La opinática es una especie de sistema que se basa en las corrientes de pensamiento de grupos de poder, la acomodaticia visión desde barreras, la miopía resultante de deficiencias epistemológicas y la inefable estupidez de quienes repiten sus admoniciones, en cámaras, periódicos y radios, muchas veces a sabiendas de que son patrañas. Sus amos se encargan de confeccionar el mundo artificial con el cual insisten en prefigurarnos el destino.
Tal sistema de opiniones conexas, yuxtapuestas y arrocheladas sinérgicamente para conformar un artificio mediático, por lo general trata de frenar o incluso desaparecer la capacidad de discernimiento de las personas. Eso de “permítanos pensar por usted” es una promesa publicitaria para lavar cerebros. Pero no es menester caer en el albañal de las agencias publicitarias y el mercadeo para concretar los ejemplos que a diario sufren los Pueblos por los efectos de la opinática generalizada con la cual acometen sus fechorías. Porque son fechorías. Muchas ONG y partidos políticos de derecha resultan ejemplos clásicos. En Venezuela son casi lo mismo, pues de las primeras, casi el 70 % se dedican al “análisis” de la situación política del país y a la promoción de movimientos desestabilizadores, a nombre de intereses ajenos al desarrollo de la Patria.
El esquema básico es el consabido “some people says”, generado en el imperio e importado como mantra que según parece, permite orquestar cualquier barbaridad amparado en una especie de burbuja intelectual o ser parte de un tanque de pensamiento que es chic, correcto e inapelable. Y a uno lo ven como a un execrado. Por eso cuando uno escucha la locura de que vengan los marines a invadirnos para que saquen a Chávez, que el Sistema Eléctrico Nacional colapse para que se acabe la Revolución o que ojalá un organismo internacional saque al país de esta década de miseria socialista así sea ordenando bombardeos con misiles cargados de uranio empobrecido o tungsteno o fósforo blanco, entonces uno reconoce en tales contrasentidos que aún queda mucho por hacer para cambiar conciencias. Peor, que las superestructuras solo se han reacomodado y sus bases siguen en buen pie. Un grupito de malandros, carnetizados como estudiantes por la derecha enquistada en las Universidades, se cose la comisura de los labios para poder comer en una huelga de hambre y la opinática servil alborota la pradera con advertencias sobre dictadura, represión y violación de derechos humanos por parte del gobierno.
Se anuncia la defensa de la población de un país matándola, pero esa es la realidad derivada de un plan diseñado hace meses. Quienes no quieren el liderazgo de Gadafi, prefirieron y auparon los bombardeos en Libia, de los cuales hoy son víctimas ellos y sus propios hijos. Las matrices de la opinática imperante gestadas en los laboratorios mediáticos de la derecha internacional, fueron cascadeadas en masa a través de entrevistas de “expertos”, foros con “gente que sabe” y artículos de eruditos en “satrapías gadafianas”. Poco después se intentó establecer similitudes entre el Líder de la Revolución Verde y Nuestro Líder Comandante.
El premio Nobel de la paz hace la guerra y no resulta absurdo porque la industria mediática hegemónica así lo proclama. Los análisis científicos advierten que la realidad recreada por el capitalismo salvaje ya tiene exangüe al planeta y en la web aparece que existe un sexto continente en el Pacífico conformado por la acumulación cincuentenaria de basura plástica. A la sazón una Europa decadente y avariciosa revive sus atavismos coloniales en África porque sus arcas están vacías. La hegemonía mundial hace todo lo posible para prevalecer. Cada vez es más peligrosa porque los recursos del planeta son más escasos. La desesperación por hacerse con ellos les lleva a conciliábulos urgentes para cometer delitos de lesa humanidad arguyendo la defensa de los Pueblos. Vaya cinismo.
Esta terca opinática mundial pretende acallar el despertar popular que recorre el orbe. Cada vez son menos sus triunfos y cada vez hay más violencia contra los procesos de cambio. Representa uno de los escenarios de lucha del hombre contra el hombre o del hombre contra el lobo que es el propio hombre, como dijera Plauto hace 22 siglos. Hoy, el mayor depredador en la historia terrestre amenaza 4.500 millones de años de evolución planetaria. Algunas elites creen que solo ellos pueden prevalecer. Monopolizan y usan los desarrollos tecnológicos para mantener su tiranía, conscientes de que eso inexorablemente destruirá a la humanidad. Tal vez avizoran su futuro cercano en plataformas espaciales, ajenas a la desdicha de miles de millones.
El sistema mediático imperial pretende adecentar a un impresentable engendro asesino. Lanza toda la bazofia disponible sobre las luchas sociales, sobre los líderes que empujan los cambios, sobre los Pueblos que se resisten a su influjo, sobre los hechos que determinan soberanía. Fabrican expedientes, falsifican liderazgos, encumbran asesinos, ratifican calumnias, promueven sofismas, pero sobre todo ocultan las miserias que generan sus amos, callan sus desmanes, esconden sus atrocidades y silencian sus vilezas. Alienan con marketing, con moda, con estereotipos de vida disoluta y dispendiosa. Son la última religión, el más acabado opio.
Hace nueve años su saña y oscurantismo se adueñó del País. Costo vidas y casi nos cuesta la Patria. Hoy digo una vez más mirando el ímpetu fascista que les anima, convencido de que no cejarán en su empeño de arrasarnos, que el poder constituyente debe ser el mazo que demuela de una buena vez un sistema mediático empecinado en fomentar odio y muerte. Los mismos anclas, los mismos analistas, los mismos políticos y politólogos, los mismos dueños de medios y los mismos empresarios que promovieron el golpe de estado en aquel abril azaroso, siguen vociferando en contra del proceso, cual chambelanes del imperio.
¿Cuándo entenderemos que la derecha no se domeña con el tiempo?
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