Los juegos olímpicos de Beijing y la doble moral del COI

“….basado en la apreciación marxista, de que el hombre realmente alcanza su plena condición humana, cuando produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercancía…”, “…nosotros socialistas, somos más libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres…”

ERNESTO “CHE” GUEVARA

A escasos meses para la inauguración (08-08-08), los juegos olímpicos de Beijing han sido estimados por muchos como los mejores en su historia, pues un pueblo que exhibe una historia y una cultura de 5.000 años de antigüedad, con unos escenarios inéditos y edificaciones deportivas majestuosas elaboradas con tecnología de punta, las cuales sirven de garantía para el éxito de esta cita olímpica. La importancia de las reflexiones que se proponen reside en que se tratará de abordar el fenómeno deportivo dentro del contexto de la realidad mundial y su inserción en el Movimiento Olímpico Internacional.

En un inicio, fue el barón Pierre de Coubertin quien restauró los juegos olímpicos, (1896) dando nacimiento a su versión moderna, por lo que este aristócrata fue considerado como el representante más genuino del llamado “deporte puro, deporte sano o amateur”. Por supuesto debe quedar claro que Pierre de Coubertin no fue un revolucionario de su época, sino un representante de la reforma burguesa; con una concepción del deporte como una cultura muscular, amateur, caballerosa, con principios (elitescos, clasistas jerárquicos) éticos donde lo importante no es ganar sino competir.

De estos comienzos caballerescos y aristocráticos deportivos llegamos a un presente corporativo y empresarial en donde el Comité Olímpico Internacional (COI), maquinaria que mueve al mundo organizado del deporte a través de las diversas federaciones internacionales, es una trasnacional monopólica, única a nivel mundial que representa un vasto complejo industrial integral; formado por las federaciones, los medios de comunicación, empresas de bienes y servicios, los Comité Olímpicos Nacionales (CON) y los equipos profesionales. El radio de acción del COI va desde el campeón hasta el novato, desde un comité olímpico nacional hasta un club de parroquia, permite el control de la organización y sus dominios políticos a nivel mundial, desde la nación hasta el municipio.

Cabe retomar que, desde sus umbrales, la práctica deportiva tuvo fines ideológicos políticos y económicos. Para los estudiosos, este último aspecto, es decir, la inversión económica en diversas áreas (recreativas- lucrativas) así como la realización de apuestas o patrocinios a los deportistas (premios- recompensas) estuvo en el origen de la profesionalización de los jugadores. Para ilustrar este asunto, veamos por ejemplo, la actuación última de Juan Antonio Samarach (ex presidente del COI), quien copió la estructura y el estilo de los antiguos sindicatos verticales de la dictadura franquista, y los trasplantó al COI. La camarilla que lo rodeó permitió y alentó tanto la corrupción como el soborno entre sus delegados a través de comisiones, viajes, privilegios, favores de las grandes multinacionales, becas y pactos con las autoridades de las ciudades preolímpicas, lo que tuvo su máxima expresión con la asignación fraudulenta de Salt Lake City como sede de los Juegos Olímpicos de Invierno y la elección de Londres para los Juegos del 2012, por encima de Madrid, Paris, Moscú y Nueva York, exponiendo ante la opinión pública el “procedimiento” seguido por el COI para la asignación de las sedes, con el subsiguiente escándalo mediático.

Estos casos permitieron vislumbrar los arreglos políticos, económicos y el reparto de regalías por derecho de transmisión por televisión y marketing que están detrás de la asignación de sedes, evidenciando el fortalecimiento de la alianza entre políticos y empresarios, no sólo en los juegos olímpicos, sino en eventos regionales de más corto alcance, pero en las cuales billones de dólares y euros están en juego. Allí, evidentemente, salen sobrando los intereses más elevados del deporte y los deportistas pasan a ocupar un papel secundario.

Adicionalmente, dentro del seno del COI unos pocos socios comerciales de “primera línea” (entre los que se cuentan Coca Cola, Atos Origin, Kodak, Mc Donald’s, Panasonic, Samsung, Sport Illustrated, Swatch, Visa Internacional, Xerox, Hiundai, Nike y Adidas), constituyen la columna vertebral de la estructura financiera del organismo. Sus aportes en los últimos años rebasan con creces los miles de millones de dólares. En este punto cabe preguntarnos si comprar productos con el logotipo de los cinco anillos o utilizar cualquiera de los bienes ofertados por estas trasnacionales, es en realidad una manera efectiva de favorecer al deporte de alta competencia o más bien estamos contribuyendo al enriquecimiento de unos pocos, que no son más que iconos del mercado globalizado del siglo XXI, que sigue privilegiando al mercantilismo, sin importar el destino de los seres humanos (en este caso, deportistas olímpicos) que estén en medio de sus negocios.

Por todo lo antes expuesto, el COI es considerado un monstruo mercantil en tanto que, tan sólo en la organización de los Juegos de Atenas movilizó 6000 millones de euros, invertidos por las más poderosas empresas del mundo. Este gasto bestial resulta grosero al pensar que el planeta tiene infinitas necesidades y que mueren millones de seres humanos de hambre y enfermedades en el desdichadamente llamado “Tercer Mundo”. Tal cantidad de recursos podría, si no resolver, al menos paliar esa situación.

Con este panorama de corrupción externa y desigualdad interna, donde se dan la mano la segregación, el clasismo, la asignación de derechos por la vía de vulgares y obscenas subastas de prebendas, las Olimpíadas actuales muestran una doble moral: ni son juegos de la paz ni son deportes aficionados, ni mucho menos fiesta de la amistad entre los pueblos. Los ideales de justicia, solidaridad, compañerismo y valores éticos fueron olvidados, pervertidos y canjeados por una maquinaria de hacer dinero. Aquel lema famoso de los juegos olímpicos modernos que dice “lo importante es competir, no ganar” ha quedado en el olvido, la moral es otra en los atletas “lo importante es ganar a costa de lo que sea”.

Estos juegos olímpicos se realizan por segunda vez (primero fue la URSS, con Moscú 80’) en un país socialista, correspondiéndole históricamente a China la responsabilidad de cambiar la naturaleza de la olimpiadas (devolver el humanismo al deporte), ya que la única interpretación histórica que el sistema capitalista tiene sobre el deporte y sus juegos olímpicos, es la utilización sobre la base de su mentalidad mercantilista, en términos de ganancia y explotación del hombre. Comercialización y profesionalismo son dos conceptos inseparables del desarrollo del capitalismo imperialista, en donde sus categorías propias son: facilismo, engaño, lucro, trácala, poco esfuerzo, explotación, el interés individual material, competencia desleal y trabajo no productivo. La voracidad mercantilista ha ido gradualmente prostituyendo y exacerbando lo poco que aún queda de lo ético- moral- estético-saludable del deporte, pues sus dirigentes globales son negociantes y no pueden ver al deporte desde otra perspectiva.

En nuestra opinión, el proceso de reformas (revolución económica) en China, mejoras en la calidad de vida de sus habitantes y su apertura definitiva e inserción al concierto mundial con esta fiesta deportiva, romperá con lo que queda del aislamiento y su deseo inmenso de formar parte de la comunidad internacional. Es por ello que los juegos olímpicos tienen un simbolismo especial, el pueblo todo se ha unido en torno a este evento. Aquellos que piensan en boicot por diversos motivos (todos ellos auspiciados por el Imperio), tales como los medioambientales o contaminación, que por cierto esta nación realiza enormes esfuerzos para solventarlos; el “respeto” por los derechos humanos y las convulsiones político-sociales en Darfur, Birmania y el Tibet, se estrellaran contra un pueblo cohesionado, orgulloso que apoya sus reformas, un país que quiere demostrar lo que vale y ve en estos juegos un punto de inflexión en la apertura de China a nivel internacional.

Esta hipocresía de los señores de los anillos (los jerarcas del COI) y del deporte moderno, no es de extrañar, pues ellos se han encargado de acabar con lo poco que queda de aficionado en el deporte, pues los juegos olímpicos en cada evento ceden espacio a los profesionales con el fin de elevar el espectáculo, la danza de los millones provoca más comercialización en estos juegos. En épocas recientes, el comité olímpico internacional se ha hecho de “la vista gorda” ante invasiones, guerras, violaciones de derechos humanos y dictaduras, otorgando en muchas oportunidades sedes a estos países agresores e imperialistas (dejando a un lado el símbolo de la paz con que se asocia al deporte), para eventos olímpicos y mundiales.

Es por ello que la discusión tiene que pasar a otro plano, es decir entre deporte capitalista versus deporte socialista, solo así podemos construir el modelo alternativo necesario en el mundo, que devuelva al deporte todo su esplendor, belleza y pureza. Queremos que el nuevo deporte contribuya con el desarrollo integral de los deportistas, donde se refuercen los valores esenciales del deporte, orientados hacia lo formativo, educativo y recreativo, con un deporte como parte de la vida y de la lucha, del hacer y el crecer, del ser y el sentir. El desafío de China, el gigante socialista del mundo y con una cultura milenaria en donde el aspecto espiritual tiene una importancia y un protagonismo ignorados en occidente, es devolver lo humano al deporte, lo placentero, lo lúdico, ya que sólo así se reencontrará el hombre con el valor esencial de este fenómeno tan fundamental para el desarrollo y crecimiento de sociedades mas humanas. Asimismo es necesario un cambio de mentalidad que propugne una concepción más sana y razonable de esta actividad física, necesitamos de nuevas formas de intercambio que establecerán otras relaciones entre el individuo y su cuerpo, entre el individuo y la naturaleza y, sobretodo, entre unos individuos y otro. Dentro de esta perspectiva, es necesario una visión revolucionaria capaz de orientar a las naciones progresistas y democráticas del mundo al rescate del deporte mundial como patrimonio de la humanidad, el desafió es democratizar y renovar la estructura colonial que lo rige. Impulsar una nueva rectoría, eliminando de una vez por todas el control que sobre éste ejercen estructuras que responden a las concepciones burguesas e intereses mercantilistas, como es el caso del Comité Olímpico Internacional (COI) actualmente.


*Antropólogo-Sociólogo

Docente- Investigador Asociado de la U.C.V. Coordinador de la Unidad de Investigación Rendimiento humano, deporte y salud.

Email: pedro_garciaa@yahoo.es


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Pedro García Avendaño*


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