La clonación múltiple de “Rambo”: masacres de estudiantes y la cultura de la violencia en EEUU

1.- La violencia arraigada en la sociedad de los EEUU es verdaderamente sintomática. Yo diría, de acuerdo con Etienne Balibar, que no se trata de violencia sino de crueldad. Balibar ha formulado y desarrollado la idea de la crueldad excesiva y no funcional como un dato propio de las sociedades del capitalismo tardío. Hay que ir al fondo de las causas de esa violencia sin fundamentos políticos e ideológicos precisos. Desde el ascenso del racismo y las guerras preventivas de la elite imperial hasta las tragedias que desestructuran la vida en los centros educacionales estadounidense, sin ignorar u obviar la lacerante y angustiante violencia implantada en los barrios pobres de Latinoamérica, se nos demanda determinar la raíz (o porque) y la solución de la violencia que es constituida por un “odio puro y desnudo”.

Es una perspectiva totalmente equívoca, la mirada parcial, el análisis fragmentario que busca el significado de las tragedias en sí mismas y en sus responsables o causantes inmediatos. La jerga académica, policial y mediática que se configura desde tal perspectiva, nos habla de tipos sospechosos, grupos peligrosos, políticas represivas o de control y protagonistas de tragedias. En esa óptica es imposible indagar sobre la penosa persistencia de la execrable existencia de los modos de vida propios del capitalismo tardío: y es que, la vida colectiva, familiar e individual permanentemente amenazada y en emergencia, no es una cuestión que pertenece al ámbito de la ideología neoliberal y su máximo principio de la responsabilidad individual, esto es, del hombre o mujer que construye, en la más absoluta libertad y autonomía, su propia biografía personal o identidad.

La eficacia ideológica o el dispositivo de conformación de los sentidos de la vida, a que da lugar, la lógica cultural y la racionalidad económica del capitalismo tardío, desaparecen en el credo o discurso que evidencia la construcción de la identidad actual (exactamente las identidades actuales) como el resultado de decisiones individuales autónomas y libres. La ideología de la libertad de acción y el principio moral “debo porque puedo”, imponen el mandato y las condiciones para que cada cual (hombre, mujer, anciano, joven...) decida que hacer con su vida en sociedades y en un mundo aparentemente permisivos, absolutamente permisivos.

En estos tiempos del capitalismo tardío, se postula que podemos decidir nuestra identidad (el género y sexo, trabajador inmigrante, obrero explotado, pichón de Bill Gates o Georges Soros, soldado mercenario, yuppy en decadencia, etc.) y cumplir los ciclos que deseemos de diferentes identidades, sin estar atados a tradiciones, convencionales y prejuicios. Mientras tanto, queda en la sombra, la obscenidad de un poder que se reserva para sí las grandes y estratégicas decisiones sobre los asuntos sociales, científicos, ecológicos, económicos, militares y políticos.

Y en ese punto preciso, se debe tomar notar de que: “Una parte importante de nuestra identidad colectiva se ha perdido irremediablemente. Estamos en medio de un proceso de corrupción moral, en el que el poder está intentando quebrar una parte de la columna vertebral ética que forma parte de los mayores logros de nuestra civilización, esto es, el desarrollo de una sensibilidad moral espontánea.” Así como poner en evidencia el sueño ideológico que pasa por alto los dispositivos de sentido, los mecanismos de poder que aseguran la crueldad excesiva presente y activa en las sociedades contemporáneas.

La reducción de cada una de nuestras vidas al genoma y al futuro posthumano, la bioética imperial, la biogenética, las guerras preventivas de la elite imperial, la santificación de los crímenes legales e ilegales, la promoción del racismo y el neofascismo, la victimación de los trabajadores inmigrantes, la adopción de la sociedad 20/80 y la creciente miseria del mundo: son los detonantes de las agresiones sin sentido y de la excesiva crueldad que asedia nuestras vidas.

En la actualidad, en estos tiempos laberínticos del capitalismo tardío, la lógica cultural y la racionalidad económica burguesa se reproducen ampliando y potenciando el principio y las condiciones de competitividad, promoviendo todas las transgresiones posibles y gestionando el mundo de la vida extrema y de fuertes colisiones y experiencias volátiles de tipo individual: hay que luchar para vivir por encima de nuestras inmediatas experiencias personales y colectivas, hay que aferrarse a una ética que no ceda al doble chantaje que proviene, tanto de la moral conservadora y puritana como del sueño ideológico neoliberal de “debes porque puedes

2.- Veamos de cerca la “tragedia de Virginia”. En principio, se nos dice que las masacres o matanzas en los centros educacionales son cosas que parecen sin sentido ni justificación. Tal estrategia de presentación obvia la relación estadística sobre los hechos delictuales y violentos en los colegios estadounidenses. Tanto los datos estadísticos como las dimensiones crueles de cada uno de los sucesos, han obligado a pensar sobre “las causas reales de tales tragedias”.. Michael Moore (en su laureada película “Bowling for Columbine”, la cual debe ser traducida como “Desconcertado por Columbine”) nos avanza una explicación, nada convencional, si nos atenemos a discursos predominantes sobre este tema en la sociedad norteamericana, de tan específica violencia o crueldad.

Moore, tomando como referencia el crimen de 12 estudiantes y 1 maestro por dos jóvenes que luego suicidan, testimonia que en los EEUU, miles de ciudadanos han sido condenados a la muerte por los intereses corporativos de la industria de armamentos. A pesar de que Moore apunta directamente hacia el fácil y constitucional acceso a las armas (lo que es imputado, por parte de sectores y personalidades radicales, como una de las causas principales del posicionamiento y desarrollo de la cultura de la violencia en los EEUU), no limita su crítica a ese derecho que incide con fuerza en el macabro “juego de disparar”.

En “Desconcertado por Columbine”, el derecho a armarse por cuenta propia, es reflejado, no en tanto causa sino como consecuencia, por el entrevistado Charlton Heston: la insensibilidad, la inescrupulosidad y la ferocidad en persona. Insensibilidad, inescrupulosidad y ferocidad, generalizadas, que han sido forjadas o constituidas por la industria armamentista y por Hoolywood, centros de poder que han hecho del crimen, la violencia y la crueldad sus mercancías privilegiadas. He allí el matiz, nada insignificante de Moore y de su película.

En la “Edad de la Inocencia”, Martín Scorsese dibuja como un código moral represivo, regula las relaciones sociales, amorosas y sexuales de la sociedad neoyorquina, de fines del siglo XIX. Para un crítico de cine, la lectura de la película en cuestión, corre por un lado diferente, por el lado de la práctica social y cultural de los crímenes sicológicos. Crímenes demostrativos, de como familias matan sin derramar sangre. Y desde esta perspectiva, sumamente cuestionable, que el crítico en cuestión privilegia, es como centros académicos, autoridades policiales y articulistas mediáticos de EEUU y otros países, analizan la cuestión de las crueles matanzas en los centros educacionales estadounidenses.

Es moneda corriente que se determine la causa de “tales tragedias” en la configuración sicológica de “los jóvenes asesinos” y en la naturaleza de su entorno familiar: los jóvenes que matan son el producto trágico y perverso de una historia familiar, una biografía personal y una estructura biológica determinada. He allí las causas, de acuerdo con buena parte de la teoría sicológica estadounidense, de porque un niño se convierte en un asesino. Y desde esa óptica, sumamente cuestionable, se construye un discurso que circula rabiosa, espectacular y melodramáticamente por los mass media.

Tal discurso, por regla general, se afinca en una victimación tardía de la estructura familiar y de las relaciones escolares: los niños asesinos han sido víctimas de ataques del padre, la madre, el hermano mayor, los compañeros de clases. Y hecho el daño, desean que la gente perciba y sienta su dolor, apetecen ser odiados y hacerse respetar. El Editorial del diario “El Nacional, miércoles 18 de abril de 2007, es un buen ejemplo de tan deleznable discurso: para los editorialistas se trata de hechos imprevisibles, no se sabe cuando pueden ocurrir, y dado que esto es así hay que establecer controles para impedir las tragedias en una sociedad dominada por la violencia.

Los postulantes de tan oprobioso, deleznable e inaceptable discurso, intentando ser actuales, se dirigen hacia Internet: los jóvenes asesinos sacaron de Internet los conocimientos técnicos, la sangre fría y las estrategias idóneas para realizar sus tiroteos. Ciertamente en el ciber-espacio se puede aprender desde manejar armas hasta fabricar y hacer explotar bombas. Ahora bien, la sociedad permisiva (esa sociedad que tanto defienden Granier y Kiko: el niño rata lo dice a cada rato, “cero prohibiciones, nada de imposiciones o prohibiciones, y que cada cual asuma sus responsabilidades”...y Granier tiene su frase hecha y de ocasión la conocemos demasiado, “sino te gusta lo que estas viendo, cambia de canal, ya que tienes en tus manos el poder del control de canales”), la sociedad de “tú debes porque puedes”, está inhabilitada para precisar en Internet la razón de los sentimientos ofendidos, de quien hoy es un asesino de un grupo de estudiantes y extrae del ciber-espacio las herramientas para castigar al mundo y humillarlo con su cólera irreprimible.

En esta primera entrega nos hemos limitado a marcar una perspectiva que sirva de entrada para pensar y abordar el problema global de crueldad excesiva y de su expresión concreta en las masacres de estudiantes y la cultura de la violencia en EEUU. Hay que volver sobre esta ineludible cuestión, ya que la violencia, exactamente, la crueldad es un problema que también nos asedia colectiva e individualmente.

Hasta aquí, basta con afirmar que:

Primero: la violencia y la crueldad de la sociedad estadounidense es un asunto que obedece al orden de los negocios: esto es al crimen como mercancía (el crimen mayor de Hollywood) y la producción y ventas de armas (la muerte generalizada por el poder militar estadounidense).

2.- La violencia y la crueldad de la sociedad estadounidense, en la actualidad, esta gestionada y reforzada por el código moral que hoy regula, con fuerza y rigor, la eterna política del guerrerismo americano: esto es, por política de la guerra y los golpes preventivos de los halcones neoconservadores, de los grandes señores matanza que han hecho de la clonación múltiple de “Rambo”, el dispositivo particular para que recurrentemente se produzcan las matanzas en las instituciones escolares estadounidense y en el mundo entero.

fclugo49@cantv.net


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Francisco Cedeño Lugo


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