración de hoy (19 de junio), "La mayor urgencia es restaurar el diálogo con adultos en la sala".

No puede desestimarse el hecho de que las alternativas para Syriza son pocas, que la gestión en la mesa de negociaciones son difíciles y complejas: la política de romper el muro de la austeridad es incompatible con las concesiones que deslegitimen las reformas comprometidas con la voluntad del pueblo griego.

El envite de Syriza no es el simple dilema de una social-democracia radicalizada en tiempos de infortunio de la democracia y el keynesianismo que se asume como decente. La confirmación de que las terceras vías no son posibles, es una política reactiva. Se impone la solidaridad con Syriza. Y militar en la política de que no hay acuerdo, al margen de la voluntad del pueblo griego.



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Francisco Cedeño Lugo


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