Lo más interesante de lo que ocurre en Colombia es que se está desmitificando la acción política, incluyendo, la política electoral.
Muchas personas se hacen activistas del Pacto Histórico pero sin convertirse en "operadores políticos". Usan el "voz a voz" como su instrumento más efectivo para conseguir nuevos votos.
La irrupción de Francia Márquez en la acción política colombiana ha imprimido un nuevo espíritu en las gentes del común, en los "nadie", que ella reivindica y representa.
Esa corriente de aire fresco ha logrado superar el "antiuribismo" que se respiraba en la campaña oficial de Petro para inyectarle una dosis de "anti neoliberalismo".
"Los de abajo", los que como Francia han luchado contra todas las minerías (legales e ilegales) y los megaproyectos que arrasan con nuestros bosques y ríos, están felices con ese aire confrontador.
Los usuarios de los servicios públicos (electricidad, agua, aseo, telefonía, salud, etc.) que pagan altas tarifas a emporios de capitalistas que se apoderaron de "lo público", son los más comprometidos con esta lucha porque aspiran a cambios reales en esas materias.
Los caficultores veteranos que fueron testigos de cómo -durante el gobierno de César Gaviria- se destruyó y privatizó la riqueza de su gremio (banco cafetero, flota mercante, aerolínea, etc.), están contentos de que se desenmascare a ese "neoliberal".
Los campesinos que sufrieron la destrucción de las instituciones que les prestaban servicios de crédito (Caja Agraria), asistencia técnica (Ica, Fondo-Dri) y mercadeo (Idema), no han olvidado a quien les decía "bienvenidos al futuro" pero los introdujo en un pasado oscuro y tenebroso.
Y en fin, tantas personas que se frustraron luego de que la Constitución de 1991 fue convertida en un instrumento de los poderosos para enriquecerse a costa de "lo público", han renovado sus fuerzas y su entusiasmo para no apoyar "más de lo mismo".
El salto de calidad que se ha generado en las bases sociales que participaron en el "estallido social" de 2019-21, está superando las expectativas de quienes colocaban el acento de la campaña del Pacto en la lucha contra el "uribismo" y llamaban a conciliar con los "falsos liberales".
Los nadie, los ninguneados, los invisibles, saben que Uribe logró permear a la oligarquía colombiana, a campesinos ricos y medios golpeados por las guerrillas, y a casi toda la clase política colombiana, y que esos sectores deben ser atraídos pero sin engaños ni falsedades.
De esos políticos permisivos con el uribismo sólo se "salvan" algunos que han rectificado en el tema de la "paz" que en su gran mayoría ya están con el Pacto. No obstante, unos pocos de ellos, en su afán de "ganar" olvidan que ahora se trata de construir la "paz grande".
Esos políticos deben profundizar en su espíritu autocrítico, y si realmente quieren contribuir con el nuevo período en que está entrando nuestro país y el mundo, deben valorar el aporte de la "nueva sangre" que viene desde abajo, de muy abajo, que "llama las cosas como son así sepan a requesón".
El reto de los "operadores políticos" del Pacto Histórico es lograr conectarse con el espíritu de quienes están llegando ahora a la campaña electoral, que son la garantía de poder derrotar la abstención y transitar por nuevos caminos de transformación (por arriba y desde abajo).
Y hacia el futuro, asimilando la experiencia de los pueblos latinoamericanos debemos ser conscientes que los cambios que requiere nuestro país y el mundo, van mucho más allá de las decisiones que se tomen desde el Gobierno. Que si no nos apoyamos en la fuerza de la gente "de abajo", organizada o no, todo puede quedar en el papel como la Constitución de 1991.
Y reflexionar y entender que para enfrentar el Poder Global de la oligarquía financiera hay que cuidarse de la "cooptación", que consiste en separar al "político" de las bases sociales, haciéndole creer que sólo con leyes y decretos se va transformar una realidad de explotación del trabajo y de expoliación de la riqueza social (recursos naturales).
Ese es el reto que tenemos por delante. Valorar a los nadie, a los ninguneados de siempre.