Quiero empezar esta nota con un pequeño verso - que bien - viene al caso mancodiano, del malabarismo jurídico leguleyo colombiano:
"Peleemos pues contra la Poesía. Mandemos contingentes de policías a machetear flores. Arranquemos los versos de las paredes. Sigamos así de ridículos". (L. Escobar).
En la pequeña localidad de Usaquén, Bogotá, cuyo nombre se vincula directamente con la historia de aquella gran raza de nativos de Sudamérica, que se denominó chibcha, la más civilizada y numerosa de las que habitaron el territorio colombiano. El título de Usaquén, que entrañaba nobleza, linaje, honor y distinción, era concedido por el zipa o señor de Bacatá a los caciques de mejor prosapia en la aristocracia chibcha. En esta localidad Bogotana llena de riqueza histórica, será recordada por la triste historia de un joven poeta callejero, que se atrevió, en una esquina de dicho sector, a vender sus versos, a los transeúntes; y fue víctima de la oprobiosa ley del código Nacional de Policía. Sindicándolo del delito ¡¡Traficante de Poemas¡¡.
Cuando leí la columna del escritor reconocido en Colombia, William Ospina "Clamorosa estupidez", publicada en el periódico el Espectador: "Un joven poeta, Jesús Espicasa, que sale a las calles con una vieja máquina de escribir, para ofrecer sus poemas a los viandantes, había instalado su máquina en una de las calles de la localidad, cuando llegó un agente de la policía a exigirle que recogiera sus cosas", relató Ospina.
"Cuando Jesús Espicasa, recibió el comparendo descubrió que era además una multa de Tipo 4, la más alta en el Código de Policía que nos han legado los últimos gobiernos, que equivale a 833.000 pesos, casi 300 dólares. Y cuando alguien le preguntó al agente cuál era el delito cometido, el uniformado se permitió decir burlonamente que el muchacho era ‘traficante de poemas’…", añade la denuncia.
¡Sí traficante de poemas¡ ese fue el delito por él que se le imputo al joven poeta. En la historia se ha conocido muchos casos de escritores y poetas fueran condenados a la cárcel por sus ideales políticos, e inclusive por su condición sexual; recordemos algunos de ellos como justo homenaje a la literatura perseguida por distintos regímenes:
Migue Hernández, el poeta y dramaturgo español, más conocido como el pastor de cabras fue encarcelado por su colaboración con el Partido Comunista y el bando republicano durante la Guerra Civil. Primero se le condenó a la pena de muerte, condena que fue conmutada por 30 años de prisión que no llegó a cumplir por su fallecimiento.
Oscar Wilde, estuvo en prisión durante dos años por su homosexualidad. Concretamente fue condenado por "conducta indecente y sodomía" tras la denuncia del padre de su amante.
Miguel de Cervantes, estuvo en prisión en dos ocasiones en Sevilla se debió a que fue acusado de quedarse con dinero cuando era recaudador de impuestos. Desde su celda empezó a escribir "El Quijote". En la de Árgel permaneció cinco años tras ser capturado cuando regresaba a España tras seis años de servicio militar.
Donatien Alphonse-François de Sade, estuvo retenido en la fortaleza de Vincennes y La Bastilla durante 13 años acusado de haber envenenado a unas prostitutas (aunque no hubo pruebas suficientes).
Paul Verlaine, fue amante de otro gran poeta: Arthur Rimbaud. Cuando éste decide abandonarlo, Verlaine le dispara y lo hiere, por lo que es condenado a dos años de prisión.
Fiódor Dostoievski, el autor de "Crimen y castigo" fue encarcelado el 23 de abril de 1849 por formar parte del grupo intelectual liberal Círculo Petrashevski y ser acusado de conspirar contra el zar Nicolás Su condena fueron cinco años de trabajos forzosos en Siberia.
Bueno estos son algunos ejemplos que encontramos en las extensas biografías de estos grandes subversivos de las letras.
Pero, que en Colombia exista el delito "Traficante de poemas", en pleno siglo veinte uno, no deja de ser uno de los casos más inverosímiles, del -tal nuevo código de policía. (Umm, yo soy poeta emperico, no sea que un versado intelectual del régimen colombiano, me vayan a encarcelar por mal poeta). ¡Que se pinten de versos las paredes y que la poesía callejera siga siendo subversiva¡.
Queda claro que el espacio público en Colombia: no es para el vendedor de versos/ no es para el violinista/ no es para el guitarrista/ no es para el trompetista/ no es para el saxofonista/ no es para el mimo/ no es para el cuentero/ no es para el teatrero/ no es para el vendedor de empanadas/ no es para el vendedor de artesanías/ no es para el vendedor de libros piratas/ no es para prostitutas y travestís/ no es para los vendedores de ropa interior / no es para el baretero / no es para los indigentes / no es para el vendedor de tintos. ¿Entonces para quien putas es el espacio público, según el código de policía en Colombia?
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