Durante cuatro meses pudimos ver en Venezuela a un contingente de jóvenes que decían luchar por la libertad de nuestra Patria.
Adoptaron un simbolismo ajeno: escudos adornados con las cruces de la inquisición; costosas máscaras antigas; chicas que se desnudaban emulando a la Ucrania Femen y Lilian Tintori, bautizada por la prensa internacional "la esposa coraje" de Venezuela, quien con una cínica sonrisa declaraba "ninguna muerte es en vano", copió el look de la "Juana de Arco de la Revolución Naranja" (otro título mediático), Yulia Volodímirivna Timoshenko.
Bailarinas y violinistas hicieron del arte un instrumento de odio. Usaron su propio excremento (y quizás el de la dirigencia de la MUD) en la preparación de verdaderas armas químicas contra funcionarios del orden público. Más allá de esta exquisita performance pasaron a un nivel más elevado de crueldad quemando vivo al joven Orlando Figuera, en un horrendo linchamiento social ante los ojos insensibles de los "periodistas" que difundían los hechos. Escogieron el título de "libertador" ignorando que nuestro Simón Bolívar prefería el de ciudadano porque aquel "emana de la guerra" y éste último de las leyes. Con el uso de niños, ante la vista gorda de la ex fiscal Luisa Ortega Díaz, conformaron un esquema de violencia jamás visto en Venezuela, apoyado por la derecha mundial que apostó a la guerra civil.
Por eso cuando vi a la joven palestina Ahed Tamimi, de apenas 16 años, descargando toda su furia juvenil sobre dos enormes soldados israelíes, mi corazón de madre lloró de admiración.
Ella luchaba, con todo su cuerpo, contra la ocupación israelí desde hace 50 años y en medio de la protesta mundial que levantó la decisión de Donald Trump de mudar a Jerusalén la embajada de EEUU. Ahed, desde niña, ha combatido el robo de la tierra y el agua por parte de los colonos israelíes y no conoce la libertad. "No puedo pensar en mi futuro porque la ocupación me lo impide", ha dicho y mientras los jóvenes de la MUD criolla pedían a gritos la invasión yankee a Venezuela para sacar a Maduro, ella, con puños, empujones y mordiscos, con su hermoso rostro al aire y su cabello claro y ondulado desafiando al viento, sacaba del patio de su casa a los intrusos. Acusada de doce delitos por un tribunal militar israelí, Ahed ahora está detenida junto a su madre, porque "representa un peligro" para los soldados y el estado de Israel, tanto que el ministro de educación israelí, Naftali Bennett, prefiere que ellas "terminen sus vidas en prisión".
Pero esta valerosa chica palestina no ha recibido el apoyo del Grupo de Lima, ni el trato mediático especial dado a otros jóvenes como la tunecina Amina Tyler, la paquistaní Malala Yusafzai o el venezolano Lorent Saleh.
Simple: Ahed representa la otra lucha, contra la dominación y en favor de la autodeterminación de los pueblos. Algo de lo cual están muy lejos los excelsos "libertadores" de Venezuela. Por eso digo: #YoSoyAhed
Publicado originalmente en el diario VEA