Racismo y violencia racial capitalista

En el capitalismo, la policía, al igual que el ejército y los
servicios de seguridad, son agentes directos de la clase dominante,
sin mediación de control popular alguno. Los tres, en sus áreas de
responsabilidad, son los proveedores "legítimos" de violencia y
pretenden tener el monopolio de ésta. Por mucho que los gobiernos
aspiren a mantener y promover una imagen de consentimiento, las tres
instituciones son el respaldo coercitivo a las amenazas de la élite.
Mientras los gobernadores y alcaldes se suceden, ellos permanecen como
vigilantes de los disturbios de la resistencia.

Históricamente, la población negra estadounidense ha sido la que ha
ofrecido mayor resistencia colectiva a la clase dirigente. Su
condición esclava anterior, su muy limitado disfrute de las normas
básicas de la democracia burguesa y su continua segregación física y
económica le han dado todas las razones para luchar -a menudo
liderando la lucha- contra las injusticias del sistema capitalista.

Esa tradición ha colocado a los afroamericanos en el punto de mira de
la riqueza y los poderosos y de sus aparatos de seguridad. Por lo
tanto, no es de extrañar que la policía ejerza su poder represivo de
manera tan violenta contra los negros.

Así lo expone el comentarista y dirigente político marxista
estadounidense Greg Godels en su más reciente columna de prensa
partidista.

Por supuesto que esa perspectiva de comprensión del racismo basada en
la clase social nunca es escuchada, y mucho menos comprendida por los
medios convencionales de comunicación.

En cambio, los asesinatos policiales se atribuyen a manzanas podridas,
mala formación profesional , engaño, ausencia de una policía de raza
negra, la falta de la debida supervisión y mala interpretación del
"racismo", como si éste pudiera explicarse simplemente invocándolo con
argumentos acuñados por los mismos racistas.

La violencia policial contra los afroamericanos es tan antigua y
persistente como la historia de los primeros africanos traídos al
Nuevo Mundo como esclavos.

Como nada ha cambiado en siglos, ciertamente los alcaldes y
gobernadores tienen las manos manchadas de sangre. O bien han
consentido asesinatos y linchamientos policiales o bien son impotentes
o están demasiado asustados para evitarlos... sólo pretenden gobernar
ellos la policía.

Esto es lo que se observa cuando los gobernadores y alcaldes no
sueltan a la policía sobre la morralla derechista que invade las sedes
de los gobiernos estaduales y de las administraciones de las ciudades.
En el capitalismo, la policía, al igual que el ejército y los
servicios de seguridad, son agentes directos de la clase dominante,
sin mediación del control popular. Los tres, en sus áreas de
responsabilidad, son los proveedores "legítimos" de violencia y
pretenden tener el monopolio de la violencia. Por mucho que los
gobiernos aspiren a mantener y promover una imagen de consentimiento,
las tres instituciones son el respaldo coercitivo a las amenazas al
dominio de la élite.

Cuando la clase dirigente estadounidense se niega a abordar la difícil
situación de la mayoría desfavorecida de los negros, la policía
también recibe el mensaje de negligencia oficial, de desprecio. Los
negros mueren por la pobreza, la mala atención médica, la
infraestructura inadecuada y los servicios deficientes ante las
pandemias y, por supuesto, la violencia policial. El mensaje enviado
por la policía es un llamado a que no se resistan a la riqueza y al
poder.

Del mismo modo, el "poder fuera de lugar" de la policía amenaza la
vida y el bienestar de los afroamericanos, los pobres y los
trabajadores. Al igual que los militares y los organismos de
seguridad, el papel de la policía no puede separarse de su función
central de proteger la riqueza y los privilegios. No puede separarse
del sistema capitalista.

Las insurrecciones que se están levantando a lo largo del país son un
signo notable de la amplitud y la profundidad del sentimiento
antirracista. Son inclusivas de la mejor manera posible. Y han
asustado a los Trumps, Cuomos, DeBlasios y los otros encargados de
mantener el cumplimiento del sistema. Los medios capitalistas están
haciendo todo lo posible para romper la unidad duramente ganada contra
el racismo y contra la policía.

En la medida en que la policía es fundamental para mantener la
legitimidad del capital, la rebelión actual es una rebelión contra el
capitalismo, lo reconozcan o no sus participantes. "Debemos hacer todo
lo posible para salvaguardar esa unidad y exponer la fuente del
racismo y la violencia policial que no es otra que el capitalismo,
reitera Greg Godels desde una óptica comunista y democrática.



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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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