Aunque todos los días y a toda hora el presidente Duque sale a los medios de comunicación, principalmente a RCN y Caracol que monopolizan y manipulan la opinión pública, es evidente que sus argumentos no han tenido eco en la amplia base popular y el país se le está saliendo de las manos. No de otra manera se explica que las manifestaciones sumen más de siete días y apunten a proseguir en todas las ciudades. La energía para salir a marchar, parece no agotarse.
El manejo que le ha dado a las movilizaciones es equivocado. Aviva los ánimos, más cuando se trata de deslegitimar las razones que alimentan las manifestaciones que congregan a obreros, campesinos, indígenas y estudiantes.
Si bien es cierto el mandatario aceptó que hay un clima de inconformidad generalizado en muchos sectores, situación que amerita un análisis reposado, está privilegiando a empresarios y políticos en lo que ha denominado Diálogo Nacional. Un embeleco que él se inventó o que quizá le sugirió el senador Álvaro Uribe, y que ha contribuido aún más a la polarización en todo el territorio colombiana.
Antes que buscar el muerto río arriba, con quienes primerio debió sentarse fue con los promotores del paro extendido. Eso se aprende en los principios básicos de un diplomado de resolución de conflictos. No se necesitar ir a los Estados Unidos a aprenderlo en Yale o Harvard. Es negociación elemental con actores del conflicto, pero el presidente Iván Duque lo ha ignorado olímpicamente.
UNA BARRERA AL DIÁLOGO
Desconocer que las causas del paro extendido deben ser objeto de análisis, el tiempo que sea necesario y no en cuestión de horas, no hace otra cosa que levantar barreras y bloquear cualquier propósito de tender un puente al diálogo.
Otro error craso, es pretender deslegitimar a través de los medios de siempre, los mismos que infinidad de colombianos ya no quiere ver ni oír porque sabe que son sesgados, las razones que alimentan las movilizaciones, cada vez más grandes.
Desprestigiar, al contrario, es una actitud provocadora. Pero no lo han entendido así ni él ni la ministra del Trabajo, Alicia Arango. El que sí se encuentra alejado del escenario nacional, es el nunca apreciado ministro de Hacienda, Tomás Carrasquilla, uno de los que encendió la mecha y se encuentra, desde la barrera, viendo cómo explota el descontento popular.
En tanto sigan asumiendo esa actitud tozuda, proseguirán las marchas, plantones y cacerolazos.
Cabe aquí recordar al arzobispo salvadoreño, Oscar Arnulfo Romero Galdámez, cuando decía: "Cuando el pueblo habla, hay que escucharlo."
UNA AGENDA IMPUESTA
La agenda del pretendido Diálogo Nacional la impuso el presidente Duque, no la concertó con nadie. Simplemente salió a los medios a plantear en qué consistía este espacio, exponiendo los ejes temáticos que desconocen los reales motivos de la protesta social. Y abre puertas a escuchar a quienes, interesados en secundarlo y echarle incienso, se consideran satisfechos. La inmensa mayoría de los colombianos no lo está.
Revisar los principales detonantes de la movilización, con una actitud desapasionada de recomponer lo que el presidente Duque ha trazado como agenda, llevaría a reconfigurar la ruta y abrir espacios para contemplar temas como la tenencia de tierras para los indígenas, la definición de un nuevo estatuto laboral que realmente sea inclusivo y el desmonte del Esmad como aparato represivo, entre otros.
UNA SOLA MESA DE DIÁLOGO
El comando unitario de paro marcó el derrotero a seguir. Pero en el camino se han ido sumando otros sectores con expectativas que deben ser recogidas en un solo documento que consigne sus requerimientos.
No va a ser fácil, porque toca conciliar con muchos egos, pero es necesario para que el presidente Duque pueda sentarse con una mesa de diálogo unificada, en la que tengan representatividad todas las expresiones populares.
De la perspectiva del gobierno nacional depende que cesen las marchas, plantones o cacerolazos o que, por el contrario, se prolonguen. Y en ese escenario, tanto el presidente como congresistas y quienes han asumido históricamente el manejo nacional, tienen la palabra. De lo contrario, el país se les saldrá de las manos y nos encaminaremos a un panorama de alzamiento como el de Ecuador o Chile.