La parcial o total defenestración de la operación Gedeón contra
Venezuela dejó un importante número de mercenarios capturados,
incluyendo a un confeso agente de la DEA (agencia federal de Estados
Unidos para el control de drogas) supuestamente dedicada a la lucha
contra el contrabando y consumo excesivo de drogas.
La DEA, que emplea a más de diez mil personas para la implementación
de sus objetivos así como para perseguir el lavado de activos
vinculado a esos delitos, sirve también, con frecuencia para el
encubrimiento de propósitos imperialistas del gobierno de Estados
Unidos en Latinoamérica y en otras partes del mundo.
Esta nueva victoria de las Fuerzas Militares Bolivarianas y el pueblo
venezolano, ha constituido un nuevo fracaso de la política
neocolonizadora de Donald Trump consistente en crear focos de
violencia en distintos estados venezolanos y en su capital, Caracas,
teniendo como telón de fondo sistemáticas campañas de mentiras en los
medios hegemónicos dirigidas a propagar el desorden en aras de
imposibilitar la gobernabilidad.
La idea es crear una matriz de opinión que muestre a Venezuela como un
país ingobernable que obligue a su presidente, Nicolás Maduro, a pedir
apoyo de la OEA y al TIAR, primero, y luego a aprobar una intervención
militar humanitaria en su país.
No es noticia que el presidente Trump y sus funcionarios hayan negado
la participación de Washington en la derrotada incursión marítima.
Ellos saben que sería contradictorio e inaceptable que el gobierno
estadounidense apareciera vinculado con mercenarios y
narcotraficantes. Tal escenario no es compatible con la imagen de
presentación que se quiere proyectar ante la opinión pública interna y
externa, y mucho menos admitir ahora este escandaloso fracaso.
De ahí que el señor Mike Pompeo, dijera a la prensa en su defensa que
"si ellos hubieran estado detrás de esas acciones el resultado hubiera
sido diferente", omitiendo cualquier comparación de tan humillante
derrota estadounidense lo ocurrido en Vietnam.
Algo parecido hizo el embajador de EEUU en la ONU, Adlai Stevenson, el
15 de abril de 1961 cuando negó todo vínculo de su país con los
bombardeos de aviones mercenarios contra Cuba.
El canciller cubano de entonces, Raúl Roa, lo desenmascaró, cuando se
hizo noticia mundial que los mercenarios al servicio de Washington se
habían rendido a las tropas milicianas cubanas cuando apenas habían
transcurrido 64 horas del desembarco invasor en Playa Girón (Bahía de
Cochinos).
Stevenson tuvo un gesto ético y reconoció que aquella era la
humillación más grande que hubiera recibido su gobierno, gesto ético
que ni por asomo puede esperarse de Trump ni de Pompeo.
Pero ahora el tiro le salió por la culata a Trump quien al parecer no
sabía que el narcotraficante y agente de la DEA, José Alberto Socorro
Hernández, alias "Pepero" había sido apresado en Caracas y confesó las
instrucciones recibidas de desarrollar diversas acciones violentas en
el estado de Miranda que fueron realizadas por bandas de
narcotraficantes y delincuentes comunes orientadas por la DEA y que,
según Pepero, tenían el objetivo de desviar la atención de los
Servicios de Seguridad venezolanos para entretenerles y darle garantía
y protección al plan de desembarco, que se produjo este pasado 3 de
mayo por la localidad de Macuto, en el estado de la Guaira.
A nadie debe extrañarle que el gobierno de los Estados Unidos haya
utilizado a la DEA para desarrollar estas acciones, así como tampoco
jugar un papel de fachada de la Operación Gedeón. Sí ésta resultaba
bien, habría aplausos, si salía mal, descalificarían a su agente. Por
eso no utilizaron a un estadounidense sino al narcotraficante-agente
venezolano Socorro Hernández (alias) Pepero, vinculado a los carteles
colombianos que operan en el Zulia, en la frontera con la Alta Guajira
colombiano-venezolana, territorio que estuvo bajo el dominio del
poderoso jefe del Bloque Norte de los narcoparamilitares Rodrigo
Tovar Pupo, extraditado por Álvaro Uribe Vélez en el 2008, quien dice
desde su centro de detención que Uribe lo traicionó.
A nadie debe extrañarle que el gobierno de los Estados Unidos haya
utilizado a la DEA para desarrollar estas acciones, así como tampoco
que juegue un papel de fachada de la Operación Gedeón. Sí esta salía
bien tendría aplausos; si salía mal, descalificarían a su agente y por
eso no utilizaron a un estadounidense, sino a un narcotraficante
contrarrevolucionario venezolano.
La instalación de 10 bases militares norteamericanas en Colombia
oficialmente pactada con el gobierno de Barack Obama, es una
humillación a su pueblo y una amenaza regional. Años tardarán los
colombianos en eliminar esa ocupación militar yanqui. Guantánamo es un
ejemplo, ilegalmente ocupada y denunciada en todos los foros
internacionales cuyos acuerdos no obedecen y/o violan descaradamente.