14 de julio de 2023.-
En esta entrevista con DIVERGENTES, Zoilamérica Ortega Murillo analiza el componente de género que tiene la represión en Nicaragua. Una perversidad que apunta a la ultrajar la dignidad de las mujeres. Una secuencia de crímenes en la que encuentra el accionar de su madre, la “copresidenta” Rosario Murillo
Vestida con la camisa del uniforme de la universidad de San José, donde trabaja, Zoilamérica Ortega Murillo, sonríe a todo aquel que encuentra en el pasillo. Saluda y transmite amabilidad, lejos del aire de una catedrática severa. Quien habla con ella, suele encontrar a un ser sensible, resiliente, tras ir reconstruyendo su vida en el exilio, desde 2013, cuando el gobierno que dirige su padrastro y su madre, Daniel Ortega y Rosario Murillo, intensificó la persecución en su contra a niveles insoportables.
Fue de las primeras exiliadas del actual régimen pero, tras una década en Costa Rica, sigue muy de cerca las noticias de la represión contra toda voz crítica en Nicaragua y, en especial, contra las mujeres. Asegura que ya no le sorprende tanta perversidad, aunque confiesa que le sigue doliendo. Sobre todo, porque su madre, la “copresidenta” Murillo, es la principal armadora de estos atropellos que un grupo de expertos de Naciones Unidas catalogó como crímenes de lesa humanidad.
Zoilamérica percibe en muchos ingredientes de este vasto menú represivo –incluyendo el abuso sexual– actos que ejercieron en su contra. Aunque la pareja presidencial acomete las atrocidades al alimón, ella encuentra en la violencia política de género los trazos de su madre.
“Parece imposible ver a la persona que te dio la vida cometiendo estas atrocidades, pero es la realidad. Por desgracia, mi mamá utiliza hoy como formas de agresión las mismas que usó primero conmigo. Cuando veo que mi mamá transforma un crimen individual en un crimen masivo, duele. En ese sentido, creo que ella siempre trata de identificar la vulnerabilidad en las mujeres”, confiesa Zoialamérica. En esta entrevista con DIVERGENTES, ahonda en más razones y argumentos al respecto.
Sos de las primeras exiliadas del régimen Ortega-Murillo. ¿Cómo fue tu salida de Nicaragua, hace diez años, hacia Costa Rica?
Fue un proceso. Desde mi denuncia, en 1998, yo viví distintos tipos de persecución. Pero, en 2012 y 2013, empezó toda una campaña para asfixiarme económicamente y perseguir a las personas que trabajaban conmigo en la ONG (Fundación Centro de Estudios Internacionales). También hubo asedio y amenazas para impedir moverme dentro del mismo país hasta que, finalmente, se dieron eventos que me obligaron a salir de Nicaragua con mi hijo menor de forma intempestiva. Mi expareja había sido deportado y capturado en ese momento. Sumado a eso, hubo otras amenazas, como mantener mi casa rodeada de policías.
Entiendo que te llevaron a Migración. Y de allí, todo fue un torbellino.
Toda la acción que se montó en torno a mi expareja tenía que ver con mandarme un mensaje muy claro, porque lo podían haber capturado en un lugar alejado de mí, pero lo capturaron frente a mis propios ojos. Luego, a mí me llevaron a Migración y Extranjería. Los policías me golpearon y me quebraron los anteojos en presencia de mi propio hijo. Y sitiaron mi casa. Durante esas 24 horas que se propusieron generar terror, me persiguieron hasta las instalaciones de Migración en Metrocentro. Un hombre armado se nos acercó a mi hija y a mí mostrándonos un arma en un lugar público. Hubo un intento de subirme a la fuerza en un vehículo en una gasolinera. Todo fue una secuencia. Fueron 48 horas que me llevaron a salir de mi casa, de un momento para otro, con una maleta, cuatro trajes y el permiso de salida de mi hijo menor. Me desactivaron el pasaporte. A la hora de salir, logré cruzar porque los agentes no encontraron a quien consultar. Hicieron el ingreso manual del pasaporte, porque la computadora no respondía. Pensé que me estaba yendo por unos días a esperar que la situación cambiara, pero desde entonces ya no pude regresar.
Recuerdo que, al salir de Migración en 2013, me dijiste que los agentes de Migración te dijeron algo respecto a tu mamá.
Cuando estaba reclamando, queriendo saber por qué había sido secuestrado mi expareja, saber su ubicación, los guardas me dijeron que me tenía que retirar inmediatamente del portón de Migración. Entonces, empezaron a empujarme y me caí al piso. Los guardas me decían: ‘Son órdenes de su mamá. Por favor, colabore, que la tenemos que sacar a golpes o como sea’. Mi hijo pegaba gritos: ‘No le peguen, no le peguen, suéltenla’. O sea, fue una escena difícil no por los golpes de los guardas de Migración, sino porque me di cuenta de que ella podía cruzar un límite: el respeto a mi propia vida y el daño que podía hacerle a mis hijos si me pasaba algo en esas condiciones.
¿Qué te parecieron los relatos de los presos políticos tras ser desterrados en febrero pasado, sobre todo, los de las mujeres que relatan una saña particular contra ellas?
Por desgracia, mi mamá utiliza hoy las mismas formas de agresión que usó primero conmigo. En ese sentido, creo que ella siempre trata de identificar la vulnerabilidad en las mujeres. Sabe encontrar lo que más te puede afectar y qué es lo que más te puede doler. Precisamente, con ese manejo cruel de lo que representa para una mujer sus hijos, su familia, el temor hacia la pareja, la culpabilidad… Es toda una serie de elementos de violencia psicológica, pero fundamentados en la esencia de lo femenino. Yo creería que muchas de esas formas, en algún momento, mi mamá las vivió. Pero ella, hoy, lo vuelve más sofisticado para expresarlo hacia otras personas. Para ella es más fácil perdonar la traición de un hombre que la traición, entre comillas de, por ejemplo, Dora María, Ana Margarita, Suyen o Tamara. Es decir, ella se sintió traicionada por mí al romper el silencio y, desde entonces, me convertí en su enemiga. Mi mamá no sabe cómo ubicar a una mujer que se enfrenta a ella. Espera otro tipo de reacción, de sumisión.
Zoilamérica Ortega Murillo en 2013 en las afueras de Migración en Managua. Foto: Wilfredo Miranda | Archivo.
¿Un ensañamiento aún más particular, más allá del ser mujer?
En el caso de las mujeres de UNAMOS, el ensañamiento ha tenido que ver, en esencia, con que ella piensa que son personas que se salieron de su propia casa política, del sandinismo. Es otra manifestación de lo que yo viví: una persona que se salió de su propia casa y denunció. Y eso, para quien tiene un pensamiento fundamentalista y de una incondicionalidad ciega, se vuelve más imperdonable. Ella conoce la capacidad, el talento, la inteligencia de Dora María y por eso trata de desactivarte como persona, como lo he dicho en algunos momentos: volverte loca. Es decir, generar la pérdida de la racionalidad para anular tu esencia de ser humano. Hay mucho, desgraciadamente, de una psicopatología. ¿Por qué aislarlas? ¿Por qué castigarlas emocionalmente tan fuerte? Porque mi mamá esperaba que, de esa manera, pudiese matar algo en ellas para toda la vida. Lo mismo que en algún momento intentó conmigo.
Pareciera que no tiene límites. A manera de ejemplificar eso, a vos te expulsó de Nicaragua y después el acoso siguió en Costa Rica, en 2019, cuando denunciaste aquel carro con un gallo vivo sobre el tablero en las afueras de tu casa en San José.
Hay cierto tipo de personas a las que ella no va a permitir que levanten la cabeza. Es lo que sucede cuando yo estoy en Costa Rica. Me quedé sin trabajo, porque cuando cierran la ONG ni el donante te quiere liquidar. Es lo que han vivido miles de organizaciones cerradas. Entonces salís con lo que llevas puesto. En Managua traté de alquilar mi casa, pero me la mandaron a destruir literalmente para que no recibiera la renta mensual. Aquí hay un elemento que, me imagino por dignidad, uno se avergüenza de decirlo, pero están tratando de asfixiar económicamente a estos liderazgos. Dejarlos en una condición de precariedad que paraliza tu accionar. Yo, por mucho tiempo, no pude hacer activismo porque tenía que dedicarme a sobrevivir. Ese es el modus operandi: arrebatarte la dignidad y que la incertidumbre te venza. Es jugar con todos estos detalles que te mantienen conectado con una suerte de castigo. El destierro te pasa recordando todos los días que sufriste las consecuencias y, lo que es más grave, que tu familiares también lo están viviendo. Confiscar y sacar a los familiares de las casas en Nicaragua para dejarlos en la calle tiene que ver con que las familias también se volteen en tu contra.
A Daniel Ortega y Rosario Murillo se les suele percibir como un binomio, pero en este caso particular de género, esta mentalidad maquiavélica que denuncian algunas mujeres, ¿vos se lo atribuís a tu mamá?
Daniel aplaude, se divierte y participa en la aprobación de todo lo que mi mamá hace al otorgarle poder. Pero él no tiene la inteligencia para llegar a tanto. Si algo puede aportar ella es la saña para ciertas prácticas. Él siempre se ha reído de la actitud impulsiva de ella. Por ejemplo, patear a un funcionario en los noventa porque esa persona no le pidió permiso para tomar un cupón de gasolina. Él se reía de estas prácticas violentas en una suerte de machismo: reírse de una mujer haciendo locuras. Entonces hoy, al haber permitido que esas ‘locuras’ se vuelvan políticas de represión y de persecución de Estado, es una responsabilidad que comparte. Es parte de la cadena de deshumanización que han generado. Por ejemplo, en el letal ‘Vamos con todo’ venía la orden y el permiso de matar. Ella no dijo ‘ maten’ literalmente, pero están unos códigos de subordinación que vienen construidos por ella: las bases, los subordinados asumen los permisos implícitos. Si la superior te dice ‘hacela hablar; no me diga compañero que usted no va a poder hacer hablar a una mujer’, ellos tienen el código de usar la feminidad. Todo lo que las mujeres y presas políticas han denunciado, desde los tocamientos y el componente de tortura sexual. Fue permitido y fue insinuado. ¿Con qué frase exactamente? No lo sabemos, pero hay múltiples denuncias desde 2018. Todo esto fue permitido a través de las órdenes dadas.
¿De dónde crees que viene esta saña de Rosario Murillo contras las mujeres?
Aunque me cuesta reconocerlo, hay varias cosas… Primero, digo que me cuesta reconocerlo porque puede sonar apologético, pero creo que ella tiene su propia historia en su infancia. Tiene un serio conflicto con el ser mujer, con la relación con su madre. Hay una tendencia a ver en toda mujer a un posible adversario. Incluso porque tiene que cercar a Daniel Ortega para que no siga haciendo más víctimas, generando más y más actos de pedofilia. Entonces esto implica que, ante ella, toda mujer es una potencial enemiga, en vez de responsabilizar a quien tiene al frente: al agresor. Y por otro lado, evidentemente por el respaldo que muchas mujeres dieron a mi denuncia de abuso sexual, para ella significó que, en aquel momento, le dieron la espalda. Entonces hay una interpretación de que lo que hubo fue un acto político de respaldo a una mujer en vez de respaldarla a ella. Por lo tanto, en la sumatoria de la historia, encuentra que quienes más han adversado su poder han sido mujeres.
Es algo que muchas feministas también creen.
Posteriormente, vino el apoyo internacional de más mujeres. Yo tengo la memoria muy clara de la molestia que les causaba, y porque me lo hicieron saber cuando me forzaron a retirar la demanda en la CIDH, que en cada país Daniel Ortega fuese recibido por mujeres con pancartas con mi nombre. Ese fue un período que para él era insoportable. El último viaje que hicieron en ese momento fue una toma de posesión en Honduras, donde las mujeres tenían mi foto en la calle. Esos episodios representaban para ellos, considerados líderes de la historia, una vergüenza que no podían aceptar. Fue de las cosas que me mencionaron. Por lo tanto, insisto que las grandes perseguidoras, las grandes justicieras de Daniel Ortega han sido las mujeres. Luego encontraron a sus principales cómplices en el sistema patriarcal: Arnoldo Alemán y todos estos hombres queriendo protegerse entre sí. Entonces, definitivamente sí hay un conflicto de mi mamá con el ser mujer. Lo vemos en la captura de la señora Horvilleur y su hija. Es decir, no hay límites. Primero ataca el ser mujer y, segundo, el vínculo familiar. Esa es una herramienta fuerte para hacer daño. Arrestar a las familias es jugar con la emocionalidad, algo que han aprendido, precisamente, de atacar el ser mujer.
A vos, que lo viviste en carne propia, ¿te sorprende tanta saña y perversidad?
Lo que me sorprende es que no estemos preparados para lo que ellos hacen, porque ya tendríamos que haber podido diseñar estrategias para lo impredecible. ¿A qué me refiero? Nosotros pasamos pidiendo por la libertad de los presos. Pero ahora que están afuera, ¿qué sigue? De las cosas que más sufrimiento me causaron fue cuando empezaron los encarcelamientos y esta realidad de la violencia sexual. La gente me decía que no, que no creía. Y sucedió. O por ejemplo, que haya listas en las que estamos todos y en las que tienen identificadas a las familias… Yo siempre he dicho que a mi mamá la creo capaz de todo. Sin embargo, evidentemente te pasa como la muerte: nunca estás del todo preparado. La creo capaz de todo, pero nunca deja de dolerme, de conmoverme, porque de alguna manera he pasado por todas esas cosas… Yo pasé sin documento cinco años, o sea, sin pasaporte. Yo sé lo que es que tu estatus migratorio esté bajo el control de negociaciones políticas. Lo que causa no poder ver a tus hijos porque están en las mismas circunstancias. Entonces, cuando veo que mi mamá transforma un crimen individual en un crimen masivo, duele. Parece imposible ver a la persona que te dio la vida cometiendo estas atrocidades, pero es la realidad. Creo que nunca me voy a acostumbrar a esa realidad. Sin embargo, tenemos que pensar que son capaces de todo. Aunque aparentemente deje en libertad a los presos políticos sin razones, sí las debe tener, porque esa mente construye más rápido que cualquiera de nosotros.
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*Wilfredo Miranda Aburto: Periodista. Cofundador de Divergentes, diario digital nicaragüense especializado en periodismo narrativo y de investigación. También colabora en otros medios. Destaca en cobertura a violaciones de derechos humanos: desplazamiento forzado, tráfico ilegal en territorios indígenas, medio ambiente.
Fuente: DIVERGENTES