Llevaba implícita
en su carismática personalidad la iniciativa propia, pero antes bien
ensayada. Las reglas universales del buen comportamiento ciudadano fue
su bandera enarbolada, cuando apenas daba asomos en su corta y abortada
carrera política; ya que era de tantos quilates su integridad, que
los mezquinos vientos de la complicidad de un viejo orden no le sostuvieron
su vuelo.
Que Renny tan sólo vendía por televisión productos de la cesta neoliberal, ¿Cuál es el problema? Si lanzara yo la primera piedra, mal podría rasgarme las vestiduras de moralista, sin percatadme que alguna vez vendí o no como mercancía de tercera mi conciencia al mejor postor.
Que Renny Ottolina
fue o no en vida un burgués, ¡pero de avanzada! Algunas mujeres y
hombres, que antes de ser héroes de una epopéyica gesta, cubrían
su indiferencia con el manto de seda aristocrático; y un buen día
sensibilizaron las fibras de sus pareceres, cuando escucharon y entendieron
que el quejido ajeno provenía del tejido de su propia carne.
Es que la figura
conceptual y política de Renny Ottolina no surgió de las páginas
marxistas. Renny nació del útero capitalista que también pare vidas,
pero, más adelante las desecha. No obstante, a Renny le hubiese tocado
derribar los paradigmas que le nublaba la visión a un pueblo que, cada
cinco años para sufragar tan sólo se limitaba a una romería, un pito
y una gorra blanca o verde. Hasta allí le era permitida su participación
en la vida sociopolítica del país.
Renny con frecuencia
viajaba por otros continentes con dinero de su propio bolsillo bien
ganado, no sólo de placer, también para ampliar sus conocimientos
y desarrollar su capacidad creativa, que para bien o mal, bastante nos
deleitó.
A Renny le
tocó aquella vez encauzar el inicio de su proyecto político por una
de las sendas más abruptas, donde pocos triunfan y muchos perecen.
A solas y en
silencio multiplicó su dolor de padre. Al igual que multiplicó su
alegría y el orgullo de ser cada día más eficaz y más venezolano.
Renny Ottolina, quizá un día hastiado de ver a los toros desde la barrera, osadamente y sin muleta optó por lanzarse al ruedo, en busca de una nueva faena en su duro y disciplinado trajinar; que más que la necesidad de dejar una huella en el tiempo, de algún modo pudiera alimentar a una inquietud latente, que poco a poco moría de hambre en lo más profundo de su corazón.
Pero, el derrotero
destino de la vida le propinó senda cornada mortal.
San Joaquín Edo. Carabobo
julio.cesar.carrillo@hotmail.com