Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
Strategic Culture Foundation
*/Moscú podría necesitar hacer que la infraestructura militar occidental y sus centros autorizados por el régimen de Kiev asuman también un golpe con el objeto de reforzar sus líneas rojas./*
Los devastadores ataques misilísticos a través de Ucrania, incluyendo su capital Kiev, demuestran que ahora Moscú se quitó los guantes en su enfrentamiento con el régimen de Kiev armado por la OTAN.
Son pocas las personas que desearían gratuitamente incrementar una guerra. Pero, cuando un lado de manera incesante hace justamente eso, una mayor violencia pareciera ser el lenguaje que se comprende.
Más de diez ciudades a través de todo lo ancho de Ucrania fueron golpeadas por una durísima lluvia de misiles rusos el pasado día lunes. El régimen de Kiev fue de inmediato impactado por una amplia escala de apagones a consecuencia de los ataques aéreos contra la industria civil y los centros militares de comando.
La explosión en el Puente de Crimea llevada a cabo dos días antes, el sábado, motivó los ataques rusos. El puente que une la península con el territorio ruso fue gravemente dañado por la explosión que hizo colapsar parte de la autopista como también temporalmente al elevado paralelo de la sección ferroviaria.
El simbolismo del puente de 19 kilómetros de largo –el más largo de Europa—es que fue inaugurado entre el 2018-2019 por el presidente Vladimir Putin para marcar la histórica reunificación de Crimea con el continente, luego del referéndum del año 2014 lo cual significa que el atentado fue un asalto directo contra la soberanía de Rusia.
Al anunciar los ataques de represalia a través de Ucrania debido a su "acto de terrorismo", la respuesta de Putin fue visiblemente iracunda. Advirtió que hay nuevos ataques aéreos pautados si el régimen de Kiev continúa con sus provocaciones.
Dada la envergadura de los ataques relámpago de parte de Rusia, "la tasa ucraniana de fallecidos es notablemente baja" –se informó que entre diez y veinte personas. Esta baja cifra es consistente con el declarado intento de Moscú de minimizar el número de víctimas civiles desde que lanzó su operación militar especial en Ucrania el día 24 de febrero pasado.
Sin embargo, el aumento de los ataques aéreos de parte de Rusia sugiere fuertemente que una trascendental decisión ha sido tomada por Moscú para aumentar la presión contra el régimen de Kiev apoyado por la OTAN. Durante los últimos ocho meses las fuerzas rusas han asumido un enfoque notablemente circunspecto al implementar las operaciones militares en Ucrania. El daño a la infraestructura del país y los fallecimientos de civiles han sido minimizados.
Ese enfoque ruso contrasta fuertemente con las tácticas del "choque y terror" de Estados Unidos y sus socios de la OTAN quienes típicamente destruyen los países atacados durante sus invasiones y ocupaciones.
Sin embargo, las tácticas más refinadas de Rusia no han sido apreciadas por sus enemigos. Los líderes y los medios occidentales de manera hipócrita condenan a Moscú y a Putin en particular por supuesta barbarie y crímenes de guerra.
Esto sucede mientras los paramilitares de Kiev continúan cañoneando ciudades y centros civiles bajo control ruso. Semejante cañoneo se ha tornado aún más audaz a través del creciente suministro de misiles de largo alcance por parte de Estados Unidos y la OTAN y compartiendo con ellos información sobre los blancos.
Es así que las más mesuradas tácticas militares de Rusia –que apuntan hacia destruir a las fuerzas neo-nazis y defender a los separatistas de habla rusa en el Donbass y otras regiones—han servido solo para envalentonar y aumentar la agresión de la OTAN a través de las garras del régimen de Kiev. Todos los esfuerzos diplomáticos han sido con desprecio abandonados.
A pesar de la negativa de los medios de prensa de Estados Unidos, existe poca duda en torno a qué patrocinantes norteamericanos y el régimen de Kiev están detrás de del asesinato de la destacada periodista rusa Darya Dugina, el pasado mes de agosto, como también de otros asaltos estratégicos. Esto incluye el asesinato selectivo de comandantes militares rusos en Ucrania, el hundimiento del crucero Moskva y el intento permanente de llevar la guerra a territorio ruso.
La destrucción de los gasoductos Nord Stream I y II bajo el Mar Báltico hace dos semanas tuvo que haber sido una operación militar de la OTAN.
Del mismo modo, el ataque contra el Puente de Crimea que atraviesa el Estrecho de Kerch sugiere un acto de guerra autorizado desde el más alto nivel en la estructura de comando de la OTAN, particularmente, Estados Unidos. Desde hace tiempo el régimen de Kiev ha fantaseado acerca de realizarlo. Pero, la orden ejecutiva vino finalmente desde la OTAN.
El simbolismo es deliberado y enfático. Dos líneas vitales para Rusia en el norte y en el sur fueron cortadas en una operación de pinzas. Para un adicional insulto personal, el sabotaje al Puente de Crimea lo realizaron solo días después que Putin cumpliera setenta años.
Se informa que investigadores rusos sostienen que el puente colapsó debido a una bomba que explotó a bordo de un camión en tránsito. Escenas de video muestran un extenso daño a los rieles superiores y a una enorme sección de la carretera que cayó sobre el Mar de Azov. Queda por verse si esta es exactamente la verdadera causa. ¿Podría una bomba transportada en un camión tener esa cantidad de material explosivo y pasar desapercibida por los servicios rusos de seguridad del estado mientras transitaba por el puente? La derruida estructura de concreto parece más bien consecuencia de un impacto aéreo misilístico.
Hasta ahora, Estados Unidos y sus cómplices guerreristas de la OTAN han interpretado las mesuradas operaciones militares de Rusia como un síntoma de debilidad.
En su incansable soberbia Washington se regodea con su creciente suministro de misiles de largo alcance y sistemas de defensa antiaérea para poner a Rusia a la defensiva en tanto le otorga al régimen neonazi de Kiev la luz verde para aterrorizar a los civiles rusos.
Los descarados ataques terroristas estatales contra los gasoductos Nord Stream I y II –y lo que parece ser el sabotaje al Puente de Crimea—constituyen la temeraria subida de la apuesta de las potencias de la OTAN.
Rusia no tiene otra alternativa que quitarse los guantes y terminar con esta guerra por encargo de la OTAN –antes que esta ser convierta en una guerra total.
Los ataques relámpago a través de Ucrania demostrando que la maquinaria del estado, ha sido catalogada, como se esperaba, de parte de Estados Unidos y las elites europeas como una "barbarie" y una "brutalidad". La hipocresía es irritante dado que estos centros de toma de decisiones han iniciado e incrementado la barbarie de la guerra.
Moscú podría necesitar que la infraestructura militar occidental y sus centros de dirección para el régimen de Kiev reciban también un golpe directo con el propósito de reforzar sus líneas rojas.
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