Por qué el péndulo de la guerra fria de Putin es una analogía equivocada

En referencia al fallecimiento del canciller alemán Helmuth Kohl, Vladimir Putin habló en términos afectuosos sobre el gran estadista y sus titánicos esfuerzos para reconciliar a Rusia y Europa. Putin señaló que estaba de acuerdo con la visión del difunto líder alemán en que la Guerra Fría entre Occidente y Oriente había sido en gran medida llevada a su término. El presidente ruso agregó, sin embargo, que las relaciones internacionales están destinadas a desplazarse como un péndulo, oscilando entre lo bueno y lo malo.

"Ahora el péndulo ha oscilado un tanto hacia atrás, hacia el frío, pero yo estoy convencido que este, inevitablemente encontrará el equilibrio correcto y estaremos uniendo esfuerzos para enfrentar los desafíos de hoy en día", dijo Putin a los periodistas.

Este es un comentario que no pretende ser puntilloso y pedantesco, pero habría razones importantes que señalar para demostrar que la analogía del péndulo está equivocada. Ese modelo para las relaciones descansa sobre el falso supuesto que la dinámica puede ir de lo bueno a lo malo y viceversa.

Si tomamos el punto más álgido de la Guerra Fría que va desde la década de los años 50 hasta finales de la década de los 80, lapso durante el cual el espectro de la guerra nuclear era constante, y si la analogía del péndulo se sostiene, uno podría pensar que debería haber en algún estadio de la historia una situación contraria de relaciones en la cual prevaleciera una eventual y mutua coexistencia pacífica.

Desgraciadamente, la historia nos ha demostrado que luego de 25 años de haber presumiblemente terminado la Guerra Fría, las relaciones de Occidente y Rusia no se han desplazado hacia ningún mejoramiento substancial. En realidad, pareciera estar claro que durante los últimos cinco años más o menos las relaciones entre Occidente y Rusia se han deteriorado alcanzando un nivel de hostilidad comparable al nivel más alto de la Guerra Fría.

Este nefasto estado de las relaciones queda ilustrado por la constante imposición de sanciones económicas contra Rusia por parte de Estados Unidos y sus aliados europeos todo el tiempo desde que estalló el conflicto de Ucrania a comienzos del año 2014.

Del mismo modo está el incesante incremento de fuerzas militares de la alianza OTAN dirigida por Estados Unidos en las fronteras de Rusia. La semana pasada, un avión de guerra F-16 de la OTAN realizó un desplazamiento altamente provocativo al acercarse al avión donde viajaba

https://www.rferl.org/a/russia-us-fighter-buzzes-spy-plane-over-baltic/28570696.html

el ministro de la defensa ruso, Sergey Shoigu en el espacio aéreo internacional sobre el Mar Báltico.

El presidente Putin durante una entrevista la semana pasada con el cineasta norteamericano Oliver Stone deploró la posibilidad de una guerra nuclear, puntualizando que nadie sobreviviría semejante catastrófico evento.

http://www.disclose.tv/news/putin_no_one_would:survive_a_hot_war_between_us_and_russia/139222

Se trata de una medida de cuan premonitorias han devenido las relaciones entre Occidente y Rusia para que el presidente Putin se viera obligado a emitir semejante extrema advertencia.

El líder ruso con toda razón continuó puntualizando que la OTAN siempre necesita precisar un enemigo con el objeto de justificar su existencia. Esta organización militar –a pesar que alega estar protegiendo la seguridad Atlántica—está tensamente sintonizada para la guerra desde su creación el año 1949.

De tal modo que no nos engañemos. La pregunta que si la Guerra Fría terminó alrededor de los años 90 o no parece indiscutible. No fue así. Esa guerra continúa a pesar que se expresa a través de diferente lenguaje ideológico y terminología propagandística.

En vez del supuesto expansionismo soviético marxista-leninista escuchamos acusaciones en el sentido que Moscú está "socavando el orden liberal mundial" y "está interfiriendo en las democráticas elecciones occidentales". O, supuestamente, Rusia está amenazando la seguridad de los estados bálticos.

Esto no es para contradecir las legítimas convicciones y sentimientos afines a una cooperación global de parte de muchos políticos rusos y occidentales. Pareciera haber poca duda en el sentido que el difunto gran canciller alemán Helmut Kohl, creía totalmente en una visión de reconciliación y unidad occidental-oriental. Durante su liderazgo a lo largo de 16 años (1982-1998) Kohl supervisó la reunificación de Alemania occidental y oriental y se refirió a un futuro donde Rusia y Europa trabajaran juntas.

Putin reflexionó sobre algunas conversaciones personales que él sostuvo con el estadista alemán, "desgraciadamente no todo lo relacionado con los sueños que solíamos tener y conversar en torno a ellos, está siendo implementado. No obstante, yo estoy convencido que el análisis de Kohl es correcto y aquellos positivos procesos, sin los cuales ni Europa ni Rusia tendrían ningún futuro, se estarán desarrollando en el continente europeo –y puedo decirlo—en el Euroasiático" remarcó el presidente Putin.

La pregunta es, ¿Por qué esas razonables y laudables aspiraciones no han sido implementadas?

Esto nos conduce hacia el carácter del liderazgo de Estados Unidos entre los estados occidentales. El dominio norteamericano gira en torno a la hegemonía y al mantenimiento del control sobre su percibida posición de potencia mundial unipolar. Esta visión mundial a su vez emana de la condición del capitalismo occidental dirigido por Estados Unidos. Se trata de una visión mundial de juego de suma cero en el cual un mundo multipolar es sencillamente intolerable. La dominación norteamericana se ejerce sobre subordinados, no sobre "aliados".

El surgimiento de otras potencias mundiales –al margen de cuan legítimo sea dicho surgimiento—es visto como una amenaza contra la hegemonía norteamericana y contra la estructura jerárquica de la economía capitalista mundial, en la cual los intereses de Estados Unidos son los de máxima importancia.

El antagonismo contra Rusia liderado por Estados Unidos no se originó después de la II Guerra Mundial como se piensa convencionalmente. Este comenzó con la revolución rusa de 1917 y el temor al comunismo internacional extendiéndose para amenazar el orden capitalista. En cambio la moderna Rusia actual no profesa ser "socialista" y la política de China es discutible, sin embargo, ambos países todavía siguen siendo percibidos como una amenaza contra la condición unipolar de Estados Unidos ya que representan una rivalidad multipolar.

El único período durante el cual Washington pareció extender una mano no hostil hacia Rusia fue durante los años de gobierno de Boris Yeltsin durante los 90 cuando Rusia fue en efecto un estado vasallo para el capitalismo occidental liderado por Estados Unidos. Posteriormente, bajo el liderazgo político más independiente de Vladimir Putin, durante el cual Rusia rechazó el status de vasallo, Estados Unidos ha regresado a su posición normal de abierta hostilidad. De este modo, la Guerra Fría definitivamente no ha terminado. Fue solamente suspendida durante los años en que Rusia era subordinada. Ahora que Rusia ya no es subordinada, la Guerra Fría conducida por Estados Unidos se ha reanudado.

Los políticos occidentales como Helmut Kohl y algunos actuales líderes europeos sinceramente podrían aspirar a una normalización de las relaciones entre Occidente y Rusia. Por supuesto que se trata de una aspiración razonable dada la cultura, la historia y los mutuos intereses económicos comunes. No obstante, las relaciones entre Occidente y Rusia y en ese sentido con otras potencias como China, serán siempre blanco de la hostilidad. Eso se debe al carácter intrínsicamente hegemónico del capitalismo occidental liderado por Estados Unidos que exige dominación total.

La analogía de relaciones que modulan como un péndulo entre lo negativo y lo positivo o entre lo bueno y lo malo, o entre guerra o paz, es errónea, porque las relaciones bajo un mundo que se codicia, unipolar, de dominación norteamericana, inevitablemente será objeto de antagonismos y si es necesario, conflictos y guerra total.

En vez de un péndulo quizás una analogía más acertada sería una gigantesca bola de demolición. La imaginaria potencia hegemónica norteamericana diciendo: "Hagan lo que yo digo y la bola de demolición se quedará quieta. Si no es así, entonces aquí viene la fuerza devastadora."

El desafío de nuestra época es cómo trascender esta abominable situación. Pero uno conjetura que la emancipación depende de poner fin al capitalismo encabezado por Estados Unidos y su dictado hegemónico al resto del mundo.

 Traducción Sergio R. Anacona

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Finian Cunningham

Analista internacional


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