Para mí, lo que Trump propuso en su apocalíptico, mesiánico discurso de inauguración, en realidad, no es el problema. El problema, como dijo Sherle Schwenninger, es que la parte progresista, hasta podría llamarse socialdemócrata, del nacionalismo económico de Trump, va a ser sacrificado en cuestión de días como condición de pactar un modus vivendi con los republicanos en el Congreso.
Me refiero a su defensa de aquella clase obrera blanca en tiempos de globalización, la oposición a los grandes acuerdos de liberalización de la inversión trasnacional, su compromiso por adoptar aranceles para proteger los puestos de trabajo estadounidenses frente a la competencia de mano de obra barata en el extranjero, la defensa del sistema público de pensiones y sanidad , Social Security, Medicaid y Medicare, y un programa de obras públicas de infraestructura para crear empleo e impulsar el crecimiento. Son todas promesas electorales de Trump que pronto serán enterradas por la cúpula republicana sin que el inmobiliario diga ni piu..
Estos republicanos han surfeado la ola nacionalista/populista de Trump para recuperar su mayoría en ambas cámaras. Pero son globalizadores de la escuela más despiadada del neoliberalismo. Son partidarios de mucho más globalización , más tratados de libre inversión, siempre que estos generen mayores beneficios para sus donantes corporativos y bancarios. . Defienden privatizar las pensiones de la seguridad social y acabar con la mínima sanidad publica..Son paladines de la austeridad, halcones anti deficit, que quieren diezmar el gasto social y recortar impuestos. Quieren mantener la "masacre" (Trump dixit) social que ellos mismos iniciaron hace 30 años con Reagan en estados de cuello azul de fabricas oxidadas como Michigan o Ohio, aquel "carnage" (matanza) que el inmobilario mencionó en su discurso.
Por mucho que Trump se presentase el viernes en Washington como el salvador de los perdedores de la globalización , los más probable es que Paul Ryan y los republicanos (con la ayuda de algún demócrata) resuciten el plan neoliberal y lo combinan con los peores elementos del programa Trump como los recortes de impuestos a los ricos o la militarización de la frontera y más deportaciones.
El compromiso de Trump de "acabar con la carnage" y revindicar "la sangre del patriota" puede sonar a exageración para los lectores de liberales progresistas y globalizados como Roger Cohen en el New York Times edición internacional. Pero en grandes partes de Estados Unidos, las tierras del infra empleo, de salarios a 10 dólares la hora y de la epidemia de adicción a calmantes derivados de opio que mataron a 33.000 personas en el 2015, mas que en ningun otro año, es una buena metáfora para estados que son un campo de batalla tras la carga de la caballería de la globalización. Igual que la tierra del Brexit desde donde escribo en el noroeste de Inglaterra. "La gente está harta del sistema: Trump lo cambiará", oi decir a un hincha del Liverpool mientras tomaba una pinta durante un partido en un pub en Merseyside, donde crece el UKIP como la espuma, el sabado
Al igual que Zaid Jilani en The Intercept, lejos de atemorizarme por el contenido nacionalista del discurso de Trump, me preocupa otra cosa; que el magnate no tenga la más minima intención de cumplir sus promesas de "proteger" al obrero americano.
Como escribe con acierto Jilani: "Es difícil discrepar con las reflexiones de Trump de que el establishment se ha protegido a si mismo pero no ha protegido a los ciudadanos de nuestro país." Pasa lo mismo con los compromisos del nuevo presidente por ayudar a "mujeres y niños atrapados en la pobreza de nuestras ínner cities;" o reactivar "las fábricas oxidadas que salpican el paisaje como losas en un cementerio".
Así mismo, yo no siento el miedo en el cuerpo que sienten los defensores del orden global (neo) liberal en el New York Times, o el Washington Post respecto a las promesas de Trump de restar a EE.UU. su papel de policia global y socio fundador de la OTAN, (a no ser que, según la mercantilista filosofía de Trump Tower, los aliados paguen bien por esas bases estadounidenses). La retirada del imperio era lo que yo siempre deseaba.
El problema, para mí, no es el proteccionismo nacionalista ni el aislacionismo del America First en el discurso de Trump sino que probablemente aquella hoja escrita por el presidente especulador con la ayuda de los populistas delirantes pero astutos de Breitbart, será papel mojado. Trump, a fin de cuentas, acaba de nombrar a un gobierno repleto de billonarios del ranking Forbes y nada menos que seis ex directivos de Goldman Sachs . Estos jamás darán luz verde a un programa nacionalista/populista que ponga en peligro su invitacion a la cumbre de Davos.
Según Jon Schwarz otro excelente periodista de The Intercept, los republicanos –siguiendo un plan del ultraconservador Héritage Institutión- preparan en estos momentos los recortes más draconianos de la historia en las pensiónes públicas y la sanidad pública. Esto pese a que Trump basara su campaña en la defensa de estos mismos programas públicos. En mayo de 2015, por ejemplo, en plena campaña de las primarias, el candidato ahora presidente fanfarroneó: "Yo soy el unico candidato que afirma desde el principio que no habrá recortes en seguridad social, Medicare o Medicaid".
Es decir que el problema no es lo que Trump promete en sus discursos y tuits sino lo que va a incumplir. La insistencia del magnate inmobiliario en el discurso en que "jamás os decepcionaré", serán, con toda seguridad, palabras que vayan al aire
¿Puede Trump traicionar de forma tan descarada y tan rápida, a sus votantes, muchos de ellos de edad avanzada y dependiente de la seguridad social y la sanidad pública? No se sabe. Quien siga a sus tuits diría que no. (En uno defiende una reforma del plan de sanidad de Obama que garantice la protección a todos incluso los que padecen enfermedades preexistentes). Pero Trump acaba de nombrar a su administracion a un puñado de republicanos que son los impulsores más entusiasmados de los recortes salvajes. "Es probable que el plan (para diezmar los programas públicos) puede pasar antes de que los votantes de Trump sepan ni tan siquiera que esta sobre la mesa", escribe Schwarz.
Luego está el otro grave problema del discurso. No lo que incluye sino lo que no incluye. Concretamente , la ausencia de una sola referencia a la probable destrucción del planeta tierra en el siglo XXI. No es de extrañar en una administración cuyos pesos pesados, desde Rex Tillerson , presidente de la Exxon candidato a secretario del estado, a Rick Perry, candidato a secretario de energia , pasando por Scott Pruitt, nombrado para encabezar la Agencia de Protección de Medioambiente (EPA), son todos negacionistas empedernidos.