Un dedo ensangrentado señala a Piedad Córdoba

De tal palo tal astilla

- Con copia a la Revista Paris Match y a los señores Bertrand de la Grange y Maite Rico

Hoy, en el diario colombiano El Tiempo, escribe el periodista Plinio Apuleyo Mendoza un artículo de profunda mala fe, donde pide que los magistrados de la Corte Suprema de Justicia de Colombia vinculen a Piedad Córdoba con las actividades de secuestro de las FARC.

Este artículo ha puesto nuevamente en el tapete de mi memoria al padre de Mendoza, el fallecido abogado Plinio Mendoza Neira, quien participó, de cuerpo presente, en el asesinato de mi padre, junto con la CIA, razón por la cual el abogado José Eduardo Umaña Mendoza le pidió al entonces Fiscal General de la Nación, Alfonso Gómez Méndez, que reabriera el caso del asesinato de mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, porque habían aparecido nuevos elementos de juicio.

Por esta razón Umaña Mendoza fue amenazado de muerte, como lo denunció en rueda de prensa el 9 de abril de 1998, afirmando que esas intimaciones no lo detendrían. Una semana después José Eduardo fue asesinado y de su oficina desaparecieron los documentos que él quería mostrarme el 21 de abril, no dándole los sicarios oportunidad de hacerlo porque, además, saquearon su oficina después de ultimarlo.

Pero, basta repasar el expediente correspondiente a la investigación que adelantó el abogado prevaricador, Julio Jordán Jiménez, sobre el magnicidio de mi padre para entender las vinculaciones de Mendoza Neira con el crimen. Empecemos por los antecedentes:

Cuando se preparaba la reelección de Alfonso López Pumarejo, mi padre adelantó una activa campaña para impedirlo. En primer término, porque consideraba nugatorio de la democracia el hecho en sí de una reelección, y porque López Pumarejo representaba la política del Gatopardo, donde las palabras de cambio encubrían la voluntad de prolongar el predominio de las oligarquías liberal-conservadoras y la subsecuente explotación capitalista, teñida de dolo y mala fe. Por ello mi padre se referiría a la llamada “Revolución en Marcha” de que habló López, como “una revolución de papel y cartulina”.

López Pumarejo puso como escudero de su causa reeleccionista a Plinio Mendoza Neira, quien al decir de mi padre usó toda clase de triquiñuelas, argucias y componendas para derrotar a quien unos años antes había sido su defensor. Invito a mis lectores que deseen conocer una escena política de típica maniobra torticera a consultar el discurso de mi padre que aparece en el libro Las mejores oraciones de Gaitán1 donde dirá, entre otras cosas “aparece ante los dos contendores una tercera figura, la del ex - Ministro de Guerra (se refiere a Plinio Mendoza), el cual nada dice a su defensor de ayer, calla ante él aún encontrándoselo en los pasillos, le oculta sus pensamientos y entra al recinto a combatir con eficacia a quien lo defendiera en otra época contra el Contralor. ¡Y llegó para darle la victoria a éste! ¿Por quién estaba batallando Plinio Mendoza Neira? Batallaba para que Carlos Lleras Restrepo venciera a Jorge Eliécer Gaitán!”

A partir de ese momento los seguidores de Gaitán, los gaitanistas – incluyendo a mi madre – nunca volvieron a llamar Judas a los traidores sino los plinios. El apelativo “plinio” era y es, entre los gaitanistas, sinónimo de traidor.

Cuando años más tarde, en 1947, mi padre se convirtió en Jefe Único del Partido Liberal convertido en el PARTIDO DEL PUEBLO y los oligarcas dirigentes del partido, llamados “jefes naturales”, se auto exiliaron, yéndose López Pumarejo a vivir a Londres, dejó a Plinio Mendoza Neira encargado de filtrarse en las filas unidas del partido bajo la dirección de Gaitán, preparando la estocada final para que las oligarquías volvieran a retomar el mando del partido.

Los militantes de base alertaban a su jefe sobre el peligro que representaba la cercanía táctica de Mendoza Neira diciéndole: “doctor Gaitán, apártese de los judas, aléjese de Plinio Mendoza”, le repetía el pueblo y mi papá contestaba – de lo cual fui testigo – “déjenlo, los judas se ahorcan solos”.

El día del asesinato de mi padre, salió a almorzar en compañía de varios políticos, incluyendo a Plinio Mendoza. Al bajar el ascensor este judas le dijo a los demás acompañantes que se quedaran en el fondo del corredor mientras él salía con mi papá, a quien tenía que decirle algo en privado. Al llegar a la puerta tomó del brazo a mi papá (era la señal para el sicario) y antes de que el criminal, Juan Roa Sierra, sacara el arma para disparar, Mendoza Neira salió corriendo. Mi papá, ya sólo, al ver unos segundos después que el asesino sacaba el arma, se volteó en un intento desesperado por volver a entrar al edificio de donde acababa de salir. Es por ello que los tiros le entraron por la espalda. Al escuchar los disparos, las demás personas que se habían quedado rezagadas al pedido de Mendoza Neira salieron precipitadamente y encontraron a mi papá sólo, tendido en el piso.

Cuando en la investigación interrogaron a Plinio Mendoza Neira éste dijo que a mi papá le dispararon en el pecho y que cayó de espaldas, momento en que él salió a buscar un taxi para transportar a mi papá a la clínica. Lo mismo lo repitió años más tarde a la Revista Cromos, lo que prueba que no estuvo presente en el momento en que el asesino sacó el arma y mi papá dio la vuelta para protegerse. El investigador, al servicio del Presidente de Colombia, autor del crimen, no profundizó en semejante señal de que Mendoza Neira apartó a los otros políticos para estar sólo con mi papá y que salió corriendo antes de que apareciera el arma, lo cual indica que ya sabía lo que iba a ocurrir. Esto da razón de por qué creyó que los disparos se los habían dado de frente…

Mamá, ese mismo 9 de abril, llamó a mi papá faltando un cuarto de hora para que mi padre saliera de la oficina y sus últimas palabras a su marido fueron: “Jorge, deja la Constitución tan bien encuadernada y tómate el poder. Deja a los “plinios” y vete con los tuyos”.

Mi madre estaba profundamente impactada con el sueño que había tenido la noche anterior, cuando se soñó que a mi padre lo habían asesinado, fruto del impacto que le produjo que, la víspera, una niña de nombre Clara Samper Koppel, me hubiera gritado en el colegio que ojalá mataran a mi papá. Yo relato ese sueño y la última frase de mi mamá a mi papá en una película realizada por mi hija sobre el 9 de abril de 1948.

Cuando en el año 2002 el Presidente Uribe Vélez nombró al periodista Hernando Corral, hasta entonces agente encubierto del ejército – que, como informante, había penetrado grupos de izquierda y guerrilleros – para que liquidara el Instituto Gaitán creado para honrar la memoria del líder popular, el agente Corral, ya sin careta, ordenó la quema dolosa de todas las copias de esa película – acto que prohíbe la Ley de Cultura de Colombia-.

Denuncié el hecho ante la Contraloría General de la República, pero el Contralor Julio César Turbay Quintero se negó a investigar el asunto para preservar el buen nombre de Plinio Mendoza Neira y de su hijo Plinio Apuleyo, mientras que simultáneamente ordenaba que me embargaran la Casa-Museo Jorge Eliécer Gaitán, de mi propiedad, en acto ejecutado en connivencia con la Universidad Nacional para despojarnos a los gaitanistas de ese altar de la patria con el propósito de cristalizar la imagen de mi padre en estatua muda al servicio de la historia acomodada que busca favorecer al establecimiento que lo asesinó.

Por lo tanto, así como Plinio Apuleyo clama porque se investigue, se revele, se desenmascare y no comamos cuento con relación al papel de Piedad Córdoba en la liberación de los secuestrados, yo pido que un abogado colombiano se ofrezca para asumir el papel de representante de la familia Gaitán a fin de que se reabra la investigación del asesinato de mi padre, ya que hay varios datos que no fueron incluidos en la investigación de este magnicidio que ha llevado a Colombia al abismo de sangre y horror en que estamos sumergidos y que, por arte de Birlibirloque, ahora quieren endilgarle a la izquierda, buscando que se olviden los orígenes oligárquicos e imperialistas del drama que vivimos.

Para terminar debo señalar que la primera vez que expuse estos hechos ante la opinión pública con ocasión de la película que mencioné, fui amenazada de muerte por dos sicarios que, con ametralladora en mano, llegaron hasta mi casa en búsqueda de “la hija de Gaitán”, lo que llevó a la OEA, gracias a la acción solidaria del Colectivo José Alvear Restrepo, a ordenar medidas cautelares para proteger mi vida. Si la reiteración de esta denuncia desemboca en los mismos peligros, señalo como culpables a Plinio Apuleyo Mendoza y a su llave, Hernando Corral, protegidos del Presidente Uribe y el segundo actual funcionario del Ministro Juan Manuel Santos.

glorigaitan@yahoo.es


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Gloria Gaitán


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