En el complejo mosaico político que se viene abriendo paso en América Latina, como consecuencia de la irrupción de fuerzas de cambio demócratas, progresistas y revolucionarias que han alcanzado el control de los gobiernos nacionales a través de la voluntad electoralmente expresada por los ciudadanos y ciudadanas en comicios democráticos, en los que han vencido a tradicionales fuerzas de la oligarquía y la burguesía, fue inevitable la aparición de movimientos subversivos contra-revolucionarios, apoyados o alentados por factores geopolíticos externos y que tales desarrollos se articularan con organizaciones del crimen organizado – especialmente del narcotráfico por su poder financiero y armado – y que tal deriva antidemocrática y subversiva pudiera ser conectada con la delincuencia social que en nuestra región constituye una parte creciente de la vida social.
Esta simbiosis político-social-criminal se explica, en primer lugar, por la naturaleza subversiva de la acción política de las oligarquías y grupos burgueses de América Latina, las cuales han refractarias a todo cambio en el orden dominante que han sostenido a lo largo de los 200 años de vida independiente y republicana, con el único propósito de preservar sus obscenos privilegios, lo cual se muestra en la implantación de sistemas de democracia formal altamente represivas contra los movimientos sociales y políticos alternativos de izquierda y en el derrocamientos de los gobiernos de Jacobo Arbenz,(Guatemala), la agresión y bloqueo contra la Cuba Revolucionaria y la Nicaragua Snadinista, los derrocamiento de Juan Bosch (R. Dominicana), Juan José Torres (Bolivia), Velasco Alvarado (Perú), Salvador Allende (Chile), Manuel Celaya (Honduras), Lugo (Paraguay) y los Golpes de Estados frustrados contra Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela y, el Golpe " en pleno desarrollo" que se pretende ejecutar contra la Presidenta Dila Rouseff (Brasil); todo ello con el inocultable apoyo del gobierno de los Estados Unidos.
En segundo lugar, es evidente que, demográficamente, los grupos oligárquicos y burgueses son muy minoritarios en la pirámide social de América Latina y, aún contando con una parte importante de sus aliados ideológicos más cercanos, la pequeña burguesía propietaria y profesional, todavía necesitan de sectores populares que, por sus condiciones de atraso político, miseralización de las condiciones de vida y relación con prácticas antisociales, pueden ser atraídos para subvertir a las sociedades y desafiar el Poder del Estado, lo cual explica los múltiples canales de conexión entre el para-militatrismo extorsivo y el narco-paramilitarismo en Colombia, las Maras criminales en Centroamérica, los carteles del narcotráfico en México y las crecientes bandas del micro-narcotráfico, secuestro, extorsión y el contrabando en toda Sudamérica que comparten, coordinan o coinciden con los grupos burgueses subversivos, en acciones dirigidas a derrocar gobiernos progresistas o, neutralizar, mediante la violencia, el desarrollo y consolidación de los movimientos progresistas, anticapitalistas y anti-imperialistas.
Algunos ejemplos ilustran claramente estas afirmaciones: en México, la violencia narcotraficante fue acrecentada por la "Operación Rápido y Furioso" de suministro de 2.000 fusiles de asalto autorizada por el exFiscal General Willian Holder y ejecutada por la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, para subvertir el país y favorecer la victoria del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto. En El Salvador, el partido fascista ARENA, pacta la acción criminal de las Maras para desestabilizar el gobierno de Salvador Sánchez Cerén. En Honduras, los terratenientes ejercen el terror el movimiento zelayista con la contratación de sicarios. En Bolivia se contrató a un comando de extranjeros para la acción subversiva de la "Media Luna" (2009). En Brasil se sabotea la política de control de la criminal en las favelas para favorecer la acción de las bandas de narcotráfico.
Pero los ejemplos de Colombia y Venezuela son hoy los más emblemático por sus efectos sobre el proceso político interno de estos país, al desarrollarse en Colombia una alianza política de hecho entre los remanentes de los grupos narco-paramilitares, (Ubareños, Usua, Aguilas Negras, etc) con la derecha del Centro Democrático del expresidente Alvaro Uribe Velez que, siendo gobernador del Departamento de Antioquia le dio legalidad a estos grupos de "Justicia Privada" a través de las Cooperativas CONVIVIR y como presidente estableció acuerdos con tales grupos criminales para que apoyaran las candidaturas de su partido e, incluso, su pretensión de modificar la Constitución para presentarse por tercera vez a las elecciones. En el caso de Venezuela, estos mismos grupos narco-paramilitares invadieron el país con cerca de 100 efectivos con el objeto de intentar asesinar al Presidente Chávez (Caso de la Finca Daktari) y fueron la fuente operativa y logística de los grupos de la derecha golpista opositora en la estrategia subversiva de la SALIDA, dirigida por el fascista preso Leopoldo López, que intentó derrocar en el 2014, el gobierno democrático de Nicolás Maduro y hoy reciben el apoyo de la mega banda de "El Picure", y el sicariato colombiano infiltado en el país, para aplicar la "Operación Pistola", que en los últimos dos meses ha dado muerte a dos (2) alcaldes bolivarianos, y a un dirigente de los emigrados haitianos, mientras cínicamente llaman a la Reconciliación y aprueban, con su mayoría transitoria en la Asamblea Nacional, una Ley de Auto-Perdón para todos sus crímenes.
El examen de la relación subversión política de la derecha y el imperialismo con el crimen organizado debe ser una materia de la más urgente responsabilidad de los gobiernos progresistas porque, no solo es un factor golpista dentro de la estrategia contra tales gobiernos, sino que crea condiciones para un escenario de mayor densidad y consecuencias; la Guerra Civil de Exterminio, como la que se desarrolla en Siria, Libia e Irakdesarrollada con pretendida justificación religiosa pero sostenida en el la exclusión social y política en sus países y el resentimiento de miles de jóvenes de la diáspora colonista residentes en los "ghettos" urbanos de las metrópolis.