Netanyahu, un aviso de lo que es capaz el corazón del hombre

El homicidio sólo se justifica en el calor de un combate más o menos equilibrado. El homicidio genocidio, la exterminación sistemática de un pueblo o de una cultura, es una deformación humana. Europa lo hizo en el pasado hasta el siglo xx. Netanyahu es el autor del primer genocidio del siglo xxi, es el ejecutor sin embargo no es el único responsable del crimen. En los siglos xx y xxi el genocidio ha pasado de ser un método colonial imperialista europeo a uno colonial imperialista capitalista. Pero el verdadero culpable de esas masacres humanas es la indiferencia de una presunta sociedad civilizada, que ante la muerte inútil de gente inocente no haya sido capaz de detener el fuego, teniendo medios cómo hacerlo. La amoralidad apestó el corazón del hombre, la utilidad capitalista se ha impuesto sobre todos los valores humanistas: el mercado de las armas, el mercado de los mercenarios, el mercado mediático, el marcado noticioso, ¡de un buen genocidio no se pierde nada!, solo seres humanos y ciudades,… que luego impulsarán el negocio de la reconstrucción.

Es igual matar a muchos inocentes "poco a poco" de hambre y necesidades, que matarlos de un golpe, con un solo impacto. El mal está hecho, murieron todos los que iban a morir. Lo extraordinario no es el método de exterminio humano, lo asombroso es que la muerte se ha convertido en una pasión colectiva irrefrenable. Pareciera que todos estamos ansiosos por ver la solución final.

La barbarie de Netanyahu nos avisa de lo que somos capaces los seres humanos alentados por la ambición y la codicia (también por la venganza y el odio, no hay que descartarlos). Netanyahu no es el Rey Salomón, ni su gesta militar "el cantar de los cantares".

El asesinato de un pueblo entero, solo porque puedes, dice de lo que está hecho el corazón del hombre en el capitalismo (parafraseando a Erick Fromm). En el capitalismo el desdén por la muerte de los otros se ha incorporado al alma del hombre moderno "junto a una cálida tarde en el hogar", ahora todo el mundo sueña con poder machacar a muchos para tener éxito en la "vida" (hasta que les toque su turno de ser machacados).

Esa frialdad ante la muerte de un ser humano es la misma que experimentan aquellos por sus enemigos políticos. Por ejemplo, la muerte de Baduel, la muerte de Nelson Martínez, o del capitán Acosta Arévalo, pues, acusados de corruptos y traidores para muchos sus vidas no vale nada, los tres fueron olvidados en sus calabozos para que murieran inmisericordes acusados y sin juicios, ¡a quién le importa! ¡Ay, cuando al indolente le toca sufrir lo mismo!, ¡no habrá represa que contenga sus lágrimas! El poder, la idiotez del impávido indolente ante la desgracia ajena, produce esa sensación de ser infalible, de que se mueren los otros, él no ni sus seres queridos.

Igual pasa con la gente que comenta los números de muertos en Gaza o en Ucrania como si se tratara de beisbol o futbol, sin preocuparse por cambiar el mundo, ni siquiera indignarse frente al desastre de la guerra. Pero en cualquier momento podemos sufrir sus embestidas, el mundo da vueltas.

La muerte fascina al poder. Estamos rodeados de líderes tontos (y de tontos que no son líderes) que hablan y amenazan con la pena de muerte y con la muerte de los enemigos como si se tratara de un simple método de la confrontación política, como si ellos y sus propios hijos y familiares estuvieran enmantillados contra reversibilidad de la injusticia… Pasa igual con los que se distraen en televisión o en las redes, viendo huracanes, terremotos, inundaciones: ¡mientras los que mueran sean otros, todo estará bien en casa!

La muerte es nuestro destino común, pero tiene un sentido existencial para nuestra especie, sin la conciencia de ella la humanidad no se hubiera esforzado en trascenderla, con su obra, con cultura y civilización, en sublimarla a través de la herencia de conocimiento y valores. Hoy es un show, un negocio, es la nada de los otros… y es la antesala de la extinción humana. Por eso lo que importa ahora es que la exterminación de seres humanos deje de tener sentido práctico para la sociedad decadente capitalista, importante es que la vida de un ser humano valga para todos, que no se adueñe de nosotros la indiferencia, que no desaparezca la humanidad.

En este mundo globalizado, la indiferencia ante la muerte de nuestros congéneres es síntoma de la mayor de las decadencias, no solo por los cadáveres que dejan las guerras, sino por la gente que muere en las cárceles de forma anónima. El asesinato por acción o por omisión del enemigo, cuando no es producto de un combate justo, es asesinato, es un crimen-homicidio de lesa humanidad… No hay razones políticas (económicas, sociales, raciales, religiosas, culturales) que justifiquen acabar con la vida de un ser humano de forma premeditada.

Leamos las declaraciones de este opositor perturbado por el odio: "La eliminación física de Nicolás Maduro y de buena parte de todo el alto gobierno es inminente, necesaria y es a lo que tenemos que apostar los venezolanos dentro y fuera del país". A esto se reduce la lucha política de tontos como Orlando Urdaneta, a los deseos de un ser impotente de asesinar a su oponente. Así mismo piensa Netanyahu de los palestinos. Pero perseguir el odio no puede ser una excusa para el odio.

Si luchamos por una sociedad justa y defendemos la vida, mal sería abrirse paso asesinando personas. Maduro es contrario a nuestras ideas pero asesinarlo o desear asesinarlo por eso también es contrario a nuestros principios y a nuestros métodos, que forman parte de un mismo ideal. El show y el comercio de la guerra y la naturalidad con la que el mundo la concibe, a la vez que niega su aspereza, insensibiliza a las personas del dolor, de la pérdida de una vida, de la nada que es la muerte…. Como dije antes, hasta que nos toca de cerca sufrirla, morir...

SOCIALISMO ES JUSTICIA Y RESPETO POR LA VIDA



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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