Gobierno vs medios

No hay gobierno que resista el desgaste que representa el ataque diario y furibundo de varios medios de comunicación. La supervivencia de Chávez ante esta circunstancia demuestra que tiene una suerte loca, con el añadido de un sólido apoyo popular, además de la ineptitud de la oposición en general y, en particular, de los medios privados golpistas, que han actuado con extrema torpeza.

Si bien la salida del aire de RCTV puede considerarse como una victoria oficial, se trata de un triunfo pírrico, a un costo tan elevado que, en mi opinión, revela más debilidades que fortalezas.

La batalla, sin embargo, continúa. Cada segundo de la programación noticiosa de Globovisión está destinado a lograr el descrédito y consecuente caída del gobierno. Se trata, ni más ni menos, de una estación golpista cuyas actividades se llevan a cabo a la luz pública sin que los funcionarios
competentes apliquen la ley. Lo mismo ocurre, en un plano legal distinto y más complejo, con la llamada "gran prensa" capitalina y algunos diarios de otras metrópolis. El Nacional, El Universal y el Bloque de Armas titulan contra el gobierno cada día que amanece, por no hablar de periodicuchos cuyo financiamiento tiene un fuerte tufo a la CIA, la NED, USAID u otras agencias al servicio de la "inteligencia" estadounidense. El Nuevo País destaca entre los panfletos cuya circulación no pasa de algunos centenares de ejemplares y que son citados religiosamente, al menos en los titulares, por estaciones de radio y televisión.

Ante estas circunstancias el Presidente Chávez se aferra cada vez más a la estrategia de contestar los ataques mediáticos por la misma vía, convirtiéndose en principal portavoz del gobierno. El mandatario es fuente de casi todas las noticias importantes (los sedicentes "tubazos") y sus actuaciones en cadena nacional de radio y televisión o en "Aló Presidente"
rebasan con mucho lo adecuado para administrar en forma racional el prestigio del Primer Magistrado.

El verdadero triunfo estribaría en dotar al gobierno de una política comunicacional y no confrontar hormonalmente las arremetidas de la conspiración mediática.

augusther@cant.net


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Augusto Hernández


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