La pequeña Venecia sin RCTV

Contrariamente a lo que se ha hecho creer, Venezuela, la “pequeña Venecia”, llamado así por los navegantes que vinieron del otro lado del océano, el territorio comprendido desde las bocas del dragón Orinoco, que escupe aguas oscuras sobre el mar, al este y al sur, y la costa de Maracapana al oeste, por las viviendas construidas por sus primeros habitantes sobre palafitos en el lago de Maracaibo, existió y vivió mucho antes del nacimiento de RCTV. Pero antes, tiempo atrás de que la pequeña Venecia fuese Venezuela, estuvo primero la gente de color del cobre que poblaba desnuda, limpia e inocente, las costas de los mares y los ríos y los caños, los llanos y las selvas, y los valles, las faldas y picos de las montañas. La gente de la caza del venado, el tapir y del jaguar, de la pesca de las perlas y de las estrellas, que guerreaba y se multiplicaba con dichoso esmero y solaz y algarabía del tabaco, la yuca y el maíz, adorados por ella en las noches sin luna, ni espadas, o crucifijos. Antes que RCTV, o algo parecido, existiese, estaba el pueblo y sus luchas seculares, sus dolores y sueños y esperanzas. Mucho antes de que bajo el régimen del llamado Benemérito general Juan Vicente Gómez (en el poder de diciembre de 1908 a diciembre de 1935), sus hijos se asociaran con un comerciante extranjero, para montar la primera radio emisora en la pequeña Venecia, existían los labriegos, los pescadores, los criadores, los que escribían y pintaban, luchaban con el pecho descubierto y con el máuser y el arma blanca, en la sierra o en la sabana, o morían de hambre, sed y mengua, o bajo los azotes de los esbirros en la carretera de Palenque, en el alto llano guariqueño. Antes de la señal de RCTV estaba, estuvo, está el pueblo. No fue que Erreceteve creó, en un instante casi divino, al pueblo venezolano. Es al revés. Erreceteve fue el producto social y económico de determinado “orden de cosas” en Venezuela. Ni siquiera en las más difíciles circunstancias políticas, bajo la carga oprobiosa de una dictadura, o la caricatura de una democracia formal, pudo el Estado venezolano, arañar siquiera la superficie de aquél complejo comunicacional, como se dice ahora, y expresar en toda su inmensa y colorida diversidad, al pueblo aquél de la pequeña Venecia. Hasta un presidente de la República, elegido democráticamente, fue vetado de por vida del espacio de RCTV. Hubo, claro está momentos gloriosos para la TV nacional. Paréntesis excepcionales que no hacían sino abultar la general chabacanería, ordinariez y mediocridad de la TV, entre ellas, la de Erreceteve. Voces singulares y provenientes de distintas corrientes de pensamiento, se alzaron para clamar en el desierto: un Uslar Pietri, un Liscano, un Rafael Cadenas, Aquiles Nazoa, Renny Ottolina, José Ignacio Cabrujas, e intentar la democratización y mejoramiento del canal. Esperemos que con la recuperación,- parcial, y limitada por los momentos- a partir de mañana, de la señal de RCTV, por parte del Estado venezolano, se inicie asimismo la apertura para que todas las fuerzas, tendencias o corrientes, que animan al pueblo de la pequeña Venecia, puedan expresarse, y no ser reprimidas, logren elevar y mejorar la calidad de la programación, no sectarizarla fanáticamente o descenderla aún más a gastados moldes de insulserías y mediocridad.

walterjosecastro@yahoo.es


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