Hoy definí mi voto para el próximo día 27, cuando se hará en Colombia una consulta para escoger – mediante el voto popular – el nombre de los candidatos que se han postulado, ellos mismos y dentro de sus propios partidos, como aspirantes al cargo de presidentes de la República.
No votaré por Gustavo Petro, como lo tenía pensado, porque viene ahora a decirnos que “Uribe es el legítimo presidente de Colombia” y todo para acomodarse a las encuestas que muestran el rechazo del pueblo colombiano por Chávez - porque le censuran - como ayer sus directos antepasados censuraban y odiaban mayoritariamente a Bolívar, mientras preferían al ladino de Santander, porque en la mira del Libertador estaba la grandeza de un gran continente unido y fuerte – que requería enfrentar por las armas al adversario - y porque, hoy por hoy, Chávez se atreve a señalar certeramente que las políticas internas de Colombia afectan al continente latinoamericano y al proyecto nunca enterrado de una añorada unidad.
El diccionario de la Real Academia Española define el término legítimo como un adjetivo que significa “justo, permitido, según justicia y razón” y también “cierto, genuino y verdadero en cualquier línea”.
Nada de eso es Uribe. Es cierto que fue elegido mediante elecciones, en esta pantomima pseudo democrática a que estamos sometidos – esa “democracia imaginaria” -, donde en Colombia gana el que más compra conciencias o el que utiliza las armas para amedrentar a quienes no se pliegan a sus designios electorales. ¿Acaso Petro no ha escuchado las declaraciones de los grandes capos del paramilitarismo que han confesado que obligaban a la gente, con armas de fuego y motosierras en mano, a que votaran por su candidato, Älvaro Uribe Vélez? ¿Acaso más de medio Congreso de la República no está actualmente enjuiciado porque fueron elegidos gracias a los pactos siniestros que hicieron para obtener el apoyo político de los paramilitares con el que, a su vez, apoyaron a Uribe y lo hicieron presidente? ¿Acaso la reelección de Uribe no está viciada de todas las artimañas, trampas y violaciones de la Ley, que jamás nunca Colombia antes vivió?
¡Y ahora nos viene Gustavo Petro a decir que Uribe es el legítimo presidente de Colombia! Recalcando el término para que confiemos en él nuestra política internacional. ¡Ni más faltaba! Todavía nos queda algo de dignidad y lucidez.
Mariano Ospina Pérez también llegó a la presidencia de Colombia mediante votaciones, lo que no impidió que creara – gracias al apoyo técnico de Scotland Yard – a los paramilitares que el pueblo terminó apodando como “chulavitas”. El gobierno de Ospina fue entonces ilegítimo porque abrió las venas de violencia que aún desangran a Colombia. También llegó a la presidencia Misael Pastrana Borrero, sin que nadie desconozca que lo logró gracias al fraude electoral. Otorgarle legitimidad a esos gobiernos, incluyendo el espúreo de Uribe, y que lo haga alguien que pretende representar a las fuerzas de izquierda en Colombia, es un atrevimiento y una afrenta que se le hace a quienes luchan, día a día, jugándose la vida, por denunciar la ilegitimidad y arbitrariedad de este régimen.
Ya no es la oligarquía criolla santafereña la que manipula la opinión de este país, como en los tiempos de Bolívar y del - a mala hora - vicepresidente Santander. Ahora es el narcoparamilitarismo el que ha llevado a uno de los suyos al llamado “solio de Bolívar”. Pero, en el fondo, nada ha cambiado, porque tienen la misma mirada recortada y provinciana que les impide reconocer la importancia de un proyecto continental. No tienen la dimensión histórica, moral o intelectual para hacerle frente a una propuesta de gran envergadura. Para ellos sólo es posible manejar los espacios donde puedan tocar y ver las alambradas que dividen, separan y debilitan.
La tesis de otorgarle “el favor” a Uribe de diseñar nuestra política internacional es, esa sí, una posición ilegítima, que avergüenza a la izquierda. El resultado se verá en las urnas el próximo 27 de septiembre cuando su caudal electoral se desvanezca porque ha herido a la izquierda que combate contra Uribe, mientras que la derecha y el centro pacato jamás aplaudirán sus cantos de sirena, porque ellos creen más en la opinión del Procurador – elemento del Opus Dei elegido con el voto de Petro a cambio de dádivas promeseras – quien se atreve a afirmar que no encuentra pruebas suficientes en las películas que aportó la Fiscalía, que demuestran cómo salieron a salvo trece personas que luego fueron torturadas y asesinadas por los militares a órdenes del General Plazas Vega, militar hoy enjuiciado y señalado culpable por la Fiscalía. Para este Procurador fue, ¡oh herejía!, un asalto del M-19 - en el que militaba Petro - aliado con el narcotráfico… Vivir para ver.
No queremos más émulos de Santander quien, después de haber fusilado cobardemente a los prisioneros españoles a los que Bolívar quería canjear por los combatientes por la Independencia, apeló a una supuesta legitimidad leguleya, acomodaticia y tinterilla, para derrotar los grandes horizontes de Bolívar que hoy nos hacen tanta falta.