La verdadera cara de occidente ante el ataque terrorista en San Petersburgo

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

Strategic Culture Foundation

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La Puerta de Brandenburgo en Berlín, la capital de Alemania es quizás el más famoso punto de referencia que representa la antigua Guerra Fría entre Oriente y Occidente. Esta semana el icónico símbolo de la Guerra Fría hizo una vez más honor a su reputación –aunque de manera extra oficial.

Las autoridades de Berlín provocaron protestas de parte de los ciudadanos comunes de Alemania y de muchas otras partes del mundo cuando se negaron a iluminar la Puerta de Brandenburgo en solidaridad con las personas muertas en el ataque terrorista en San Petersburgo, Rusia.

En meses recientes la capital de Alemania había rendido tributo a otras víctimas del terrorismo alrededor del mundo iluminando por la noche a la famosa arcada con los colores nacionales del país afectado.

De este modo, demostrando su solidaridad el histórico pórtico de Brandenburgo fue bañado en los colores de Francia, Bélgica y Gran Bretaña –donde recientemente hubo un ataque terrorista en Westminster el pasado 22 de marzo donde murieron cinco personas.

Suenan huecas las explicaciones oficiales alemanas sobre por qué estos países si fueron conmemorados en razón a que se trata de miembros de la Unión Europea. Contrariamente, el mismo despliegue de luces fue hecho por Turquía e Israel luego que sufrieran ataques terroristas en meses recientes.

Del mismo modo, el arcoíris de colores de los activistas por los derechos de los homosexuales brilló en la Puerta de Brandenburgo luego de un tiroteo masivo en un club nocturno en la ciudad de Orlando, Florida, EE.UU. el año pasado. Se dijo que el ataque tuvo motivaciones terroristas, aunque resultaría difícil creer que se trató de un homicidio común.

En todo caso, de manera comprensible, esta semana hubo una vertiente de condenaciones de parte de ciudadanos alemanes y otros cuando las autoridades de Berlín no desplegaron las luces con los colores nacionales de Rusia luego que la bomba puesta en el tren de San Petersburgo el lunes pasado matara a catorce personas y dejara cuarenta y nueve heridos. La investigación sobre la masacre en San Petersburgo, segunda ciudad de Rusia, está en desarrollo y es posible que haya tenido motivos terroristas.

La ausencia de una respuesta oficial de parte de Berlín no fue solamente un caso aislado. En la ciudad de París, la icónica Torre Eiffel de la capital francesa no proyectó los colores nacionales de Rusia el lunes a la noche ni tampoco atenuaron sus luces. Al igual que con la Puerta de Brandenburgo, alguna forma de juego de luces ha sido la respuesta acostumbrada de las autoridades francesas luego de ataques terroristas en otras partes del mundo. Pero, no esta semana en relación con el atentado en San Petersburgo, Rusia.

Sin embargo, como en Berlín hubo un aumento en las protestas públicas sobre la aparenta falta de solidaridad hacia Rusia en la capital francesa, la alcaldesa de París, Anna Hidalgo, pareció condescender ante la presión pública. La Torre Eiffel atenuó sus luces la noche siguiente del martes en señal de respeto por las víctimas de San Petersburgo.

Si hay que reconocer que algunos líderes occidentales esta semana emitieron declaraciones condenando el ataque terrorista en Rusia. El presidente de EE.UU. Donald Trump y la primera ministra de Gran Bretaña, Theresa May, ofrecieron sus condolencias.

No obstante, la renuencia a solidarizarse con las víctimas rusas del terrorismo como se vio esta semana a partir de las actitudes de las autoridades en Europa y otras ciudades occidentales, es reflejo de una mentalidad profundamente intoxicada de rusofobia.

Con certeza, desde la crisis de Ucrania a comienzos del año 2014 los gobiernos occidentales, los políticos, los intelectuales, los círculos de análisis, jefes militares de la OTAN y los medios de la prensa corporativa han sido incansables en satanizar a Rusia. A través de una visión invertida de la realidad, Rusia y su presidente, son culpables de todo, desde agredir a Europa, pasando por el derribo de un avión de pasajeros sobre Ucrania hasta el dopaje en los deportes olímpicos; cometer crímenes de guerra en Siria e intromisión en las elecciones occidentales.

En Siria, un día después del atentado de San Petersburgo, aparecieron informes sobre ataques contra civiles empleando armamento químico en la norteña provincia siria de Idlib, ataque que cobró la vida de más de setenta personas. Careciendo de cualquier verificación independiente, los gobiernos y los medios occidentales, citando a fuentes militantes partisanas, culparon al presidente sirio Bashar al-Assad. El secretario de estado norteamericano Rex Tillerson, también acusó a Rusia de "responsabilidad moral" por cuanto es aliada de Siria.

Una versión alternativa de aquel incidente que resulta plausible, sostiene que aviones sirios alcanzaron a un almacén utilizado por la agrupación terrorista Al-Nusra para la preparación de armamento químico, liberando en consecuencia materiales tóxicos.

La cuestión aquí es la inusitada premura de parte de los gobiernos y los medios occidentales para juzgar y acusar a las autoridades sirias de una masacre basándose en fuentes comprometidas tales como el grupo de rescate denominado Cascos Blancos vinculado a Al-Nusra. Y más encima, el dedo acusador apuntando hacia Rusia por el apoyo militar que esta ha prestado al gobierno sirio.

Todo esto, óigase bien, se debe a la campaña militar sirio-rusa para a liberar Alepo, segunda ciudad siria, a fines del año pasado. Una vez más, apoyándose en dudosas fuentes informativas tales como los Cascos Blancos, Occidente se embarcó en una histérica campaña política y diplomática para denigrar a Rusia acusándola de "crímenes de guerra". Sin embargo ahora que ya en esa ciudad se ha restablecido la paz luego de su liberación, ninguno de los acusadores occidentales aportó alguna evidencia que apoyara su anterior y estridente condena contra Rusia.

Lo amargamente irónico es que la coalición militar encabezada por Estados Unidos está provocando enormes cantidades de bajas civiles durante la denominada liberación de la ciudad iraquí de Mosul en manos de los terroristas del ISIS. Pero, un desvergonzado conjunto de patrones dobles, completamente diferentes se está aplicando en este caso.

Lo absurdo es inefable. Estados Unidos y sus aliados europeos de la OTAN, principalmente Gran Bretaña y Francia, junto con sus socios turcos, árabes e israelíes han incitado el terrorismo en Siria y a través de todo el Medio Oriente durante años de guerras ilegales y operaciones para cambio de régimen.

Rusia junto con Irán ha asumido la noble posición de defender al estado soberano de Siria contra la guerra terrorista por encargo encabezada por Occidente. La intervención militar rusa, totalmente legal bajo el derecho internacional, ha contribuido enormemente a sofocar el caldero terrorista en Siria. Esa guerra terrorista encabezada por Occidente para derrocar al gobierno sirio, como en Afganistán, Irak y Libia ha producido todo tipo de violentas repercusiones en Europa y más allá, incluso en territorio de Rusia.

Sin embargo, cuando Rusia es golpeada por un atentado terrorista –como todo parece indicar que fue el de esta semana en San Petersburgo—la respuesta occidental es poco clara y grosera.

Existe una desgraciada inferencia en el sentido que de algún modo, las víctimas rusas del terrorismo no son dignas de la solidaridad occidental. O tal vez de algún modo, la atrocidad puede ser "racionalizada" como "venganza" por la intervención de Rusia en Siria.

Este es el pensamiento despreciable y retorcido de Occidente, tal como lo deploró esta semana el ministro de relaciones exteriores de Rusia, Sergey Lavrov.

No obstante, ¿Deberíamos sorprendernos ante semejante ruin y retorcida percepción occidental?

Lamentablemente, resulta razonable que si los gobiernos occidentales y sus medios de prensa han pasado meses y años satanizando a Rusia por todo tipo de supuestas malas acciones, resultaría evidente que esa mentalidad de inculcada rusofobia sofoque lo que de otro modo sería una normal respuesta humana de solidaridad y simpatía.

La falta de solidaridad emanada desde las capitales occidentales esta semana en torno al ataque terrorista en San Petersburgo, no es solo una asombrosa falta de sensibilidad. La falta de solidaridad ilumina algo incluso más grotesco –los verdaderos colores de cómo las autoridades occidentales y su mentalidad perciben a Rusia como un país más bien sub-humano que no merece solidaridad.

Ese primario nivel de pensamiento de Occidente seguramente se ha desarrollado a partir de la masiva e incesante propaganda occidental que ha estado satanizando a Rusia desde hace mucho tiempo.

Resulta preocupante ver que este tipo de mentalidad, insensibilizada y deshumanizada es lo que va de la mano con la guerra.

Fue sombríamente apropiado que la Puerta de Brandenburgo, reliquia de la Guerra Fría --con sus insinuaciones nazis sobre la ideología de los sub-humanos—se exhibiera como la principal atracción esta semana.

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Finian Cunningham

Analista internacional


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