En el controversial escenario geopolítico, Siria y Venezuela emergen como espejos de una realidad que muchos prefieren ignorar. La historia nos ha enseñado que el poder y su control son fuerzas que moldean naciones, pero ¿a qué costo? La acumulación de riquezas y el uso de la violencia legal son herramientas que, lejos de consolidar un gobierno, siembran las semillas de la resistencia.
Imagina por un momento que el cambio de poder es la solución definitiva. ¿Qué pasaría si, en realidad, es solo el comienzo de un ciclo interminable de opresión y rebelión? La historia de Siria nos muestra que el derrocamiento de un régimen no garantiza la libertad, sino que a menudo da paso a un nuevo orden igualmente opresivo. ¿Es esto lo que queremos para Venezuela?
El pueblo, en su conjunto, puede ser manipulado por narrativas que prometen un cambio, pero que en el fondo perpetúan el mismo sistema de control. La verdadera revolución no reside en cambiar de líderes, sino en transformar la estructura misma del poder. Sin ética ni democracia, cualquier cambio es superficial.
En Venezuela, estamos al borde de un precipicio similar. Las elecciones, una vez símbolo de la voluntad popular, se han convertido en un espectáculo vacío. La falta de transparencia y la manipulación de los resultados son señales de un sistema que teme a su propia gente. ¿Estamos dispuestos a aceptar esto como nuestra realidad?
Si el gobierno actual promete estabilidad, pregúntate: ¿a qué precio? Si la oposición clama por libertad, pregúntate: ¿qué libertad? La verdadera solución no es un cambio de caras, sino un cambio de corazón.
En este momento crucial, debemos recordar que el poder del pueblo reside en su capacidad para unirse y exigir un cambio real. No permitamos que la historia de Siria se repita en nuestras tierras. La resistencia no es solo un derecho, sino un deber cuando las libertades son vulneradas.
A medida que nos acercamos a la juramentación presidencial, recordemos que el futuro de Venezuela está en nuestras manos. No se trata de elegir entre dos males, sino de construir un nuevo camino basado en la justicia y la equidad.
Amanecerá y veremos, pero que sea un amanecer de esperanza y no de repetición.
Edwin Martinez Espinoza.
@edwinviene