Hoy, hace casi dos siglos, un neogranadino extraordinario, José María Carbonell, llenó la plaza principal de Santa Fe de Bogotá, hoy Plaza de Bolívar, con gente humilde y despreciada por la oligarquía criolla que, al grito de Cabildo Abierto, logró hacer del 20 de julio de 1810 el día en que la Nueva Granada alcanzó la independencia.
Caída la tarde, cuando la revuelta de los oligarcas ya no tenía futuro en su intento de doblegar al Virrey, apareció en la escena ese joven de apenas 19 años invitando a sus amigos estudiantes y jóvenes partidarios de la independencia a que lo acompañaran a recorrer las barriadas de la ciudad para llamar a los artesanos, a los indios, a los mulatos, a los mendigos, a los marginados, a los invisibles, a que hicieran presencia en la plaza principal de la ciudad para pedir Cabildo Abierto.
La voz maravillosa de José María Carbonell, con esa gigantesca pasión igualitaria que lo iluminaba y con la emoción profunda que lo invadía ante los dolores de los humildes y la miseria de los oprimidos, comparable a la voz de Jorge Eliécer Gaitán en su tono, en su fogosidad y en su fe en el pueblo, convocó a los miserables de las barriadas a que hicieron presencia multitudinaria para protestar contra el gobierno, como años más tarde lo hiciera también Gaitán en esa misma plaza para pedir paz, señalando al Presidente Mariano Ospina Pérez como culpable de la violencia.
Hoy, casi doscientos años después, esa misma Plaza de Bolívar, que antaño llenó el pueblo inconforme, convocado por quienes pedían Cabildo Abierto, como Carbonell y Democracia Participativa, como Gaitán, paradójicamente se llenará una vez más, pero esta vez por convocatoria de quien preside un gobierno ilegítimo en búsqueda de que permanezca la oligarquía en el poder y se perpetúe el sistema inequitativo que ha enriquecido a los ricos y empobrecido a los pobres.
Y este fenómeno de ver la Plaza de Bolívar llena hasta los topes por llamado de las oligarquías y no del pueblo en búsqueda de justicia, se debe al actuar de una guerrilla desconectada de los ideales de participación popular que inspiraron a Carbonell y a Gaitán.
La violación de los derechos humanos y su alejamiento del querer popular, se han constituido en el mejor pedestal para que la plaza principal de Bogotá se llene esta vez de gente que, como lo pidió Ingrid Betancourt, manifieste en agradecimiento a Álvaro Uribe, representante de esa clase oligárquica que desde siempre ha mantenido al pueblo en las barriadas, con su misma miseria, su marginalidad y el desprecio que por ellas tiene la oligarquía criolla.
Yo, hoy, amanecí con fiebre y una terrible gripa que sólo me permitirá escribir estas líneas en homenaje y recuerdo a José María Carbonell y en rechazo visceral por la violación a los derechos humanos que cometen las FARC, además de su ceguera política. Talvez Dios, José María Carbonell y mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, desde el más allá, hicieron que me enfermara para no tener que compartir la Plaza de Bolívar, en mezcla paradójica, con quienes defienden el capitalismo, el imperialismo y los privilegios de clase, muy distantes del populacho revolucionario que llenó esa misma plaza el 20 de julio de 1810 y el 6 de febrero de 1948, porque esta marcha no servirá lamentablemente para liberar a los secuestrados ni para sintonizar a las FARC con el pueblo, sino para fortalecer un régimen que pasará a la historia como el paradigma del cohecho, la mentira, el engaño y el edén de la oligarquía y el imperialismo.
Bogotá, 20 de julio de 2008
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