Les encendieron las luces y el parpadeo de una alarma les ordenó soltar lágrimas. Entonces se abrazaban compungidamente, se mesaban los pelos, se enjugaban las lágrimas, se chupaban los mocos, se estrujaban los ojos, se tapaban trémulos los labios, se quedaban luego alelados mirando al infinito, mientras uno de los presentes narraba su vida feliz y sublime mientras trabajó en RCTV. “Corten, corten…”, gritaba el director, para luego agregar: “¡Maravilloso, terrific, hermoso!” las tomas eran perfectas y se editaban con unos close up que mostraban los rostros patéticamente enrojecidos, bañados en lágrimas con los ojos irritados y radiantes. A los pocos segundos de esta chilladera horrorosa pasaban se reírse, a soltar estruendosas carcajadas y aplaudían a rabiar; gritaban eufóricas y se volvían a abrazar. Todo un pastiches de emociones histéricas.
Nada mejor para joder a un gobierno que poner chamas, viejos y viejas llorando a moco tendido. Cuando el Libertador estuvo en 1828 estacionado en Bucaramanga, esperando los resultados de la Convención de Ocaña, un montón de mujeres se trasladaron desde El Socorro para pedirle la liberación de unos parientes. Montaron una horrible lloradera frente a la casa donde Bolívar se alojaba, y allí se mantuvieron varios días. Cuando el Libertador se enteró de aquel show (que era indudablemente para ablandarle el corazón a los edecanes y oficiales que rodeaban al jefe máximo) montó en cólera y ordenó que mandarán bien largo al carajo a todas esas burdas, falsas y necias plañideras. Las agarraron los soldados y las devolvieron si muchas consideraciones para su pueblo. Por cierto que estas mujeres estaban pidiendo la libertad de un tremendo ladrón de El Socorro. Bolívar no creía en lloros de mujerucas ni en cojera de perro, como dice el dicho.
En “El Manual del Perfecto Golpe de Estado” (la biblia de la CIA) se especifica muy bien como deben usarse a las mujeres para tumbar gobiernos. El efecto que produjo las viejas oligarcas y lloronas de Chile contra Allende fue mortal. Ellas le echaban maíz a los altos oficiales del ejércitos durante las manifestaciones, queriéndoles decir que eran unas gallinas. Aquí en Venezuela comenzaron a mandarle pantaletas. El Bobolongo frente al Matacuras, el día lunes 28 decía: “Ese teniente coronel sí es cruel que no le paró a los lloros de tantos artistas, y de tantas personas serias y trabajadoras.” El Bobolongo cree que Chávez es pendejo. “A llorar al Valle”, les dijo Chávez a todas esas disimuladoras de dolor. Lo horrible es saber que todo ese montón de farsantes jamás han soltado (ni la soltarán) una lágrima por la tragedia de Bolívar o Sucre. No tiene alma ni sentimiento para ello. Jamás se han conmovido en un ápice por el final horrible de nuestro Libertador ni por las por las penas que ha sufrido nuestra Venezuela, narradas por José María Baralt, José Rafael Pocaterra o Rufino Blanco Bombona; pero en cambio, lloran por Marcel Granier, MALDITA SEA TANTA ESTUPIDEZ!